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Queremos mucho Max

premiosmax

Los Premios Max son una fiesta para las artes escénicas. Y hay que agradecer el esfuerzo de SGAE y Fundación Autor, encabezadas ahora por Anton Reixa y Antonio Onetti, por impulsarlos. Tienen sus sombras, cómo no, pero han devenido en el espacio en el que quienes crean arte en España reciben público premio por su buen hacer. Un “lugar” aceptado por los más. La expectativa y la repercusión dentro del sector y entre cientos de miles de aficionados al teatro y la danza es muy grande. Bienvenido sea todo ello.

En la situación por la que atraviesa el espectáculo en vivo, los Max no podían ser ajenos a las políticas públicas de abandono y dejación de responsabilidades culturales. Muchos durante la ceremonia lo dijeron por activa y por pasiva, aunque menos conjugaron sabiamente el humor con la crítica.

No es este el lugar para comentar o valorar los premios, conseguidos en todo caso a través de votos individuales de profesionales inscritos en el censo de votantes. Tampoco es el lugar para entrar en la valoración artística de la ceremonia. La producción fue muy buena y al acabar la Gala los asistentes salieron muy satisfechos y disfrutaron luego de un amable ambiente en el que departir en la cálida noche del Matadero.

Aquí me detendré tan solo en cuatro aspectos que me parecen razonablemente importantes.

1. El primero es el del sistema de votación. Año tras año se percibe con nitidez que en los votantes influye demasiado el afecto y la amistad, y es difícil desprenderse de la impresión de que existen grupos que actúan como tales al depositar el voto. Solamente así se puede entender que una obra se lleve todos los galardones a los que opta, como si lo que hicieran el resto de los candidatos no mereciera ni migajas. Y esto es así desde los viejos tiempos en que Animalario arrasaba. La dificultad primera es ver todos los espectáculos candidatos por el hecho mismo de ser en vivo. No es fácil resolver este problema: parte de la solución probablemente pase por reducir el número de candidaturas a las que puede optar un espectáculo, o establecer un sistema de Jurado que filtre, complemente o sustituya la elección, o establecer un sistema de voto ponderado. Pero sin duda es un problema que exige urgentes medidas para garantizar la máxima transparencia y credibilidad.

2. El segundo aspecto interesante que me provocó reflexión tiene que ver con la relación de las artes escénicas con sus públicos. En la mayor parte de los discursos e intervenciones el público estaba ausente. Los mensajes se dirigían a los asistentes, como si de una reunión interna se tratara, olvidando que a través de la televisión lo que se dice llega a cientos de miles de personas. Personas que pueden estar o no interesadas -esto último es lo más lógico- por los problemas internos del sector teatral. Ante ellos, ante nuestro público, las AA.EE. han de mostrar lo mejor de sí, la máxima belleza, la mayor y mejor de las seducciones. El teatro en 2012 ha hecho maravillas a pesar de la crisis, ese es el mensaje. El tonillo lastimero y de queja es, francamente, poco glamuroso.

3. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, dio, una vez más, la nota fea e ineducada. Su clamorosa ausencia no muestra solo el escaso interés de Wert por las Artes Escénicas. Hay algo más, que tiene que ver con su mínima capacidad de dialogo y escucha, con su gusto por la provocación y el profundo desprecio que siente por la sustancial parte de la cultura que representa el espectáculo en vivo. El ministro Wert hace tiempo que es el problema. El ministro Wert debe irse. No hay garantías de que el próximo lo haga bien. Pero es muy difícil que otro lo haga peor.

4. SGAE tiene un reto en el inmediato futuro de primera magnitud. Los Max son una creación de los autores para todos cuantos trabajan profesionalmente en el teatro y la danza. Bien, porque todos queremos que el sector tenga una voz potente, unificada e indiscutida, y los Max pueden ser el germen.  El reto para SGAE tal vez pase por iniciar un proceso constituyente de una verdadera Academia de las Artes Escénicas. La grandeza que tal cometido exige será una buena prueba de hasta dónde está dispuesta la sociedad de los autores en la tarea de liderar al conjunto de los sectores profesionales de las artes escénicas, y compartir con ellos el futuro protagonismo. Un hermoso reto.

