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Las ventanas abiertas son para que entre el aire

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Escribo este post a riesgo de que a algunos amigos, y al mismo tiempo candidatos a directores del teatro Español, no les guste demasiado.

Creo que la convocatoria pública para cubrir el puesto, y el nombramiento de una comisión de “notables” (en algún caso, de sobresaliente) para acotar la decisión, son líneas orientadas a una mayor transparencia y democracia en la elección de los responsables de instituciones culturales públicas. Es como una pequeña ventana abierta. Una ventana abierta que debe aprovecharse para que entre el aire fresco y se renueve la atmósfera de la estancia.

A mi modo de ver, la ventana abierta debe servir, también y esencialmente, para renovar las formas y los modelos de gestión de los teatros públicos, e incluso los perfiles profesionales de quienes asumen esa gran tarea. Por eso es más probable que en esa lista de candidatos -27 nada menos- encontremos la idoneidad en nuevos nombres, en gentes tal vez con menos recorrido y experiencia, pero sin duda con entusiasmo, perfiles con más matices, nuevas ideas y futuro.

En mi anterior post hablaba de las condiciones que a mi modo de ver debe atesorar un gestor cultural público que aspire a dirigir el Español, entre las que su capacidad como directores de escena no es la más importante. Insisto en que se trata de buscar a quien mejor sea capaz de dirigir equipos, mover creatividades de otros, definir proyectos artísticos de largo recorrido, captar recursos económicos, poner el teatro en el mapa europeo, emplear el marketing y el desarrollo de audiencias como una herramienta esencial para conectar con los ciudadanos… Soy de la opinión de que lo más idóneo es nombrar un equipo de dirección en el que todas esas habilidades estén representadas, dos o tres personas bastarían. Se evitaría así la tendencia, al parecer acendrada en nuestros artistas, de convertirse en protagonistas.

Pero lo que tengo todavía más claro es que el mejor de los nombramientos es el que, además de servir a la política cultural marcada por las instituciones públicas, garantice aires nuevos en el Teatro Español, gente capaz de conectar con los nuevos talentos escénicos, responsables preocupados por atraer y dinamizar nuevos públicos, gentes que vivan y entiendan el teatro como una herramienta artística de transformación y enriquecimiento social.

No se trata de arriesgar; se trata de optar por modelos ya hechos con dudoso éxito o crear nuevos; se trata de elegir entre el futuro y el pasado, entre quienes prefieren compromisos con el poder y quienes los prefieren con el arte y con los ciudadanos.

Programar, llenar de contenidos las salas disponibles no es difícil. Lo verdaderamente relevante es construir un nuevo modelo de gestión del Teatro Español democrático, abierto, orientado a los públicos, que busque el mejor y más sostenible de los caminos para convertirlo en un centro de creación y de encuentro con la sociedad. Un modelo que huya del coto privado como de la peste.

Por eso, entre los muchos candidatos, grandes artistas, hay que privilegiar no tanto a quienes sabemos perfectamente de dónde vienen, sino a quienes tienen plano para ese nuevo viaje. ¡Ah, Ítaca!

 

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Nueva directora de los teatros municipales madrileños (o director). Me gustaría…

teatro

El proceso de selección del nuevo director del teatro Español -o directora- y los otros espacios escénicos municipales, está en plena efervescencia. Por supuesto espero, y espero que seamos muchos los que lo esperemos, que el proceso sea absolutamente transparente. La verdad es que me encantaría estar presente en la fase de selección: un ciudadano interesado en la cultura que acude a ver cómo se eligen a sus responsables. Me gustaría asistir a la presentación de los programas y propuestas de gestión de los candidatos y comprobar en ellas algunas de sus cualidades (de los candidatos). Me sorprendería gratamente poder acceder a los diversos proyectos presentados y pocas cosas me gustarían más que hacerles preguntas para aclarar las dudas que tuviera sobre sus propuestas.

Creo que es de tal calibre el déficit de transparencia en la selección y nombramiento de los cargos de designación, que cualquier avance en la dirección esbozada es de agradecer. Y avance es que la comisión que evalúa los proyectos y los candidatos sea conocida y prestigiosa. Sin duda tras ello se encuentra la decisión de Pedro Corral.

