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Los creadores y SGAE. ¡Tan necesarios y tan frágiles!

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SGAE estrena nueva Junta Directiva, fruto de las recientes elecciones, y hace unos días fue elegido en ella su nuevo presidente, José Luis Acosta, que repite cargo. Su histórico reto es probablemente refundar la sociedad de los autores.

Los cielos demandan unidad y discreción frente al guirigay y la confrontación de los últimos tiempos. Son muchos los no-amigos de SGAE, unidos por el interés común de debilitar la sociedad que gestiona los derechos de los autores y poco proclives a dar respuesta al reto de cómo pagar a los creadores en los tiempos de internet. Y los socios de esa casa deberían ser conscientes de la tormenta exterior y de la pérdida de crédito de los últimos años y unirse, unirse hasta la intimidad en la tarea de salvaguardar los derechos y la figura del autor.

Es razonable pensar que en la nueva Junta no han cambiado los malos aires de “fronda” que la atravesaban en los últimos meses. Con algunos de los viejos junteros y aspirantes a presidente dentro, los pequeños odios y los grandes intereses personales con asiento en plaza, la preocupación por la función primordial de SGAE pasa a segundo plano. La misión de la sociedad de los autores es defender los intereses de los AUTORES, así, en mayúsculas y en plural. Alguna vez he escrito que la defensa de los derechos de los creadores, que en última instancia tiene que ver con el derecho a vivir dignamente de sus obras sin que se las roben o manipulen, es el termómetro de la madurez democrática de una sociedad en relación a la cultura. He dicho también que el problema de SGAE era de liderazgo. Pongo en cuarentena esta última afirmación. Probablemente el problema de SGAE es que en su seno la defensa de los autores, de TODOS LOS AUTORES, DE LA FIGURA Y LOS DERECHOSA DEL AUTOR, no preocupa a todos los socios por igual. Y en particular, algunos conciben la sociedad como una herramienta útil a sus intereses económicos y de poder. Desgraciadamente esos han perdido las elecciones y hoy no gobiernan la SGAE. No, no es que me hubiera gustado que ganaran las elecciones –los defensores de la “rueda” no cuentan con mis simpatías-, pero probablemente están decididos a convertir en una guerra infinita su derrota en esta batalla. Y eso no merece la pena. Porque nadie que ame la paz y la creación puede vivir permanentemente en pie de guerra y de visceral odio. Nadie que prefiera el sentido común y el acuerdo frente al empujón y el codazo, puede estar cómodo entre gritos y pleitos. Nadie que ame el arte puede hozar a gusto en el barro.

Tal vez los autores hayan de pensar en la posibilidad de solucionarlo rompiendo la SGAE por colegios o simplemente, creando dos sociedades que reúnan por simpatías estratégicas a sus nuevos socios. No sé si es una buena posibilidad. Parece que al menos, puede llegar a ser menos mala que la guerra infinita. Porque si ni un ápice de deseo de unidad hay, si ni un átomo de necesidad de compartir espacio hay, convivir es vano intento.

Los autores, los creadores -la creación- se merecen una voz unidad y armónica. Y a la sociedad es mejor darle un espectáculo más edificante.

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Yo no puedo ser Charlie

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Yo soy más de monte o de mar, incluso de campo, pero hoy voy a meterme en un jardín afirmando blogueramente: Yo no puedo ser Charlie.

Semanas después del asesinato de los caricaturistas de la revista francesa, brutal por desalmado, bárbaro por insensible al dolor del otro, inútil porque los criminales lo que mueven lo mueven hacia el infierno, es momento, tal vez, de darle un par de vueltas a este tema en relación al mundo de la cultura. Empiezo diciendo que “Yo no puedo ser Charlie”, y me explico.