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¡Muerte a la cultura!

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Es absolutamente cierto que la subida del IVA al 21% el pasado año convirtió a la cultura  en un producto casi de lujo. El teatro y otras artes, sometidas a un incremento impositivo tan brutal en un entorno de crisis aguda, han acabado sufriendo las consecuencias y hoy los públicos obligados a ahorrar lo que pueden, abandonan las salas.

En una entrevista publicada en El País el pasado lunes, Ernesto Caballero, director del Centro Dramático Nacional, decía: “Un 21% de cero es cero.” Y es que la consecuencia está siendo que  la recaudación de impuestos del teatro y otras artes se desploma. Con ser destructivo para el alma de un país y de sus ciudadanos que se ven excluidos de un consumo cultural casi de lujo; con ser enorme el daño al sector cultural, por los miles y miles de personas que están perdiendo sus puestos de trabajo, lo verdaderamente grave es el significado profundo que la medida del escasamente presentable ministro Wert tomó el pasado año.

La aplicación de ese tipo impositivo refleja que este gobierno considera la cultura irrelevante para la vida de los ciudadanos, para su desarrollo como tales. El mensaje de fondo es que para este gobierno la cultura debe ser rentable y estar sometida a las leyes del mercado; que es producto, no servicio.

Hoy está a la orden del día la confrontación extrema entre dos formas de entender  la cultura. La que alienta la Constitución, que le concede un rango superior y ordena a los poderes públicos promoverla entre los ciudadanos, y la que alienta al gobierno, que se apresura a convertirla de facto en mercancía, que recorta sus ya escasos presupuestos y que la considera una fuente de ingresos para las arcas del estado.

La cultura y el arte son expresión máxima del desarrollo de las sociedades y por eso hay que detener con urgencia la loca fiebre de los recortes que eliminan los apoyos a las expresiones más frágiles, y que aplican duras cargas impositivas a sus prácticas. Creen que moriremos felices convencidos por los medios y por nuestros responsables políticos, de que morir de hambre es lo mejor para vivir.

Parafraseando a Unamuno en su famoso enfrentamiento con Millán Astray, acabaré diciendo que este gobierno tiene la fuerza y tal vez venza, pero jamás nos va a convencer en su poco sensata tarea de acabar con la cultura como un bien público.

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A Quién Le Importa: un inusual post para anunciar que vuelvo a la faena

AQLI estreno

Los dos últimos meses los he dedicado, con una inaudita y juvenil intensidad, a producir un musical con canciones de Carlos Berlanga y tramado por su hermano Jorge, A Quién Le Importa, dirigido por Eduardo Bazo. Es la única razón que explica el abandono de mi amado blog treinta y cinco días. Hoy, este espectáculo, patrocinado por Coca-Cola y que cuenta también con el apoyo de otras marcas como Samsung, Adecco, GMR, Larios o Sixty Seven…, vuela solo en un teatro Arlequín redecorado interiormente para albergar junto al musical, una exposición de pintura y fotografía, audiovisuales y un bar de copas a precios de los ochenta.

Me gustan las aventuras porque en ellas se descubren las fronteras, y es en las costuras de las fronteras donde se haya escondido y anunciado el futuro, su dirección al menos. Y producir este musical hoy a base de patrocinio, es una aventura de lo más. La cultura en su conjunto, como ámbito de crecimiento y de disfrute ciudadano, como expresión mejor del desarrollo de una sociedad debe seguir siendo encabezada y dirigida por los poderes públicos. Pero que éstos hoy dediquen más esfuerzo a descubrir perversos rincones donde recortar presupuestos, que  a su tarea de promover la cultura, ofrece un amplio espacio a las empresas privadas para que colaboren en ella. Una tarea que hay que agradecer y mucho.