También me hubiera gustado que el perfil solicitado por el ayuntamiento como nuevo regidor de los espacios teatrales municipales fuera menos artístico y más de gestión. Creo que el modelo de designar artistas como responsables de teatros públicos está agotado y que necesitamos gestores que manejen con soltura las claves de la estrategia, de la dirección de equipos, del marketing y de la captación de fondos. Un “triunvirato” o, al menos, una dirección compartida con diferentes perfiles, pienso que garantiza mucho mejor la mejor dirección, y debilita la tendencia al personalismo.

Pero, además, hay otras claves decisivas para que la elección no solo sea adecuada en lo personal, sino efectiva en relación a la política cultural.

Lo primero es señalar con la máxima precisión los objetivos que el Ayuntamiento quiere cubrir con sus teatros. La acción del futuro o futura directora del teatro Español y demás espacios no debe ser cual la del propietario de una finca en la que puede tomar decisiones a su gusto; simplemente porque no es el propietario. Tampoco lo es el ayuntamiento. Son los ciudadanos los dueños y señores de los espacios municipales y cualquier gestor debe servir a unos principios de acción de política cultural conocidos y democráticos.

Lo segundo es que el programa de compromisos y de gestión seleccionado, enmarcado en las políticas y objetivos culturales conocidos, junto a los presupuestos que le son destinados, han de conformar un contrato público que el responsable y el ayuntamiento se comprometen a cumplir. Ese contrato deberá incorporar una cláusula de rescisión para el caso de que los objetivos no se cumplan o la gestión no se ajuste a lo comprometido.

En cualquier caso, le deseo un enorme éxito a quien resulte designado. ¡Son tan enormes las tareas y tan grandes las necesidades!

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¿Hacen dumping los teatros públicos? Es otro el problema.

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Las entradas de los teatros públicos –y por extensión las de casi todos los servicios culturales públicos- están muy por debajo del coste de producción de lo que se exhibe en ellos. Ayer mismo, en la remozada y amable cafetería de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, hablaba de este tema con Luis Lamadrid, amigo de alma audiovisual. Él piensa que el precio de un bien debe, en general, estar en relación con lo que cuesta producirlo. Otros profesionales admiten que todos los teatros –públicos y privados- forman parte de lo que podríamos llamar servicio cultural (un derecho ciudadadano), pero se quejan de que los precios de los espacios institucionales hacen competencia a los espectáculos privados, que tienen precios más elevados porque han de ser sostenidos por el dinero de los espectadores.

Yo le decía que los precios de los servicios públicos forman parte de la política cultural. Favorecer el acceso del máximo número de ciudadanos a la cultura impone que el precio no sea un obstáculo disuasorio; no ocurre lo mismo con las entradas de los espectáculos privados, sometidos en su supervivencia al escrutinio de los espectadores.

De ahí pasamos a hablar de otras cosas, en mi opinión más operativas y en las que hay que introducir cambios de urgencia. Le decía que con los precios de las entradas sí que se pueden hacer cosas interesantes. ¿Por qué las entradas de un teatro valen lo mismo sea cual sea el espectáculo para las que se venden? ¿Por qué un monólogo cuesta lo mismo que una gran producción? Y más allá, ¿por qué la butaca de la fila 23, mala a rabiar, vale lo mismo que la de la fila 6, esa que se reserva a los críticos en el estreno? Y referido a los teatros públicos, ¿por qué es tan extraordinariamente elevado el numero de personas que no pagan ni siquiera los precios políticos de las entradas y entran convidados?

En estas preguntas se mezclan varias cuestiones, claro. Algunas tienen que ver con la herrumbre conceptual que defiende que todo lo público ha de ser gratis porque es de todos (que en España significa que no es de nadie), muy presente todavía en nuestros gestores, sean de la orientación política que sean. Otras, tiene que ver con la simple molicie: sabemos que plantearse los problemas es la única manera de solucionarlos, pero es más cómodo seguir montados en el burro aunque no sepamos hacia donde se dirige.

Hacer desaparecer las invitaciones, transformando la política de regalar con pólvora del Rey por entradas de bajo coste, o por la creación de un carnet con descuentos para profesionales de gran consumo cultural; introducir criterios más racionales y proporcionales en los precios de las butacas relacionados con los costes de producción, la visibilidad o la comodidad; diferenciar –y visualizarlo para los compradores- el precio en dos tramos, uno correspondiente a los costes fijos de explotación y otro correspondiente al coste del espectáculo y al beneficio…, son algunas de las iniciativas que creo que irían en la buena dirección. Más transparencia, también, en el precio.

