Archivo de la categoría: Audiencias

De pelis y palomitas

El Ministerio de Cultura propone un programa de actualización de las salas de cine en base a su digitalización, con un presupuesto de tres millones de euros, a duplicar tras los acuerdos con las comunidades autónomas que se sumen. Ángeles González Sinde señala que la medida busca mejorar la calidad en la exhibición y recuperar espectadores. En mi opinión el apoyo a la distribución es necesario pero no entra en el fondo del problema del cine visto en salas.

Si el sector de la distribución quiere que los espectadores no abandonen las salas y que los que lo han hecho retornen, deberán ofrecer valores añadidos muy superiores a los actuales. En otros post anteriores he subrayado que las salas maltratan a los espectadores con espacios hiperexplotados que a menudo dificultan la limpieza entre sesiones; hiperexplotación que conduce a la expulsión urgente de los espectadores por la parte de atrás para ganar tiempo, como si de detritus se tratara; locales en los que si quieres tomar un refresco abusan desmesuradamente de los precios haciendo sentir al espectador algo muy cercano al atraco a palomita armada.

Todo ello expresa que las salas piensan poco “en espectador”, en público. O mejor, parece que piensan que los públicos siempre estarán ahí, dispuestos a ser maltratados a cambio de ver hoy lo que en unos meses podrán ver en su propia casa. Señores y señoras de la distribución: deberían ponerse a aportar valor a su trabajo. En ofrecer momentos de satisfacción añadidos que hagan que la memoria del usuario del cine en sala se acerque a lo memorable. Tal vez encuentros y debates con actores en directo tras algunos pases, tal vez información escrita de la obra entregada a los asistentes, tal vez comunicación individualizada, previa y posterior, con los clientes…

Cuando los espectadores sienten que son tratados como personas importantes, vuelven. El cine disfrutado colectivamente es un valor que no debe perderse, que quienes aman el cine no quieren perder. Pongámoslo fácil.

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Película salvacines

Sería impensable que algún intelectual afirmase públicamente que la existencia de Don Simón es un desastre y le dedicara sesudas y elaboradas críticas y lindezas, por más que su gusto se inclinase por “riberas”, “riojas” o “somontanos”.

Pues bien, hoy se estrena Torrente 4: Lethal Crisis, sobre la que multitud de voces eruditas expelen vitriólicos juicios. Algunas, es obvio que por envidia de sus prometedoras cifras; otras, por el estilo grosero, desvergonzado y chabacano que inspira la película y que en realidad son su “nicho de mercado”.  Porque el trabajo de Santiago Segura responde a la demanda de un mercado en el que las exigencias culturales no son predominantes sino expresión de un sector culto minoritario. La mayoría reclama ocio y en el mejor de los casos ocio cultural.

La industria cultural de un país se asienta en la existencia de productos con un alto retorno económico sobre la inversión inicial. Los beneficios generan no solamente bienestar para los productores sino capitalización para el sector y posibles inversiones en nuevos productos artísticos que buscarán similar rentabilidad. Con sus tres películas anteriores Torrente recaudó 51’4 millones de euros, muy cerca de los 69,7millones recaudados por todo el cine español en 2010. Nada de malo. Y en todo caso, al mal cine se le combate con buen cine, y a la falta de cultura con educación y cultura accesible. Lo demás son deseos de elites con vocación paternalista.

Por primera vez iré a ver el trabajo de Santiago Segura, y trataré de aprender de su inmejorable lanzamiento, incluido el empleo de twitter y Spotify y la comercialización en 3D. Atento también al hecho de que una sola película pueda “salvar” el cine español en 2011. Sin más comentarios.

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¿Solo ante el peligro?

Segundo post consecutivo sobre el cine. Cosas que ocurren porque este sector cultural estratégico está sufriendo como pocos el cambio de paradigmas en su distribución. Así que resulta inevitable hablar de él; y más tras los Goya.

No es  lo mismo afirmar que la solución está en internet a que internet debe formar parte de la solución. Alex de la Iglesia, en su discurso en la ceremonia de los Goya, acertó de plano al colocar a los públicos como eje de la acción cultural y del arte. Porque sin tenerlos en cuenta el arte es onanismo. Y hoy, demasiados creadores, productores y exhibidores no cuentan lo suficiente con los destinatarios de sus creaciones y de su negocio.