El sueño de Jorge Berlanga era dar carne y voz al universo de su hermano, a  sus canciones a sus imágenes gloriosas que empedraron la autopista musical de los ochenta. Hoy ese sueño se ha convertido en realidad con el impulso de muchos. Como en cada batalla, como en todos los viajes, me llevo al alma más conocimientos y nuevos amigos que espero saber conservar, entre los que me apetece citar a Eduardo Bazo, el alma artística de esta obra.

Hoy vuelvo al folio en blanco, cansado pero con unas enormes ganas de decir. ¡Han pasado tantas cosas este mes largo! El momento que vive la cultura es importante y demanda acción y opinión.  Mañana nos vemos aquí mismo. Y cuando queráis en el musical.

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AVETID: pensar juntos para cambiar las cosas

Participacion audiencia

Invitado por María Ángeles Fayos y Santiago Sánchez, participé la semana pasada en los IV Encuentros de la Associació Valenciana d’Empreses de Teatre i Circ. Se reunían para debatir y compartir sobre la situación en la que una pésima administración de la Cultura ha dejado al sector y a la práctica cultural de los ciudadanos en esa comunidad. Destrucción de tejido, recortes brutales, dejación de la responsabilidad política en cultura, oscurantismo y eliminación del circuito teatral, son algunas de las consecuencias de la gestión. Ahora, con equipos políticos recién nombrados, las organizaciones parecen respirar un poco e ilusionarse.

La queja ante el maltrato, el dolor ante el desaire permanente, la herida frente al desprecio están dejando paso a la conciencia de que la fuerza del cambio en la cultura valenciana está en manos de quienes trabajan por ella, y de los ciudadanos que desean incorporarla a sus vidas. Y para ello, como han hecho estos días, se han reunido, y apoyados por la Universidad de Valencia, han identificado líneas de fuerza que permitirán agrupar energías e introducir cambios en la gestión.

Compartí mesa con el peruano Alberto Menacho, Hassane Kouyaté, de Burkina Fasso y Marcos Ottone, de Yllana, llamados para exponer otras visiones y experiencias. A mí me tocó proponer el nuevo marco por el que las organizaciones deben apostar: organizaciones cada vez más profesionales y autosuficientes que sean capaces de redefinir su relación con las instituciones y que apuesten por asumir la responsabilidad incluso de gestionar lo público. Les decía que en este sentido, las organizaciones y los ciudadanos deben trabajar juntos para cambiar las leyes y excluir de la gestión de los servicios públicos -salud, educación, cultura…- a las empresas con ánimo desmedido de lucro y sin función social. Les decía que debemos mirar más y siempre a los públicos, que son los que dan sentido a la creación artística. Los públicos están cambiando en su forma de relacionarse entre sí y con la oferta cultural, quieren participar más, quieren intervenir y ser escuchados, y la supervivencia de las organizaciones artísticas depende de que efectivamente sepamos adaptarnos a ese nuevo campo de juego y caminar juntos.

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MadFeria: pensando al futuro

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Esta semana estuve en MadFeria, la feria promovida por ARTEMAD, la asociación de empresas productoras de Madrid, y cuyo responsable artístico es Eduardo Pérez Rasilla. Me habían llamado para coordinar un debate reflexivo sobre la situación de las artes escénicas en el que estuvieron representantes de la danza, el teatro de calle, las salas alternativas, el teatro para niños y las nuevas tendencias. A todos ellos les propuse antes de empezar que elaboráramos frente a la situación una especie de mapa de oportunidades que recogiera el análisis pero sobre todo definiera los terrenos por los que el conjunto y cada organización debe deambular en el inmediato futuro para afrontar mejor su supervivencia y su crecimiento. No era fácil debido a la guerra declarada por el gobierno, comunidades y ayuntamientos a la cultura, la sanidad y la educación. A las que están privando de presupuestos para pagar unas deudas que ahora sabemos que creó un sistema corrupto.