Son medidas que apuntan en definitiva a la imprescindible labor pedagógica que hay que realizar con los espectadores y el público escénico, al que hay que hacer cada vez más participe, más conocedor, de los entresijos de la creación artística, de la que cuanto hablamos forma parte. Sin duda, serán mejores espectadores, mejores ciudadanos.

 

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Ha nacido la Academia de las Artes Escénicas: un futuro nuevecito

Acádemia Artes Escénicas Española

El pasado lunes, 28 de abril, se celebró la Asamblea constituyente de la Academia de las Artes Escénicas de España. Un hecho importante en las vidas del centenar y medio de personas que nos juntamos en la Sala Berlanga de Madrid para fundarla. Importante, también, en el devenir de las artes escénicas de nuestro país.

Lo primero que nace en mí son palabras de gratitud para quienes han impulsado el proceso, y en su inicio SGAE; para quienes han formado parte del equipo redactor, que a lo largo de muchos meses han trabajado duro buscando cohesión y futuro; para quienes pudiendo no han puesto palo alguno en las ruedas de esta bella idea: ante la unidad de un sector clave en la cultura, el de las artes escénicas, cualquier palo se muestra nimio.

Y lo segundo mostrar la alegría por disponer finalmente de un lugar compartido por todos cuantos entendemos la vida desde el arte, el teatro, la danza. La Academia de las Artes Escénicas no representa organizaciones: es un lugar para personas, creadores, intérpretes, coreógrafos, iluminadores, vestuaristas, directores, autores, productores…, y tantas otras profesiones que en su conjunto crean el arte más colectivo, el que tiene lugar sobre un escenario, en directo. Y podemos estar por primera vez juntos, ocupándonos de nuestros asuntos colectivos.

Laudes, pues, para todos, promotores, fundadores, y futuros miembros.

Y ahora a trabajar. Duro, sin descanso, sin rencillas, sin más ambiciones que las colectivas. En junio los 162 fundadores elegirán la nueva Junta Directiva que tomará el timón de la nave durante los próximos cinco años.

¿Que si no hay problemas? Sí, claro, también hubo algunas motas de polvo, las pequeñas manchas en el proceso que nos recuerdan que la belleza hay que cuidarla insistentemente y sin desmayo para que perdure. Que es frágil. Las motas están para ayudarnos a mejorar: retos en el camino. Ahí van algunos en la nueva Academia: Urge más presencia de mujeres. Que no hubiera ninguna en la junta promotora es una llamada urgente a que su presencia y juicio no falte en ninguna de las candidaturas. Otra: el sistema de elección por listas cerradas puede servir para echar a andar, pero el futuro lo veo con la posibilidad de que puedan también presentarse candidatos independientes y en solitario: más sal para la Academia. Otra, (y no más), hay que soltar la mano de SGAE cuanto antes. La sociedad de los autores –sin duda la más fuerte de todos los gremios escénicos- está cumpliendo un papel admirable en este proceso trasladando su fuerza a un colectivo mucho más amplio, el de todos los profesionales de las artes escénicas. Ahora toca a todos ocuparnos de los asuntos de todos.

El futuro nos espera nuevecito, sin estrenar, con sus riesgos y sus sorpresas escondidas, con sus tareas, sus retos, sus maravillas.

Cuando el veintitrés de junio se conozca la nueva Junta Directiva, será el momento de buscar sede, de abrir web, de que se inscriban miles y miles de nuevos miembros y estrenar carnet, de pensar en los premios del año que viene, de disfrutar de la capacidad de acción e intervención de un colectivo tan grande y dinámico. Y decidir cómo emplearla.

Será la hora de construir. De acercar el mañana.

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El democraticismo oculta el bosque

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Me llega por mail una propuesta de Comisión para elegir al nuevo director de los teatros de Madrid, en sustitución de Natalio Grueso, que se va en junio. La elabora el Grupo Municipal Socialista del Ayuntamiento.

Loada sea toda iniciativa que se oriente a democratizar la elección de responsables políticos culturales; más loada aún si se propone que estos procesos salgan de la oscuridad y la catacumba. Lo malo es que centrar el problema, como hace el documento, en la creación de una comisión electora, es desviar el tiro del centro de la diana. Lo que necesitan los procesos de selección de responsables culturales de las instituciones –ayuntamiento, comunidad, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte- es ser organizados GLOBALMENTE, siguiendo pasos lógicos, conocidos, eficaces y transparentes:

Primero, que las instituciones expliciten sus objetivos de política cultural, sus bases políticas de gestión para el periodo de que se trate, que han de ser conocidas públicamente.