  1. Yo “soy” víctima y me coloco del lado de todas las víctimas que han sido agredidas, maltratadas, asesinadas en la historia. Con Walter Benjamin pienso que tenemos una enorme deuda con cuantos han sufrido y nos han precedido. Estoy al lado de todas las víctimas pues, sea cual sea su origen, su credo, su género o su ideario, incluso cuando no me guste; incluso cuando se oponga a cosas en que creo, que amo o deseo. Ser solidario y empático con las víctimas ha de sacar lo mejor de los seres humanos. Defenderé pues la revista Charlie Hebdo, y su derecho democrático a expresarse por medio del cómic y la caricatura como lo sienta o desee. Siempre. Aunque no me identifique con los insultos, los ataques o las ridiculizaciones.
  2. Quienes cometen crímenes no representan credos, son simplemente criminales, sea Atocha, Nueva York, Marraquech o Bagdad su escenario. Los verdugos de todos los tiempos y todas las religiones quieren siempre ser tenidos por representantes aventajados de terceros. Pero asumir que son representativos, o actuar como si lo fueran, es hacerles el juego a los malos. Es cierto que diferenciar es difícil, sobre todo cuando desde el interior del islam no se han levantado todavía voces suficientes para denunciar a quienes usurpan una representación que nadie les otorga. Pero en Occidente hemos de asumir nuestra responsabilidad, que no es otra que distinguir a la inmensa mayoría de musulmanes que son sencillos creyentes con reglas distintas a las cristianas, de los que reclamándose de esas creencias son capaces de asesinar. El odio no está recogido en ninguna religión como regla, y dar por hecho que una o algunas religiones son en esencia violentas, es dar por cierto que la violencia es la base de nuestra relación con ellas. Gracias a los dioses, a los diversos dioses, nuestro país es testigo histórico a través de nuestra Edad Media de que la convivencia entre religiones no solo es posible sino que puede llegar a ser sustancialmente enriquecedora.
  3. La cultura y el arte son herramientas de encuentro, de relación. La cultura y el arte han de estar al servicio de reconocernos como pertenecientes al género humano y alentar la comprensión del otro, la aceptación de la diferencia, el compasivo reconocimiento en el otro de mí, de mis diferencias e incluso de mis defectos. La cultura y el arte no deben ser altaneros, ni mirar otras civilizaciones desde la suficiencia y el menosprecio. Occidente lo ha hecho durante cientos de años. Hoy, ese Occidente que vuelve, se encuentra en el camino con otras expresiones que todavía van, particularmente algunas interpretaciones del islam. Algunas de esas expresiones particulares parten de que la simple diferencia ideológica, religiosa o de vestimenta, merece la pena de muerte. Quienes así piensan, perdón, quienes actúan en consecuencia a esas ideas, son asesinos y deben ser perseguidos por la justicia del país donde cometan sus fechorías. El hecho de que una caricatura saque de quicio, o sea empleada para justificar ataques brutales a la libertad y a la vida, refleja una extrema fragilidad de pensamiento de quienes así actúan. Pero nuestra historia no es ajena a ello, ni está libre de pecado, y no nos permite tirar demasiadas piedras. En mi opinión, ni los dominicos autores del Malleus maleficarum, manual católico antibrujeril que costó la vida a miles y miles de inocentes en la Edad Media cristiana, ni quienes defienden una interpretación de El Corán que bendiga acabar con la vida de inocentes, aportan más al mundo que dolor. Ambos, con siglos de distancia eso sí, juegan en el mismo equipo intelectual.
  4. No me gusta ridiculizar al “otro”, subrayar con desprecio las diferencias. Quienes sentimos que la cultura y el arte no tienen fronteras y que por ello buscamos en el “otro” idéntico reconocimiento como seres humanos, estamos obligados a no despreciar la diferencia cultural e incluso a entender que otras personas, en otras partes del mundo, piensen y vivan de manera distinta e incluso opuesta a la que nosotros hemos elegido. Más aún en tiempos de globalización y de intercomunicación instantánea. La riqueza de la diversidad. (Lean, por favor a Tzvetan Todorov). Ello no quiere decir que aceptemos en nuestros países otras leyes que las que libremente nos hemos dado. Ello no quiere decir que nos gusten modelos civilizatorios en los que la igualdad de géneros no existe, o en los que la fuerza bruta predomina sobre el pensamiento y los derechos. Pero, en realidad, la ridiculización, ayuda no pocas veces a identificar al otro como inferior, retrasado o simplemente como enemigo. Y si queremos convencer a alguien, o señalar a otros las bondades de nuestro camino, y hablo de seres humanos que viven en otras sociedades, no será fácil hacerlo insultando o caricaturizando sus creencias. Y viceversa.

En resumen:

La interpretación del mundo como un espacio de seres susceptibles de ser sometidos a una sola religión o/y cosmogonía, no es aceptable, y no puede ser respondida con cultura altiva occidental que mire por encima del hombro a otras religiones o formas de entender las relaciones sociales… Eso no sirve para construir, además de mostrar el poco aprovechamiento y escaso aprendizaje que hemos extraído de nuestro propio pasado.

Soy víctima, pero no me gusta burlarme de otras civilizaciones. Ni en cómic. Y sé que unos miles de personas no representan a toda la sociedad, ni en el mundo cristiano ni en el musulmán. Ni desde el grito o el exabrupto, ni desde el crimen. La razón por encima de la pasión, el puente más que el barranco, la compasión muy por encima del odio.