No era fácil, pero lo hicimos.

De todas las intervenciones me quedaría con un puñado de ideas clave. Una, en la que coincidieron Alberto García de los Salmones y Víctor Torres, plantea al sector la necesidad de cohesionarse y establecer una línea de trabajo conjunta que rompa la fragmentación y fomente un frente unido de alternativas. Por mi parte añado que hay dos condiciones previas: encontrar un liderazgo y mirar más allá de los propios problemas.

Otra aportación clave fue la necesidad de avanzar hacia la cogestión de los espacios culturales públicos poco o mal utilizados debido a la caída presupuestaria. Las organizaciones culturales tienen ahí un terreno de crecimiento gestionando y llenando de contenidos los centros culturales, teatros y auditorios y ofreciendo en ellos ejemplos de colaboración público-privada. Las residencias de compañías de creadores es un ejemplo concreto en esa dirección.

Juan de Torres proponía una profunda renovación de los sistemas de ayudas a la creación, que deberían incluir fórmulas de retorno de la inversión. Es decir, como si las ayudas fueran préstamos públicos a devolver cuando los productos artísticos tuvieran ingresos y hubieran cubierto inversión. Una vieja propuesta que hoy se hace imperiosamente urgente y que a buen seguro contribuirá a la maduración de muchas organizaciones.

Se habló también de la necesidad de orientar las creaciones desde su origen hacia la internacionalización, dado que nuestro mercado natural va mucho más allá de nuestras fronteras. Y la imprescindible labor de diversificación y aclimatación que ello implica para las organizaciones.

Por mi parte, diría que la otra oportunidad, que apenas se dejó oír en el encuentro, es la de que  las organizaciones conozcan y se vinculen estrechamente a sus públicos. Los destinatarios de la acción artística y cultural son hoy, en plena crisis, el difícil territorio fértil en el que crecer; y para mañana, la garantía de supervivencia y desarrollo. Y más allá el sentido mismo del arte. Su destino.

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Si jo l’estiro fort per aquí

Acabo de volver de Barcelona, donde he estado cerrando la temporada de En La Otra Habitación, de Paloma Pedrero, que ha estado en Versus Teatre, esa preciosa sala dirigida por Ever Martín Blanchet. Estuve alojado, al ladito de La Boquería, en la casa de mi buen amigo Fernando Giráldez, médico e investigador, quien me enseñó rincones que todavía no conocía. Un gran y bello viaje.

No niego que he venido a Barcelona un poco más atento a lo que viera para situarlo en el proceso político iniciado el 11 de septiembre, que parece llevar a hacer de la constitución de un nuevo estado catalán, el objetivo neurálgico de algunos políticos.

No he visto nada que me haga pensar que en esa hipotética nueva articulación no pudiera disfrutar del arte, la cultura, y las gentes de esta tierra. Las fronteras, incluso aunque se deseen fervientemente, son hoy filfa en el mundo globalizado e interconectado. Sirven poco más que para sentirse diferentes frente a otros, que también son diferentes. Todos los somos, personas, comunidades, culturas… Somos una gigantesca comunidad de vecinos en la que debemos aprender a querernos, incluso por nuestras debilidades.

Simplemente percibo que la pobreza, los malos servicios, los endémicos males de la educación, buena parte de las injusticias…, es decir, la vida de las gentes, no se mejorarán por una nueva frontera. Pero ya sabemos, porque tenemos una alta nota en ese examen, que los políticos no se ocupan de la vida de las gentes. Y me pregunto si la cultura, las gentes de la creación, del arte, aquellas que hacen su trabajo en lo profundo del alma, pueden hacer algo para mejorarla. Y lo primero que pienso es que no debemos usar la cultura para alejarnos, sino para acercarnos. Es maravilloso que una obra en español haya viajado desde Madrid al corazón de Cataluña, a mostrar sus desnudeces bellas. Y es maravilloso que el arte catalán, sus músicos, intérpretes, directores (muchos)… transiten en AVE para compartir en la meseta cuanto saben (mucho).