Segundo, que la convocatoria misma sea pública, abierta y conocida y garantice en su desarrollo la libre competencia entre candidatos.

Tercero, que los candidatos presenten su candidatura con un proyecto de gestión integral, que incluya objetivos, medios, propuestas de programación, e incluso financiación. En fin, que la gestión de los teatros quede en manos de profesionales de la gestión. Y como los gestores de hoy ya no son programadores con dinero público que van a comprar al mercado lo que les gusta para programarlo, su nuevo perfil habrá de ser el de un gestor profesional, que junto al rasgo cultural, sea conocedor de las técnicas de trabajo en equipo, de marketing, de comunicación, de desarrollo de públicos, de captación de recursos…

Cuarto, que el proceso de selección sea democrático y transparente, y que pueda ser seguido y evaluado por personas capaces, competentes e independientes. El proceso habrá de acabar con la firma de un Contrato-Programa que fije las condiciones y comprometa a las dos partes.

Quinto, que los responsables finalmente elegidos por las instituciones –pues son ellas quienes tienen la delegación popular para hacerlo- presenten anualmente un balance público de su gestión, que al final de su mandato habrá de ser auditada por profesionales independientes.

Así que, detenerse en que la elección debe ser hecha por asociaciones del sector, parece quedarse en la epidermis de la epidermis.¿De verdad garantiza ese modelo la elección del responsable de los teatros municipales más adecuado? El democraticismo, a veces, oculta el bosque.

 

NOTA: Y encima, ¿por qué la Asociación de Malabaristas y no ARTEMAD, por poner un ejemplo, que es una relevante asociación de empresas y compañías del sector que ha sido excluida del elenco?

 

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Dadle poder a los soviets… artísticos

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En tiempos difíciles, la existencia de organizaciones que atesoran la capacidad de innovar y hacen de ella y de la creatividad a contracorriente su seña de identidad, es un lujo del que el sector cultural no debe ni puede prescindir. Creatividad artística, creatividad organizacional, creatividad en las relaciones con el público. Investigación y Desarrollo.

Pequeños museos que investigan y aplican fórmulas de relación novedosas con sus usuarios, y cómo presentar sus contenidos con fórmulas renovadas, diversas, enriquecedoras para su público; pequeñas organizaciones artísticas que buscan y rebuscan en sus propias habilidades y en las necesidades sociales para encontrar ese nicho que genere valor y satisfaga a sus clientes; salas de teatro “alternativas” que producen contra viento y marea nuevas puestas en escena y, además de levantar la mirada de sus públicos hacia el horizonte, establecen con ellos una relación más democrática, proponiéndoles un papel co-protagonista. Son algunos ejemplos. Me detengo en el último, que conozco mejor.

¿Qué aportan a la renovación escénica y a la de las organizaciones y sus métodos la Cuarta Pared, El Sol de York, Guindalera, Tribueñe, Kubik, Teatro del Barrio, La Casa de la Portera…, y tantas otras? Veamos algunas contribuciones:

Primera, la incorporación misma a su estrategia de esa tarea de I+D, que consiste en buscar en los límites lejanos el propio perfil, el modelo más sostenible de relación con su público y con sus financiadores, la fórmula más eficiente de gestionar la creación en tiempos duros. La estrategia no puede ser ya simplemente mostrar y exhibir resultados artísticos. La estrategia es ser diferente en los procesos y original, genuino, en los resultados. Y ellas lo persiguen.

En segundo lugar, aportan un nuevo modelo de relaciones con su público y con el entorno. Las organizaciones pequeñas están descubriendo nuevos caminos, elegidos, definidos y construidos por ellas mismas, y alejados de la sombra de los poderes públicos que hasta ahora los sostenían y tutorizaban. Los ejemplos de Kubik, de Guindalera, de Cuarta Pared, tanto por las políticas de lealtad que refuerzan su supervivencia a través de sus socios y amigos, como por su anclaje en un territorio –el barrio- que actúa de ecosistema bueno y favorecedor de viabilidades.