Pero da la impresión de que el todavía presidente de la Academia no ha sacado la conclusión completa y tiende a surfear exclusivamente por la ola internetera. Claro que los modos de consumo y de relación con el arte son diferentes desde el nacimiento de internet; claro que eso afecta esencialmente al arte reproducible, entre los que la música y el cine son los más afectados. Pero el cine no solamente se consume/disfruta a través del ordenador o la televisión. O por decirlo de otro modo: los espectadores no han dado la espalda al cine porque -Alex dixit– “están mirando la pantalla del ordenador”. A pesar de la pérdida de espectadores, las salas siguen siendo un lugar de referencia en el consumo social del cine. Son la expresión de que el cine ha sido, es y puede seguir siendo un hermoso rito social. Por eso las gentes del cine, si quieren pensar en los espectadores, han de pensar en las salas. Hoy, en España, los cines son en general la ejemplificación del maltrato y de la consideración del espectador como un sujeto al que sacarle dinero. Muy mal.

Sí, Alex, pensemos en internet, no como la salvación sino como un nuevo e importante escenario para el arte y la cultura. Pero sobre todo pensemos en los públicos, porque también internet los puede maltratar, y mucho.

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El cliente/usuario como protagonista

Los clientes, consumidores, usuarios, como quiera que elijamos llamar a quien paga por un producto o servicio, son los protagonistas de la transacción. En todas las facetas de la actividad socioeconómica, incluida la cultura, por supuesto. No es el artista sino quien le permite serlo porque le paga por ello; no es el teatro, cine museo…, sino quienes con su dinero e interés mantienen vivas esas instituciones. No son los controladores, sino los ciudadanos que sufragan sus salarios.

Me sale la vena dura en este tema, y perdonen. La ha atizado un fin de semana en que ha quedado al descubierto lo mucho que nos queda por recorrer en nuestro país para que asumamos en la práctica cotidiana que el cliente decide. Decide cuándo se produce el contacto artístico, decide su nivel de satisfacción, decide si lo que ha pagado era justo, excesivo o barato. Decide si las condiciones eran o no adecuadas y el conjunto tenía o no calidad. Es la experiencia del usuario la decisiva, no el deseo de quien oferta.

En cultura tenemos una enorme oportunidad de mejorar en la atención y la relación con el cliente, precisamente porque hay mucho por hacer. El concepto que debe guiar a compañías, empresas, teatros, museos, galerías…, es que el encuentro con el cliente debe suponer para él una experiencia única. Un “viaje” en el que la amabilidad, la calidad, la escucha, las condiciones del encuentro, el trato, el precio (aporto apenas unas pinceladas) constituyan un paseo agradable y satisfactorio, no una gincana (pido perdón a la RAE). Deber ser una preocupación constante que imponga cambios en las organizaciones y en sus servicios.

Mi padre, que era un comerciante de la vieja escuela, repetía una y otra vez aquel viejo dicho de que “el cliente siempre tiene razón”. Obviamente él sabía que no siempre era así, pero también sabía que un cliente que habla mal, además de irrecuperable, hace perder otros muchos clientes.. Parece mentira que este viejo consejo del marketing más pedestre siga siendo necesario. Pues eso.

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CRM (jopé!) y lealtad

En España,  el marketing cultural necesita emplear instrumentos que ya están en marcha en otros ámbitos y en otros países. Una adecuada relación con los públicos, que deben ser el centro de atención de las organizaciones, es una de las claves.

La búsqueda de la lealtad –qué bella palabra- se encuentra en el fondo de otra expresión, esta otra mucho más fea, generada por el marketing contemporáneo, y que en sus siglas inglesas es CRM (Customer Relationship Management) y en nuestro español paladino Gestión de la Relación con los Clientes. Pues bien, la búsqueda de la lealtad de los usuarios exige a las organizaciones –grandes y pequeñas- un profundo conocimiento y escucha de sus deseos, opiniones y necesidades. También requiere canales de comunicación sencillos y bidireccionales. Y empresas y organizaciones que centren sus estrategias en sus públicos. Están llamados a desaparecer los tiempos en que las organizaciones lanzaban sus ofertas sin atender las necesidades y opiniones de sus clientes. Sin individualizarlos y conocer quiénes son, sin preocuparse el grado de calidad de su experiencia como clientes. Hoy, la sofisticación tecnológica –las redes sociales son un buen ejemplo, pero no el único- permite un mayor peso de los ciudadanos en la configuración de opiniones y tendencias. Hablaba de ello con Beatiz Tomey, precisamente CRM de Hoss Intropia, en la fiesta de presentación de ASIMETRICA, la nueva empresa de consultoría de marketing cultural en la que estoy implicado.