La creación de estados no va a alterar el amor mutuo, profesado durante siglos al margen de poderosos, banqueros, militares y políticos. Está en Serrat, Llach, Los Sirex, Miró, La Fura, Casals, Pou, Mompou, Marsillach, Tricicle, Carreras, Jarabe de Palo, Espriu, Peret, Montsalvatge, El Gato Pérez, Gas, Espert, o Cugat, por mezclar lo que mezclado está. Son de todos porque no pueden ser solamente de unos pocos. En mi memoria emocional están Pi de la Serra, o Ribalta, al lado de Miguel Hernández o Janis Joplin, y sé que lo mismo les ocurre a todos mis amigos catalanes.

Al sol otoñal de La Barceloneta, recordaba con Fernando el precioso poema “La mala reputación,” de Georges Brassens, y el escaso aprecio de  nuestra generación por las banderas. En nuestra historia las banderas suelen servir para que nos demos en la cabeza con el asta. Para reforzar lo que nos separa. Por el contrario, la cultura y el arte nos unen; es su esencia, su sentido último.

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Abusos no, gracias. Por un nuevo modelo de reparto de la taquilla

La relación entre productores de arte con los gestores de exhibidores es una relación demasiado desequilibrada a favor de los segundos que hay que corregir. La pasada semana fui a ver al teatro Amaya, Orquesta de señoritas, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Iba invitado por Juan Carlos Naya uno de los estupendos actores que pone en pie la obra. En la puerta me encontré con el histórico productor Juanjo Seoane. Su conversación giró, como las de casi todos los creadores o productores en los últimos tiempos, sobre la brutal subida del IVA que está ya disuadiendo a muchos públicos; sobre los escasísimos  ayuntamientos que contratan y de las condiciones de taquilla que imponen desde hace un año; sobre la morosidad institucional que ahoga a tantas y tantas compañías. Algunas de estas cuestiones se resolverán más temprano que tarde; otras, aunque se moderarán, forman parte del nuevo panorama relacionado con la situación económica y solo cuando ésta cambie, podrá cambiar en alguna medida el escenario de las artes.

También se quejó de las duras condiciones que imponen los empresarios de teatros para entrar en sus salas de Madrid y Barcelona a hacer temporada. Empresarios que a cambio del teatro y su servicio, exigen ir a media ganancia, es decir, ir al 50% de la taquilla. Descontando los derechos de autor y otros pequeños gastos, ese reparto deja a las compañías que se arriesgan menos del 40% para hacer frente a todos los gastos salariales, técnicos, publicitarios, y a la amortización de la inversión realizada y al necesario beneficio para seguir adelante. No parece equitativo, sin duda. Y ese modelo no depende del gobierno, sino de acuerdos sectoriales que evidentemente hay que revisar. La creación, el riesgo de producir espectáculos de calidad y con el número de intérpretes necesarios (no dos o tres) exige como contrapartida las mejores condiciones posibles. Para ambas partes.

Un reparto más adecuado, para empezar,  podría ser el 60% para la compañía y el 40% para la sala. Eso, o que los empresarios de teatros incrementen su inversión en promoción y publicidad.

Esta situación me recuerda la de los campesinos, cansados de que su sudor por un kilo de tomates les proporcione 20 céntimos, cuando el distribuidor-vendedor lo cobra, a 3 euros (precio barato, eh). Los creadores de arte deben negociar con los empresarios de teatros un nuevo reparto de la taquilla, especialmente con aquellos que imponen condiciones leoninas arriesgando poco en la programación.

Los empresarios de paredes saben todo esto, y saben que deben revisar sus condiciones porque los creadores son imprescindibles. Saben que un mes sin programación teatral en Madrid, fruto del acuerdo de todas las compañías para revisar las históricas malas condiciones de entrada a los teatros, bastaría para forzar nuevos acuerdos.