Y en tercer lugar, son auténticos laboratorios de creación que permiten a otras compañías y asumen las mismas titulares de la sala, riesgos impensables en otros espacios más volcados a la seguridad de lo conocido y cien veces recorrido. ¿Cómo crecer y explorar en textos, propuestas dramatúrgicas, lenguajes escénicos, si no es en esas salas?

Los actuales centros dramáticos públicos han traicionado conscientemente su tarea de ser guardianes de la innovación, porque sus exigentes directores políticos les conminan a que sus propuestas, su programación, sean rentables económicamente.

Asumido por ello que los poderes políticos abandonan la preocupación por ser rentables social y culturalmente, queda a los pequeños espacios acoger los procesos creativos que iluminen futuros otros.

Tan solo queda, además, reclamar un estatuto legal, económico, laboral e impositivo diferente, flexible y beneficioso para estas salas –y para quienes trabajan y/o exhiben en ellas- que les permitan seguir constituidos en referente de la renovación y la innovación. En referente de mañana.

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Creatividad y tijeras. 2: Se necesita un nuevo modelo

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Pues eso, que la creatividad grupal en nuestro país, necesita un nuevo modelo que favorezca el desarrollo de nuevos y jóvenes proyectos; y que combata con su propia altura la tijera y la auto-explotación. Es tan obviamente locura montar una sociedad limitada para un proyecto que durará un año en el mejor de los casos; es tan obstaculizador y generador de conflictos obligar a montar una empresa con todas las de la ley a un grupo de jóvenes en plena y bella fiebre artística…, que si desde el poder no se favorece un formato sencillo y por proyecto para dar cobijo a la creatividad de esos grupos o/y proyectos es porque no interesan nada; porque no se advierte el potencial de futuro que para un país tiene favorecer la creatividad.

Sin querer ser exhaustivo, ese nuevo modelo del que hablo debería incorporar los siguientes aspectos:

  1. Diferenciación de las producciones y actividades artísticas en función de tamaños, presupuestos, precios, espacios de exhibición y niveles de rentabilidad.
  2. Adecuación de los impuestos, retenciones y cotizaciones a la Seguridad Social, a esas diferentes realidades. Partiendo de la reducción del IVA -al menos a los niveles previos a la barbarie montorowertiana-, los productos, espacios y creaciones de un tamaño menor estarán absolutamente libres de impuestos, o verán reducidos al mínimo los pagos durante un tiempo que posibilite su subsistencia. Las retenciones y cotizaciones a la S.S. –no así los derechos- se reducirán para permitir que los procesos creativos jóvenes, producidos con pocos monises, destinados a públicos minoritarios o exhibidos en pequeñas salas…, trabajen legalmente.
  3. Los convenios han de cumplirse siempre, pero, para poder hacerlo, contendrán diversas categorías en función de las situaciones señaladas anteriormente. De tal modo que en los pequeños espacios o/y poyectos, al menos se cumplan los requisitos de trabajar con la Seguridad Social cubierta.
  4. Los modelos de producción y de constitución de empresas creativas se modificarán radicalmente, creando el modelo por proyecto para impulsar –facilitándola- la constitución legal de los nuevos equipos creativos, salas o producciones, pero sujetos a normas fiscales, de constitución, de pago de derechos de autor, etc, adecuados al escaso recorrido previo, a las expectativas y a la corta duración de su vida útil. Que para hacer una pequeña e imprevisible producción haya de crearse una empresa sociedad limitada es una estupidez y una maldad anti artística.

Ya, ya sé que éstas son apenas algunas de las medidas que habrían de tomarse, pero su virtud es que apuntan al corazón del mal: el arte no puede sujetarse exclusivamente a normas económicas del capitalismo duro.

Si estamos de acuerdo -que espero que lo estén incluso quienes rezongan al oírlo-, en que el arte y la cultura son necesarios en una sociedad de seres humanos libres; si estamos de acuerdo en que la bondad maravillos a del arte consiste en permite a los hombres expresar cosas bellas que de otra manera quedarían sin ser expresadas…, pongamos los medios para que ello sea posible.

Hasta hoy, los gobiernos se han limitado a financiar algunas expresiones pero tan solo han puesto dificultades a esa diferenciación que daría vida autónoma a los procesos nuevos, jóvenes, y a las creatividades en tiempos de tormenta. Los que vivimos.