Y es que la cultura no está al margen de esta tendencia profunda y que lo será más todavía en el futuro. La gestión cultural, los gestores culturales, quienes producen, distribuyen, o gestionen acontecimientos culturales –museos, teatros, compañías, orquestas, editoriales, productoras audiovisuales…- necesitan para la sostenibilidad de sus organizaciones, incluso para su supervivencia, orientarse a los clientes, establecer canales de inter-relación con ellos, y fomentar así su lealtad. Porque quien se siente escuchado y atendido es mucho más fácil que permanezca a tu lado, incluso puede que en estos tiempos de cambio y de transfuguismo, hasta perdone algún error.

Pero las organizaciones y los gestores deben asumir que los usuarios tienen voz y capacidad de decisión; y han de asumir, también, que los nuevos medios deben ser empleados sin temor y con seriedad, no por moda. Lo que exige desarrollar capacidades concretas y destinar recursos específicos a esta tarea. La calidad de los productos artísticos y culturales es uno de los componentes esenciales para el éxito. Otro, sin duda, la gestión adecuada de la relación con sus destinatarios, los clientes. Y, en fin, que la lealtad es una vía de dos direcciones.

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ASIMÉTRICA, una consultora cultural ¡Qué bonito es nacer!

En las últimas décadas se han producido en España profundas y progresivas transformaciones en el ámbito de la Cultura, que han configurado un cada vez más rico y complejo universo de responsabilidades en la acción cultural. Un nuevo marco, en el que instituciones públicas y agentes sociales precisan de conocimiento experto y habilidades que complementen los perfiles de los cargos políticos, trabajadores y funcionarios con responsabilidades en el área de Cultura, y de los gestores de empresas y fundaciones con responsabilidades culturales. El empleo de conocimientos y recursos específicos externos puede ser una fortaleza de la que disponer, un seguro cultural que dé respaldo a las decisiones a las que habitualmente han de enfrentarse.

Tareas como la evaluación de resultados de la acción en centros culturales, el análisis de la viabilidad económica de determinados proyectos culturales, la puesta en marcha de nuevos espacios de exhibición cultural, o la relación con las audiencias, por poner algunos ejemplos, plantean ámbitos de responsabilidad en los que  es precisa la consultoría externa, con el afán de ampliar la rentabilidad, la eficiencia y la extensión de la acción cultural. Hoy, el asesoramiento cultural se muestra como una herramienta necesaria y útil puesta al servicio de la calidad de la política cultural local y de la acción cultural de otros agentes sociales. Y al servicio, al mismo tiempo, de la transparencia en la gestión, como valor añadido

Para ello nacemos, para ello nace ASIMÉTRICA, una consultora en Gestión cultural, Marketing y Audiencias, un nuevo proyecto empresarial en el que me he embarcado, asociado a Raúl Ramos, y que cuenta con otros consultores igualmente expertos y conocedores del bosque en que nos adentramos: Alicia Moreno, Javier Balsa, Bruno Fernández y David Lara. Una etapa más del Viaje a Ítaca.

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Cultura y redes sociales, 3er debate cultural…con jamón

Ayer, celebramos en nuestra sede de elmuro el tercer Debate cultural… con jamón, sobre Cultura y redes sociales. Asistieron dos docenas de gestores culturales y lo animaron dos jóvenes veteranos expertos, David de Ugarte (autor de “El poder de las redes”) y Javier Martín Balsa. Sigámosles, porque tienen mucho que decir y muy útil para quienes trabajamos en el universo de lo cultural y lo social.

Las redes son nuevos sistemas de comunicación que David denomina “distribuida”, por estar poco influida por la jerarquización, y que exigen una nueva forma de relación amistosa, de igual a igual, con las comunidades de intereses que las componen. El conocimiento de su funcionamiento, sus reglas es imprescindible para las organizaciones culturales. Como lo es cambiar el modelo de relación con nuestros compañeros de viaje –públicos, audiencias, clientes, usuarios…-, que deben pasar a ser socios a los que escuchar y a los que dar papel en la marcha de cada proyecto que les propongamos.