NOTA

Los precios también han de ser revisados a favor de los públicos. ¿Por qué la entrada a una obra con nueve actores y una potente escenografía tiene el mismo precio que otra en la que trabajan dos actores en cámara negra? ¿Por qué el beneficio no tiene relación con la inversión? Los abusos deben acabarse y éste es el mejor momento para empezar.

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Contra Wert: a la calle que ya es hora

Hoy el desayuno se nos atraganta con la noticia de que en los presupuestos para 2013 la cultura se reducirá en un 30%. La noticia dice, también, que en los últimos tres años la reducción global ha sido del 70%. José Ignacio Wert nos engañó, es evidente, cuando en aquellos debates post-lectorales asumía el papel de moderado y centrado intérprete. Como ministro de Educación, Cultura y Deporte ha aflorado su verdadera cara, la de un killer incendiario, un altivo exterminador.

El ministro, como otros del gabinete, ha sacado su verdadera alma cuando ha ocupado el poder, el alma negra de quien no escucha, de quien no se disculpa cuando hace daño, el alma mala de quien se cree ungido por los dioses y la verdad en exclusiva. Un exterminador al que parece gustarle el cuchillo, la tijera, la guadaña. Parece disfrutar cuando justifica la brutal subida del IVA de los productos y servicios culturales del 8% al 21%, que castiga sin misericordia a los públicos y a las frágiles organizaciones culturales. Parece disfrutar cuando, con añadida chulería, afirma que la sentencia de los tribunales contraria a los colegios que segregan niños de niñas, él se la va a saltar dictando una nueva ley que permitirá subvencionarlos. Son tantas sus barbaridades en menos de un año que no merece la pena seguir. Hemeroteca.

El texto y el subtexto de la noticia es que al Gobierno de España la cultura y el arte no le importan; que en su estrategia para el país con la segunda lengua de relación más importante del mundo, la cultura es cero.  Conviene recordar, en estos tiempos que nuestros políticos y banqueros han convertido en oscuros e inciertos, que la cultura y el arte tienen el decisivo papel de darnos identidad como sociedad y nos permiten digerir mejor el presente, entenderlo e incluso cambiarlo; la cultura nos explica el mundo y nos posiciona en el mundo. La cultura, además, aporta un importantísimo 3% al PIB.

El ministro debe irse porque está haciendo la política contraria a la prometida. El gobierno en su conjunto, si no da marcha atrás en los presupuestos de cultura, va a enfrentarse a una dura respuesta. La dignidad exige gritar basta. Y hoy, como  en ningún otro momento en la historia de la democracia, los ciudadanos conscientes de la importancia de la cultura para la sociedad y la economía, y el sector del arte y la cultura, deben plantar cara y luchar por la supervivencia. Qué pena que haya que recuperar forzadamente esa vieja palabra.

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Frente a la subida del IVA, ofertas: tres post al precio de one

Debe ser este verano cargado de familiares de riesgo en segundo grado, ivas que van y ascienden a las más altas cumbres, y políticos de los que te dan tres al cuarto (de kilo), pero hasta los temas de los que hablar y comentar, importantes e incluso trascendentales, se me aparecen jibarizados. Debe ser por eso, en fin, por lo que en vez de elegir uno de ellos, me voy a echar al cuerpo, al tuyo, lector,  tres…, y medio, al precio de uno. Seguro que en los próximos meses iremos tocando de  nuevo, más detenidamente, casi todos ellos.

El IVA cultural sube hasta el 21%, es decir, en roman paladino, que el gobierno ha decidido por fin dar relevancia a la Cultura y en vez de “ayudarla”, pasa ahora a exprimirla todo lo que puede. Que la Constitución defina la Cultura como un territorio que las administraciones deben velar, proteger  y cuidar para poder afirmar que estamos en un estado democrático, es secundario, hasta irrelevante. Que la consecuencia inmediata de que los impuestos de todos los productos culturales se incrementen en 13 puntos sea probablemente diezmar las salas de cine y teatro, y reducir el consumo de los valientes que queden a la mínima expresión, es otra minucia.