Estaría bien, además de todas estas reflexiones, que nos preguntáramos qué ha ocurrido en los últimos 80 años en las relaciones internacionales para que una parte del mundo musulmán acepte el terror y la venganza como herramientas de presencia. ¿Aporta alguna explicación o información la constitución del Estado de Israel tras la II Guerra Mundial en suelo palestino; o la promoción de los talibán por la inteligencia norteamericana para expulsar a las tropas rusas de Afganistán; o la invasión de Irak argumentada en falacias y que llevó a cientos de miles de soldados a decenas de miles de kilómetros de sus casas?

No me identifico con quienes diciendo “Yo soy Charlie” asumían/asumen el insulto o la burla como herramienta de relación con los otros, con cualquier “otro”. Quienes decían “Yo soy Charlie” como expresión de solidaridad con las víctimas y de oposición a los verdugos, cuentan sin embargo con toda mi simpatía.

Pero, aunque yo no sea Charlie defenderé con todas mis fuerzas que todos los Charlies del mundo opinen libremente, incluso aunque lo hagan desde el desprecio al otro. Es la diferencia entre la opinión y la bala. Y estaré enfrente de quien ataque, maltrate, amenace, hiera o mate a cualquier Charlie. Es la aportación de quienes no queremos imponer nuestra mirada a nadie, de quienes aspiramos a un mundo mejor y diverso. De quienes intentamos superar día a día el temor de ir hacia un mundo en que el dolor ajeno sea moneda de cambio.

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Autores todos: OS QUEREMOS!!!! (aunque a veces no lo parezca)

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Hace unos días una asamblea extraordinaria de la Sociedad General de Autores y Editores acababa, nuevamente, sin ver aprobadas las cuentas anuales ni las nuevas tarifas de derechos para las franjas horarias televisivas. Si hacemos caso a los medios de comunicación, algunos de ellos muy, pero que muy interesados en que las cosas de SGAE vayan mal (luego veremos porqué) establecían paralelismos entre la asamblea y la serie “Aquí no hay quien viva”. Comparaciones que son un despropósito, por cierto.

Desde hace unos años, la sociedad que representa los intereses de los autores y que se encarga en nuestro país de recaudar sus derechos conforme a la legislación, no deja de vivir un estado de crisis interna y de ataques externos. La crisis interna está producida en buena medida por el cambio de modelo de gestión y de liderazgo tras la desaparición de Eduardo Bautista como presidente. Sus sucesores, que tomaron la responsabilidad en plena y brusca bajada de la recaudación de derechos, se encontraron, además, con equipos que no habían elegido, con decisiones estratégicas que no habían tomado (Arteria) y con una sociedad –la española, incluidos sus políticos- que no reconoce en la práctica el derecho de los creadores a vivir de sus creaciones, algo que solo puede explicitarse con el pago del porcentaje correspondiente por la utilización y disfrute de sus obras.

Para mayor dificultad, este periodo reciente ha sido testigo de diversas legislaciones sobre propiedad intelectual, a menudo parciales y poco duraderas, y con un cambio de fondo en el modo en que se consume la cultura, trasladándose buena parte de ese consumo desde los soportes físicos a los virtuales.

Si como espectador externo me preguntaran (ya, ya sé que nadie me lo va a preguntar: era algo retórico) mi opinión sobre la situación de SGAE y su diagnóstico proyectado al futuro, agruparía lo que pienso en los siguientes puntos.