Lejos de considerar las redes sociales como un nuevo juguete con el que relacionarnos, hay que considerarlas un sistema de comunicación y de acción, que empleado con sabiduría puede contribuir a la transformación cultural. Con sabiduría. Sin oportunismos.

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Calidad en el arte… y en la atención a los públicos

Dirigido por Alberto Fernández Torres, pensador imprescindible en el ámbito cultural, se celebró hace unos días en Almagro un Taller dentro de la Escuela de Verano de La Red de Teatros, en torno a la Calidad en las artes escénicas. El objetivo era poner en común y ofrecer a los responsables de los teatros públicos, criterios lo más objetivos posibles para la evaluación, y por lo tanto para la selección, de las obras escénicas. En la mesa estaban también, Eduardo Pérez Rasilla, Alex Ruiz Pastor, Manuel Fernández Vieites, y yo mismo. Mis compañeros hicieron una excelente aproximación a los criterios que han de ser tenidos en cuenta para valorar un espectáculo. En el fondo de este tema está la necesidad de proponer un lenguaje y un corpus de conceptos comunes al sector, como lo tienen otros ámbitos, para que pueda realizarse la tarea de evaluación lo menos subjetivamente posible. Desterrar el “me gusta o no me gusta”, que tan solo refleja el dominio de la subjetividad y el todo vale. Bien.

Alberto, con una incomprensible confianza en mis posibilidades, me encargo que toreara el miura: la calidad desde la demanda, desde los espectadores. No sé si mis conclusiones fueron del todo bien recibidas por la concurrencia. A mi modo de ver, la calidad no es el primer componente racional de los públicos de artes escénicas, aunque sí lo sea para los más aficionados. Lo que esperan y buscan la mayor parte de los espectadores es que sus expectativas se vean satisfechas, y que la experiencia sea lo más memorable posible. Y para que esto se produzca la calidad es importante, pero son decisivos valores añadidos a los que actualmente el sector no da excesiva importancia. Un espectáculo es algo más que lo que se produce en el escenario: es el viaje, la experiencia, la comodidad, el aparcamiento, la información, la atención y la sonrisa de los empleados, la comunicación previa y posterior… Y los gestores –públicos y privados- siguen demasiado preocupados por el arte y poco por los espectadores, por los públicos y por lo que ellos demandan y esperan, por tratarlos como clientes y usuarios de un servicio. Por hacer de su experiencia memoria rica.

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Análisis de Audiencias

Hace unos días, la tarde del último día de abril, nos reunimos en los locales de elmuro un grupo de gestores culturales preocupados por el tema de cómo saber más de los públicos, cómo conocer sus gustos, opiniones, deseos, críticas. Respondíamos a una iniciativa del inquieto Raúl Ramos que había invitado a Stuart Nicolle, de Purple 7, a presentar su empresa, dedicada precisamente al estudio y análisis de las audiencias en cultura. Allí estaban, prestos al debate y generosos en sus aportaciones José Luis Rivero, Grego Navarro, Carlos Sánchez, Rosa Molleda, Alicia Moreno, entre otros muchos. Saber, conocer es la condición sine qua non para hacer política cultural.

En España sigue siendo infrecuente la preocupación por saber de los públicos, probablemente por el desmesurado peso que tiene en la cultura el dinero público y el funcionariado. Y por el exagerado valor que las organizaciones dan a sus propios productos, de los que suelen estar enamorados ciegamente. Purple 7 evalúa e informa estadísticamente cada día para sus clientes quince millones de entradas, una información que teatros y organizaciones emplean para comunicarse con sus clientes buscando su plena satisfacción.

En nuestro país ni siquiera las empresas de ticketing se han preocupado por extraer datos de sus ventas y aportarlos para mejorar la relación con los clientes e incrementar la demanda. Pero el problema de fondo es previo: el sector, los agentes que intervienen en la creación y en la exhibición de arte en España, están poco preocupados por conocer a sus públicos. Y la preocupación por conocerlos, por comunicarse con ellos, es paso primero e imprescindible para que el sector: teatros, compañías, gestores culturales, se relacione mejor con  los públicos.

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