Estos responsables políticos y económicos tal vez sepan –tal vez- gestionar la bonanza, pero en nueve meses han demostrado ser incompetentes para gestionar las dificultades. Al menos para gestionarlas defendiendo a la mayoría. Porque gestionar las crisis hincando los dientes fiscales en el indefenso cuello de los ciudadanos y vampirizarlos, eso lo hace cualquier canalla sin imaginación. Sin perdón.

Segundo “temilla”. Cultura y lotería: esa extraña pareja. Va Rubalcaba y en un alarde de imaginación digno de mi sobrina pequeña propone compensar los efectos de la subida del IVA con la Lotería. Bien, pienso yo, al menos sabe que en otros países –la pérfida Albión sin ir más lejos (Inglaterra)-, una parte importante de la acción cultural pública se financia con el Sistema Nacional de Lotería. Este sí que es un viajado, un leído, me digo, a éste voy y le voto aunque no me guste demasiado ese aire astuto que tiene después de haber pasado por el interior de tantos ministerios. Pero, claro, el monte se niega a ser orégano en esta España nuestra, y cuando leo a fondo la noticia me pasmo y me repasmo. Pásmense ustedes conmigo: lo que propone el cántabro que encabeza el think tank del PSOE es que los premiados –agraciados, les llaman: vaya gracia- paguen más impuestos de sus premios. Claro, como el gordo suele caerle a Mario Conde y gente así, y nunca nunca cae repartido entre humildes ciudadanos de a décimo, pues ese rico las va a pagar todas en una. A estos políticos gugu tata, perdónenme, no los vendíamos ni rebajados.

Tercer asuntejo: Recortes culturales en la periferia madrileña. El objetivo que concita el interés de nuestros gestores de la cosa política parece ser quién llega más lejos en recortar presupuestos y en gastar menos en servicios (claro, después de construir tanto piso inútil y vacío y tanta rotonda superflua e incordiona se les han acabado los posibles). Loca carrera en la que hay verdaderos líderes mundiales, qué digo mundiales, galácticos. A algunos de los astutos recortadores los mandas a Marte con la Curiosity y pone un chiringuito de arena. Jopé, si hubiera habido esta categoría en las pasadas olimpiadas, nos traemos tres o cuatro medallas de oro más: al recorte en prestaciones sociales, al recorte en sanidad, y al recorte en cultura…, esas seguras. Bueno, que me despisto. El caso es que el ayuntamiento madrileño, con ese digno y obsesivo deseo de reducir gasto, ha suprimido para el segundo semestre de este año todo el programa de proximidad cultural, ese que llevaba a los centros culturales de Madrid representaciones de teatro y danza y actuaciones musicales profesionales. Ese que acercaba la cultura de calidad a los barrios, ese que democratizaba la cultura. Por mail, a finales de julio y sin dar la cara. ¡Qué cara! Con un plumazo se han ahorrado la enorme y dispendiosa cantidad que ronda los trescientos cincuenta mil euracos por más de ciento veinte bolos (Sin tener en cuenta los datos de los bolos musicales). Un concejal opositor de nombre difícil de pronunciar dice que se gasta más el gobierno en seguridad en el Palacio de Cibeles, y que eso no está bien, que es fatal de los fatales para el ciudadano. Un quejica y un raro, eso es lo que es ese concejal, como su apellido.