  1. SGAE tiene déficit de liderazgo, personal e ideológico. En lo personal, las situaciones verdaderamente difíciles, y la presente lo es, requieren al mando de la nave a personas capaces de suscitar un indiscutible consenso; personas que sepan aunar y buscar el interés de la mayoría por encima de todas las cosas. En lo ideológico, se precisa reconstruir el respeto de los ciudadanos hacia la obra y la figura de los autores como inversión del conjunto de la sociedad en su futuro cultural. El hecho de que “descargarse” arte esté bien visto y que hablar mal de la sociedad de los autores sea una actividad casi profesionalizada, refleja hasta qué punto la sociedad española está desarmada ante la necesaria construcción de una Cultura propia y autónoma. Pero la culpa también es de quienes desde las propias filas de los autores han tenido y tienen la responsabilidad de generar ese respeto hacia los creadores. La principal tarea que tienen los autores y sus sociedades de gestión es recomponer su imagen ante la sociedad, y convencerla de que un país que pretende disponer de una cultura propia dentro de unas décadas, debe favorecer y potenciar que los creadores vivan hoy de su trabajo. Hoy, algunos autores –apenas un puñado- parecen más interesados en recaudar lo más posible que en que los derechos de autor reflejen el respeto social a la figura del creador. No les importa la algarabía.
  2. En SGAE conviven autores con editores, es decir, creadores, con titulares de derechos que no son creadores. Esta medida se anunciaba desde su inicio, hace muchos años, como un foco de conflictos. Tal vez sea el momento de plantearse que pueden existir, coexistir, una sociedad que gestione derechos de autor (incluso varias sociedades de derechos de autor), y otra/s que gestionen los derechos de los editores. Es mucho mejor que existan varias a que exista una que internamente tiene dificultades para funcionar como una sola organización. Una sociedad de guionistas y autores dramáticos y músicos es perfectamente posible.
  3. La SGAE debe proceder, probablemente, a reestructurarse internamente y a dotarse de equipos alineados con las nuevas direcciones, que trabajen en sintonía y lealtad con las directivas y consejos elegidos por los socios, que pongan sus conocimientos al servicio de sacar adelante la imagen y los derechos de los autores, por encima de los intereses de grupos internos de presión, sean cuales sean éstos. El capital histórico acumulado por la sociedad de los autores es enorme, y está siendo dilapidado en poco tiempo sin que se aborden estratégicamente las causas.
  4. La resolución del problema llamado de “la rueda” es esencial, por ejemplificante, y probablemente piedra angular para la solución de otros problemas. Muchos se preguntan lo que es “la rueda”: pues bien, en pocas palabras, es lo que explica porqué, sea cual sea la cadena televisiva a la que se conecte uno a las tres de la mañana, se emiten grabaciones musicales que jamás volverán a oírse por ningún otro medio ni por otros intérpretes. Es un sistema por el que algunos autores y las televisiones (aquí está una de las claves de la acritud de los medos con SGAE), recuperan por la vía de los derechos de autor lo pagado a SGAE, sin que eso corresponda realmente a consumo cultural alguno, simplemente por tiempo de emisión. Este tema, que desde fuera parece estúpido, mueve millones de euros para algunos autores y cadenas que se aferran a sus recaudaciones, aprovechando resquicios legales y el inadecuado valor de los derechos en esas franjas horarias que nadie ve.
  5. Muchos medios de comunicación (y muchas personas animadas por aquellos) llegan incluso a manipular la información para atacar a la sociedad que recauda los derechos de autor, que no olvidemos es el dinero que ellos perciben por su trabajo: su medio de vida. Muchos se frotan las manos imaginando un futuro en el que los derechos de autor pudieran defraudarse todavía más fácilmente de lo que hoy se defraudan: eso que se ahorrarían. La consecuencia, desgraciadamente, sería que la creación, el arte, la música, la danza…, dejarían de existir tal y como las conocemos o vivirían una lánguida vida , y la pujanza que ha venido mostrando las últimas décadas se vendría abajo. Frente a esto, los autores, todos ellos, deben alinearse en un frente único y no proporcionar munición alguna a los medios atacantes.

Quienes sentimos que los guionistas, compositores, dramaturgos, coreógrafos… son insustituibles en la labor de hacer cultura y construir país, nos sentimos abochornados por situaciones como las que rodean la asamblea extraordinaria del lunes día 26 de enero. Sin ser linces sabemos que intereses personales de algunos, en todo caso minúsculos, están siendo puestos muy por delante de los intereses de todos los creadores. Solamente pedimos a quienes entre los autores estén más libres de pecado, que tiren la piedra sin esconder la mano, y expliquen a los ciudadanos la situación. Antes de que el crédito se agote es mejor, si es necesario, romper la baraja para empezar de cero. De nuevo.

 

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El Kit de supervivencia elmuro: enganchados a la vida

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La fiesta del Kit de supervivencia elmuro, que celebramos el lunes 15 de diciembre en el teatro Arlequín-Gran Vía, fue una celebración del regalo y las palabras bellas. Un rito colectivo en el que el amor al arte se convirtió casi en obscenidad buena. Y también un espectáculo al fin, dirigido este año por Eduardo Bazo, con Gustavo Pérez a los mandos técnicos. Celebrábamos el comienzo de una celebración muy importante para elmuro: sus veinte años de vida que se celebran en 2015 y que traerán muchas novedades.