 

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Creatividad y tijeras. 1: La auto-explotación como obstáculo

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Una consecuencia positiva del reinado de la tijera en la economía social es el impulso a la creatividad. Algo así como si con el estómago vacío pudiéramos volar sueños más guapos…, y hacerlos.

Hay algún ejemplo en el último cine español, con brillantes creaciones realizadas con un talento por centímetro cuadrado muchas veces mayor a su presupuesto. Un ejemplo: el caso de Stockolm, finalista a tres categorías de Goya y con un presupuesto de poco más de 200.000,00 €.

En artes escénicas y musicales, es época de florecimiento primaveral y exuberante de proyectos, de asociación de creadores y compañías, de hermosas locuras que iluminan un páramo de seguridades y procesos mil veces recorridos con anterioridad. Miremos la cartelera teatral y musical madrileña y descubriremos que un fin de semana normal podemos acceder a más de ciento cincuenta ofertas diferentes. Muchas en espacios inverosímiles y en condiciones en que la precariedad es una nueva condecoración. Veremos lo que queda de este magma creativo cuando se regularice la situación y quede lo que quede, pero ahora disfrutemos de esta parte.

Sin embargo, esta moneda tiene un reverso que debe alterarnos la ceja del corazón: la inmensa mayoría de los creadores no viven de su trabajo de sus proyectos, e incluso en muchos casos aportan sus propios dineros para ponerlos en pie. En el mejor de los casos, valgamediós, se auto-explotan. Las salas pequeñas, los espacios recién paridos al arte, las casas de porteras o mini-teatros…, si enseñaran el forro mostrarían artistas que no cobran, que no están asegurados, y cuyo magro beneficio disfrutan otros. Algunos grandes empresarios, al igual que ocurre en otros sectores económicos, aprovechan que el Ebro nace en Fontibre y aprietan los convenios y los acuerdos con las compañías y los artistas en los grandes teatros para mantener su tasa de beneficios. Malos momentos, sí, que debemos afrontar generando un nuevo modelo económico y creativo.

Si me preguntaran, que nadie me pregunta, se me ocurren algunos componentes básicos que incorporar a ese nuevo modelo. Pero hoy, aquí, no cabe más, que los post largos son un poco pesados. Así que lo dejaremos para mañaaaana.

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Tres enseñanzas sobre los Goya

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El domingo vi toda la ceremonia de entrega de los Premios Goya. Quería ver brillar al cine español, porque lo merece, y esta es una ocasión perfecta y glamourosa para hacerlo.

Al finalizar la gala saqué por enésima vez la conclusión de que las gentes que se dedican al cine y al teatro, aunque hacen de la comunicación su herramienta vital (eso es el cine y el teatro en estado puro: comunicación de historias, de personajes, de emociones…), cuando no están dentro del personaje se comportan como cualquier otra persona cuando quiere contar algo. Es decir, bastante pobremente, incluso con vulgaridad. Uno, dos, tres detalles sobre los que mejorar y acabo este post.

Uno: ¡Actúa, que te están viendo¡ La enorme ventaja del teatro, de la interpretación, es que sus profesionales pueden asumir cualquier personaje, cualquier voz y aspecto, contar cualquier historia…, con el objetivo de absorber la atención de la audiencia, seducirla y llevarla por paisajes que más tarde cada espectador podrá evocar dentro de unos momentos memorables.

Y sin embargo cuando se trata de agradecer un premio, o abrazar un hilo narrativo que seduzca a los espectadores, presentes y virtuales, el actor más aclamado, el director más prestigioso o el autor más laureado pierden el hilo y el oremus, dicen incoherencias y piensan más en sus primas que en los millones de espectadores que desean oírles y empatizar con los premiados.

¿Es cuestión de que vuelvan a la escuela de interpretación? Evidentemente, no. Saben actuar, y muy bien. ¿Entonces? Tan solo deben pensar en que las entregas de premios carecen de toda belleza si se convierten en actos onanistas y chatos. Deben pensar en que los espectadores desean profundamente asumir su belleza, la de sus seductores personajes, y que ello exige romper la naturalidad y hacer arte. Arte hasta de la recogida de un “cabezón”.

Pensar en el traje o el vestido hasta la exageración, y no pensar en la palabra, el argumento, la puesta en escena, es perder la oportunidad de seducir. Y en el arte no se puede perder ninguna oportunidad. Para eso están los camerinos. Para eso están los momentos en que los focos se apagan.