Bueno, que ya ven ustedes como vuelve uno de este verano del que no ha podido irse del todo por miedo a que le robaran la empresa. Sí, robaran. Fíjense, el agua, la luz, el teléfono…, los hemos gastado, consumido en agosto, ¿verdad?, pues lo vamos a pagar como si lo hubiéramos hecho en septiembre, al nuevo IVA no al que lo consumimos. Ladrones, cuatreros del 3%, que miran hacia el cielo mientras silban haciéndose los despistados, el Sitio de Zaragoza. Lástima no les caiga un burro en la cara.

Alguno estará pensando: “Este Robert viene guerrero, no tiene una mala buena noticia que comentarnos”. Hay muchas, pero es que el tonillo del post de hoy no las pide. Pero suelto un par de ellas: El Museo Esteban Vicente consigue eludir el cierre temporal gracias a la intervención de un par de empresas. Ingeniería que sugiere posibilidades aplicables a otros lugares, a otros museos, a otros espacios de cultura y arte. Otra: en el Teatro Español preparan un programa de visitas guiadas. El interior del teatro mostrado en esplendor, dado a conocer a las audiencias, desarrollándolas, formándolas, compartiendo con ellas espacios y dichas.  También hablaremos de estas.

Los próximos post serán más serios. Pero es que todavía tengo arenilla en las orejas y juego en el baño con el cubo y la pala por las noches haciendo castillos. Se lo prometo que serán más sesudos. Por éstas.

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Mientras declaran la guerra, ¿quién se cree ahora el PECAM?

Traición a la cultura

Mientras el 26 de julio se presentaba con bombo y con platillo el Plan Estratégico Cultural del Ayuntamiento de Madrid, sus responsables ya habían decidido suspender toda la programación artística de música, teatro y danza en los distritos madrileños para el segundo semestre del año. La programación artística en los centros culturales, que acerca la cultura profesional y de calidad a la periferia urbana, y la democratiza, estaba compuesta aproximadamente por cerca de 120 actuaciones que afectaban a 43 compañías con un coste aproximado de 350.000,00 €.  A estas cifras hay que sumar las de la música.

La decisión unilateral de rescindir los acuerdos previamente suscritos con empresas y compañías, que se inscribe en el suicida Plan de Recortes que el gobierno central y los locales están acometiendo en loca carrera, multiplica las dificultades de supervivencia de la creación hasta lo insoportable, y hurta a los ciudadanos su derecho a la cultura y al arte. En Sopa de ganso, de los Hermanos Marx, se decía: “¡Es la guerra!”. Yo creo que simplemente es una declaración de guerra. Nada más y nada menos.

Escribí el post anterior sin conocer esta noticia, pues los responsables municipales aún habiéndola tomado ya, arteramente la ocultaron hasta después de presentar el PECAM. Pero en ese post alertaba hace una semana de que el mensaje de fondo había sido toda una loa al recorte, la “taquilla” y el neoprofesionalismo, y una renuncia a la política de proximidad.  Algunos políticos se sienten cómodos gestionando miseria, como si ese fuera su papel preferido.

La política consistente en más y más recortes, supuestamente orientada a reducir gastos, conduce inevitablemente a más paro, a menos consumo, a menos ingresos de las administraciones vía impuestos y, en consecuencia, a nuevos recortes en ciclos cada vez más cortos. Nuestros políticos no solamente son cobardes y mediocres, incapaces de liderar a una sociedad deseosa de enfrentarse unida a esta situación que no crearon; son, además –nuestros políticos-, desconocedores del axioma económico que dice que sin estímulos las políticas de recorte alargarán inevitablemente esta crisis salvaje y el sufrimiento enorme de millones de seres humanos inocentes.

El ayuntamiento de Madrid debe dar marcha atrás inmediatamente a la rescisión unilateral e ilegal de los acuerdos tomados con decenas de compañías y empresas artísticas. Si no lo hace, su credibilidad estará rozando el subcero a medio año apenas de su toma de posesión. Pero, además, se enfrentará a un sector harto, unido y que necesita y quiere vivir. Ya se sabe lo que ocurre cuando se empuja sin misericordia a la desesperación; tanto y a tantos.

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