Más de doscientas personas reunidas para recibir el Kit de supervivencia y para participar leyendo o aplaudiendo las actuaciones. Abrió la parte artística la última producción de Teatro del Alma, Ana el 11 de marzo, de Paloma Pedrero, presente con un monólogo actuado magistralmente, por María José Alfonso, a la que daba pie Ana Peinado. Y luego las chicas del grupo juvenil de teatro Demikó, de los Premios “Buero” de Teatro Joven, trasladando energía y alegría a raudales; y Raúl Barrio y Gloria Londoño, con “O mio Babbino caro” de Puccini. Un hallazgo muy aplaudido fue el de convertir las lecturas tras cada actuación en sesión de terapia colectiva de enganchados a la cultura, con Jacinto Bobo como conductor: “Soy Ruth Gabriel y llevo seis cuartos de hora sin leer un poema”, rezaba antes de leer. “Te queremos Ruth”, rugía el patio de butacas. Y Ruth leía esta vez unos versos de su madre, la llena de poesía Ana Rossetti. “Gracias Ruth”, terminaban los presentes en colectivo. Y seguía luego una nueva actuación que ayudaba a presentar y hacer balance de las cosas hechas por elmuro este 2014 que acaba.

Allí estaban dando su voz Luis del Val, Paloma Pedrero, Carmen Ruiz, Ruth Gabriel, Ángeles Martín, José Carlos Illanes, Pedro Antonio García, Abigail Tomey; y otros muchísimos amigos y amigas que no leyeron porque no da tiempo y el catering aprieta: José Usandizaga y Tiago Lima de Coca-Cola, Antonio León de Quid Quid, David Torrejón, de Anuncios, Lola Rúa y Elena Lube, de Efémera, recientísimas ganadoras del premio Emprendedora Madrid, Paco Tomey y María Teresa Senso, Cristina Suárez, Manuel Galiana, Salvador Sanz, Natalia Huarte, Gonzala Martín, Salbi Senante, Teresa Valentín de Guindalera, Santiago Fajardo, José María Cámara, Luis Moreno, con los compañeros de FESCIGU, Ana Buñuel y Ángel Luis Pérez del Ayuntamiento, los periodistas Rafa Esteban, Juan Ignacio García Garzón, Marga Gallego, y Óscar González, Irina Kouberskaya de Tribueñe, … y otros amigos colaboradores: Andoni Lopategui, Ignacio Evangelista, Pilar Rodríguez, Luis Lamadrid, Javier Ortiz, Chema Rodríguez, nuestros “socios” de Mancort, Chema Ciarreta… En fin, legión (perdón a quienes no cito). Como legión fueron los que no pudieron estar, que fue un lunes de feroz competencia con muchas convocatorias navideñas. Candela Muro Pedrero, que cada día que pasa se hace más lista y madura, me hizo la mejor de las críticas: “me hubiera gustado que pudiéramos leer más gente, como cuando lo hacíamos en la oficina”.

Para cuantos trabajamos en elmuro es una jornada de encuentro en el que mostramos lo que somos dando, que finalmente es eso lo que permite que reconozcamos nuestra personalidad diferencial. Y recibiendo. Porque como dije al final, en el cierre: somos lo que damos, somos el Kit, somos vosotros.

Gracias de corazón a todos cuantos nos acompañaron. Pronto más, que estos veinte años los vamos a celebrar con novedades compartidas. La primera el cambio de nuestro logotipo: un muro que invita a escribir, a mancharlo de deseos y de sueños.

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Menos de un año ya, para las elecciones, y en Cultura nada que esperar hasta entonces. (Un post gimnástico)

esperarMás de un mes sin escribir en el blog es mucho tiempo. En realidad el periodo más largo que lo abandono desde que lo inicié hace casi cinco años. Me pregunto la razón, y además de haber tenido en elmuro el trimestre más activo que recuerdo en toda su existencia, con numerosos eventos, producción artística y gestión de Madrid Activa entre otras cosas, me respondo que en realidad se debe a la atonía general de la Cultura en nuestro país. A que la realidad estimula bien poco, la verdad. Más allá de las rutinas, entre las que casi se encuentran los dignos repudios a algunos premios nacionales del ramo (Savall, el de Música, Colita, el de Fotografía), aquí no pasa nada. En realidad, a casi un año de las elecciones generales, podemos dar por finiquitada la legislatura sin que en el horizonte aparezca una novedad ilusionante desde la política. Ya ni siquiera el entierro del cadáver político que es Wert –es decir, su cese o dimisión- serviría para algo más que acortar la estancia en el poder del peor ministro de Cultura de la democracia.

Ni un paso atrás en la brutal medida impositiva del 21% a la Cultura que, efectivamente, ha supuesto un terrible golpe a un sector sensible y que debiera ser tratado con mimo por lo que supone de principal reservorio de alimento espiritual para la ciudadanía. Ni un paso adelante en la elaboración y aprobación de la ley de patrocinio. Y con dos ejemplos basta para ilustrar la nadería de este ministro y su equipo.