Dos. ¡Abre la ventana, que entre el aire¡ Los del arte no son, no somos el  centro del universo mundo. Nos dedicamos a algo guapo, pero ya está. González Macho decía que hacer cine es tarea de héroes. Exagera porque cree que el cine es el ombligo del mundo. Para héroes los que se enfrentan cada mañana a la tarea de sacar sus familias adelante desde el paro. No son, no somos el centro del universo pero mira que intentamos que parezca que lo creemos. Eso nos aleja de los ciudadanos, de los destinatarios del arte.

Y tres. ¡Los zombis existen, pero no cuentan¡ ¿Qué más da que Wert no vaya a los Goya? ¿Es una fiesta en la que el sector comparte con la sociedad su alegrías o es una reunión tutelada en la que si no está el jefe la cosa no funciona? ¿Es el jefe? Multitud de pesados nos recordaron una vez más lo que es público y notorio: ese ministro es un cadáver andante y ni siquiera las críticas fuera de cacho lo van a resucitar. Tanta referencia ilustra one more time nuestra adolescente necesidad de un pim pam pum sin el cual carecemos de discurso.

Los Goya, los Max, los premios de la Música, cualesquiera premios que las gentes del arte otorguen, son encuentros que han de estar al servicio de transmitir a la ciudadanía belleza y mensajes guapos, no reclamaciones extemporáneas, quejas o felicitaciones aldeanas.

Perdonen la opinión.

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El teatro como herramienta para las empresas… Y las personas

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La pasada semana acudí a la sede que Bankinter tiene en Tres Cantos, un edificio moderno en el que me sorprendió el espacio que tienen dedicado a la formación de sus empleados. Lo forman varias salas de uso múltiple que podían agruparse en una única aula grande, para más de doscientas personas. En los colores, la organización y los lemas que presiden las salas y espacios comunes, estaba muy presente la preocupación por fomentar la creatividad, el deseo de aprendizaje y el impulso por compartir conocimiento con otros. Fui allí junto a Pedro Antonio García, a presentar el programa La Empresa a Escena de elmuro a Enrique Díaz Mauriño, responsable de formación de este banco que tiene en la innovación una de sus fortalezas.

Muchas empresas españolas han integrado en sus rutinas organizativas la formación continua de sus trabajadores en aquellos contenidos que técnicamente tienen relación con su actividad específica y de negocio. Sin duda la competitividad e incluso la sostenibilidad de las organizaciones exige una puesta al día constante de los conocimientos específicos y diferenciales en un mundo en cambio permanente.

En lo que el avance formativo está todavía por desarrollar, y donde más oportunidades tienen las empresas para mirar más allá es en aquellas áreas que tienen que ver con la creatividad, la escucha, la empatía, el trabajo en equipo, la mejora de las habilidades narrativas, expositivas y de relación, las que tiene que ver con la capacidad de hacer frente a situaciones de conflicto o que requieran improvisación, o la capacidad de articular su comunicación pública de forma espectacular. A pesar de que estas facetas introducirían elementos diferenciales frente a sus clientes y frente a la competencia, muy pocas empresas les dedican los recursos necesarios.

Las relaciones de las empresas con su entorno, e incluso las de los propios trabajadores entre sí y en el organigrama de la empresa, son en esencia actividades de representación, en las que cada cual “actúa” asumiendo un determinado papel. Esto es lo que hacen cada día los actores y actrices en el teatro: representar. Y para ello tienen que utilizar esas técnicas que son el abecé de la interpretación: escucha, improvisación, entrar en personaje, relajación, proyección de voz, trabajo en equipo…

Esto es lo que el teatro puede ofrecer a la empresa; y lo que propone y hace el programa La empresa a Escena: aportar esas habilidades a quienes las necesitan para hacer mejor su trabajo o/y encarnar mejor el alma de la empresa, tanto en el trabajo interno como hacia fuera. Eso es lo que hemos hecho ya en Teatros del Canal, con Adecco o Coca-Cola, entre otras empresas.

P.D.: Sigo el orden temático que tenía previsto esta semana, pero se amontonan los temas. El Ayuntamiento de Madrid inicia la privatización de algunos de sus espacios culturales emblemáticos, y Montoro, que junto a Wert podrían ser los Zipi y Zape cansinos del momento, provocan un nuevo seísmo en el malherido mundo del cine español. Pero eso, como diría Jorge Mota, mañaaaaaaana.

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