Tal vez el mayor aprendizaje de estos años pasados, y no solamente de los tres últimos, es que la solución de los problemas que afectan a los ciudadanos –pues la Cultura no es solo cosa de quienes la crean o la producen, sino de sus destinatarios-, es que son los ciudadanos y el propio sector cultural, quienes deben asumir la tarea de exigir, combatir, pelear frente a quienes consideran la cultura un lujo innecesario.

Bueno, que para retomar el blog después de unos días de parón, ya está bien, no sea que vaya a coger agujetas en los dedos del cerebro. Mañana más. O pasado.

 

Post Scriptum

Acaba el año, y para todos es tiempo de balances y de pensamientos futuros; para quienes trabajamos en elmuro, además, es tiempo de manualidades y de preparación del Kit de Supervivencia, que es nuestra manera de dar al mundo nuestro grito bueno. Pronto lo pondremos a disposición de nuestros amigos.

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El 21% de nada

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La decisión del Gobierno de aplicar un impuesto del 21 % a la producción y consumo de arte y cultura supuso y supone gravísimos problemas, cierto.

En el cine y en las artes escénicas en concreto, el incremento -brutal: del 8 al 21%- no ha repercutido apenas en los ciudadanos afectos al arte porque las empresas y compañías y los artistas han reducido sus márgenes para que los precios al público no subieran. Pero aún así, ha tenido tres consecuencias, entre otras, extraordinariamente graves.

La primera, la precarización del empleo cultural, que en estos momentos en no pocas producciones artísticas colectivas roza los límites de la dignidad, e incumple la legalidad. La segunda, la caída de muchos parámetros de calidad global de las producciones artísticas, que con la bajada de ingresos y de ayudas públicas reducen sus perfiles artísticos y de puesta en escena, el número de participantes en cada producción e incluso, urgidos por el éxito, buscan el camino fácil a través de producciones sin el menor riesgo en contenidos. En este segundo ámbito de consecuencias habremos de incluir, también (aunque este tema se merece un post específico) el caso del microteatro, que alabado por muchos de los laminadores de la cultura, precariza de oficio a los profesionales y muestra a muchos espectadores una faz tremendamente limitada del teatro. Y, en tercer lugar, la consecuencia más negativa ha sido la de desanimar a los públicos a acudir a los espectáculos en vivo, machacados comunicativamente por un análisis unilateral y chato de la subida de impuestos. En esta última consecuencia, el propio universo cultural tiene parte de la culpa al hablar constantemente, incluso cuando y donde no debe, de lo pernicioso del nuevo impuesto del 21%. El mensaje –falso por otro lado- de que la cultura se encarece, contribuye notablemente a que los públicos perciban esta expresión cultural como inasequible.

El 21% ha sido un trapero navajazo para la cultura y para los ciudadanos, a quienes desde el gobierno se transmite que la cultura es un bien casi de lujo. Pero desde el mundo del arte y de la producción cultural debemos buscar caminos propios que garanticen nuestra supervivencia y la del arte como expresión transformadora del ser humano, al margen y/o por encima de cualquier táctica del poder por destruirla. Incluso por encima del 21%.

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Ha nacido la Academia de las Artes Escénicas: un futuro nuevecito

Acádemia Artes Escénicas Española

El pasado lunes, 28 de abril, se celebró la Asamblea constituyente de la Academia de las Artes Escénicas de España. Un hecho importante en las vidas del centenar y medio de personas que nos juntamos en la Sala Berlanga de Madrid para fundarla. Importante, también, en el devenir de las artes escénicas de nuestro país.

Lo primero que nace en mí son palabras de gratitud para quienes han impulsado el proceso, y en su inicio SGAE; para quienes han formado parte del equipo redactor, que a lo largo de muchos meses han trabajado duro buscando cohesión y futuro; para quienes pudiendo no han puesto palo alguno en las ruedas de esta bella idea: ante la unidad de un sector clave en la cultura, el de las artes escénicas, cualquier palo se muestra nimio.

Y lo segundo mostrar la alegría por disponer finalmente de un lugar compartido por todos cuantos entendemos la vida desde el arte, el teatro, la danza. La Academia de las Artes Escénicas no representa organizaciones: es un lugar para personas, creadores, intérpretes, coreógrafos, iluminadores, vestuaristas, directores, autores, productores…, y tantas otras profesiones que en su conjunto crean el arte más colectivo, el que tiene lugar sobre un escenario, en directo. Y podemos estar por primera vez juntos, ocupándonos de nuestros asuntos colectivos.

Laudes, pues, para todos, promotores, fundadores, y futuros miembros.

Y ahora a trabajar. Duro, sin descanso, sin rencillas, sin más ambiciones que las colectivas. En junio los 162 fundadores elegirán la nueva Junta Directiva que tomará el timón de la nave durante los próximos cinco años.

¿Que si no hay problemas? Sí, claro, también hubo algunas motas de polvo, las pequeñas manchas en el proceso que nos recuerdan que la belleza hay que cuidarla insistentemente y sin desmayo para que perdure. Que es frágil. Las motas están para ayudarnos a mejorar: retos en el camino. Ahí van algunos en la nueva Academia: Urge más presencia de mujeres. Que no hubiera ninguna en la junta promotora es una llamada urgente a que su presencia y juicio no falte en ninguna de las candidaturas. Otra: el sistema de elección por listas cerradas puede servir para echar a andar, pero el futuro lo veo con la posibilidad de que puedan también presentarse candidatos independientes y en solitario: más sal para la Academia. Otra, (y no más), hay que soltar la mano de SGAE cuanto antes. La sociedad de los autores –sin duda la más fuerte de todos los gremios escénicos- está cumpliendo un papel admirable en este proceso trasladando su fuerza a un colectivo mucho más amplio, el de todos los profesionales de las artes escénicas. Ahora toca a todos ocuparnos de los asuntos de todos.

El futuro nos espera nuevecito, sin estrenar, con sus riesgos y sus sorpresas escondidas, con sus tareas, sus retos, sus maravillas.

Cuando el veintitrés de junio se conozca la nueva Junta Directiva, será el momento de buscar sede, de abrir web, de que se inscriban miles y miles de nuevos miembros y estrenar carnet, de pensar en los premios del año que viene, de disfrutar de la capacidad de acción e intervención de un colectivo tan grande y dinámico. Y decidir cómo emplearla.

Será la hora de construir. De acercar el mañana.

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Creatividad y tijeras. 1: La auto-explotación como obstáculo

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Una consecuencia positiva del reinado de la tijera en la economía social es el impulso a la creatividad. Algo así como si con el estómago vacío pudiéramos volar sueños más guapos…, y hacerlos.

Hay algún ejemplo en el último cine español, con brillantes creaciones realizadas con un talento por centímetro cuadrado muchas veces mayor a su presupuesto. Un ejemplo: el caso de Stockolm, finalista a tres categorías de Goya y con un presupuesto de poco más de 200.000,00 €.

En artes escénicas y musicales, es época de florecimiento primaveral y exuberante de proyectos, de asociación de creadores y compañías, de hermosas locuras que iluminan un páramo de seguridades y procesos mil veces recorridos con anterioridad. Miremos la cartelera teatral y musical madrileña y descubriremos que un fin de semana normal podemos acceder a más de ciento cincuenta ofertas diferentes. Muchas en espacios inverosímiles y en condiciones en que la precariedad es una nueva condecoración. Veremos lo que queda de este magma creativo cuando se regularice la situación y quede lo que quede, pero ahora disfrutemos de esta parte.

Sin embargo, esta moneda tiene un reverso que debe alterarnos la ceja del corazón: la inmensa mayoría de los creadores no viven de su trabajo de sus proyectos, e incluso en muchos casos aportan sus propios dineros para ponerlos en pie. En el mejor de los casos, valgamediós, se auto-explotan. Las salas pequeñas, los espacios recién paridos al arte, las casas de porteras o mini-teatros…, si enseñaran el forro mostrarían artistas que no cobran, que no están asegurados, y cuyo magro beneficio disfrutan otros. Algunos grandes empresarios, al igual que ocurre en otros sectores económicos, aprovechan que el Ebro nace en Fontibre y aprietan los convenios y los acuerdos con las compañías y los artistas en los grandes teatros para mantener su tasa de beneficios. Malos momentos, sí, que debemos afrontar generando un nuevo modelo económico y creativo.

Si me preguntaran, que nadie me pregunta, se me ocurren algunos componentes básicos que incorporar a ese nuevo modelo. Pero hoy, aquí, no cabe más, que los post largos son un poco pesados. Así que lo dejaremos para mañaaaana.

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Tres enseñanzas sobre los Goya

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El domingo vi toda la ceremonia de entrega de los Premios Goya. Quería ver brillar al cine español, porque lo merece, y esta es una ocasión perfecta y glamourosa para hacerlo.

Al finalizar la gala saqué por enésima vez la conclusión de que las gentes que se dedican al cine y al teatro, aunque hacen de la comunicación su herramienta vital (eso es el cine y el teatro en estado puro: comunicación de historias, de personajes, de emociones…), cuando no están dentro del personaje se comportan como cualquier otra persona cuando quiere contar algo. Es decir, bastante pobremente, incluso con vulgaridad. Uno, dos, tres detalles sobre los que mejorar y acabo este post.

Uno: ¡Actúa, que te están viendo¡ La enorme ventaja del teatro, de la interpretación, es que sus profesionales pueden asumir cualquier personaje, cualquier voz y aspecto, contar cualquier historia…, con el objetivo de absorber la atención de la audiencia, seducirla y llevarla por paisajes que más tarde cada espectador podrá evocar dentro de unos momentos memorables.

Y sin embargo cuando se trata de agradecer un premio, o abrazar un hilo narrativo que seduzca a los espectadores, presentes y virtuales, el actor más aclamado, el director más prestigioso o el autor más laureado pierden el hilo y el oremus, dicen incoherencias y piensan más en sus primas que en los millones de espectadores que desean oírles y empatizar con los premiados.

¿Es cuestión de que vuelvan a la escuela de interpretación? Evidentemente, no. Saben actuar, y muy bien. ¿Entonces? Tan solo deben pensar en que las entregas de premios carecen de toda belleza si se convierten en actos onanistas y chatos. Deben pensar en que los espectadores desean profundamente asumir su belleza, la de sus seductores personajes, y que ello exige romper la naturalidad y hacer arte. Arte hasta de la recogida de un “cabezón”.

Pensar en el traje o el vestido hasta la exageración, y no pensar en la palabra, el argumento, la puesta en escena, es perder la oportunidad de seducir. Y en el arte no se puede perder ninguna oportunidad. Para eso están los camerinos. Para eso están los momentos en que los focos se apagan.

Dos. ¡Abre la ventana, que entre el aire¡ Los del arte no son, no somos el  centro del universo mundo. Nos dedicamos a algo guapo, pero ya está. González Macho decía que hacer cine es tarea de héroes. Exagera porque cree que el cine es el ombligo del mundo. Para héroes los que se enfrentan cada mañana a la tarea de sacar sus familias adelante desde el paro. No son, no somos el centro del universo pero mira que intentamos que parezca que lo creemos. Eso nos aleja de los ciudadanos, de los destinatarios del arte.

Y tres. ¡Los zombis existen, pero no cuentan¡ ¿Qué más da que Wert no vaya a los Goya? ¿Es una fiesta en la que el sector comparte con la sociedad su alegrías o es una reunión tutelada en la que si no está el jefe la cosa no funciona? ¿Es el jefe? Multitud de pesados nos recordaron una vez más lo que es público y notorio: ese ministro es un cadáver andante y ni siquiera las críticas fuera de cacho lo van a resucitar. Tanta referencia ilustra one more time nuestra adolescente necesidad de un pim pam pum sin el cual carecemos de discurso.

Los Goya, los Max, los premios de la Música, cualesquiera premios que las gentes del arte otorguen, son encuentros que han de estar al servicio de transmitir a la ciudadanía belleza y mensajes guapos, no reclamaciones extemporáneas, quejas o felicitaciones aldeanas.

Perdonen la opinión.

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¡Tachán, tacháaaaannnn! Maestros Yoda hacernos debemos

Maestros Yoda hacernos debemos

Sí, el IVA para la compra de arte al 10% el Gobierno rebajado ha. Fiscal beneficio que disfrutarán esos millones de personas para los que las paredes de sus casas adornar con pinturas o esculturas de autor una imperiosa necesidad es. De hecho, si alguien a alguien conoce que comprado ha un cuadro a alguien en el último mes, seguramente pertenecer debe todavía a “la” clase social. En fin, el resto de los culturales sectores de este país felicitar queremos a galeristas, creadores y marchantes, y compradores, a las puertas de ARCO. También a valencianos falleros.

Por lo demás, la cultura, ese impreciso e inefable bien, que las instituciones públicas promover deben por constitucional mandato, disfrutando seguirá de ese especial tratamiento fiscal del 21% que en convertirlo en un objeto de lujo consiste. Bravo gritamos (Maestro Yoda dixit).

La verdad es que el hambre el ingenio aguza, aunque sin duda vivir hace en peores condiciones. Poco o nada ganar, la supervivencia estimula como una zanahoria a un burro, pero la hipoteca no paga, ni el supermercado, ni los sociales seguros. Por toda España, como otoñales hongos, nuevos culturales espacios en recónditos e impensables lugares surgen; nuevos creativos proyectos cargados de más talento que de regalos los Magos nacen; lo que ningún gobierno conseguirá jamás apagar por mucho que se empeñe, prolifera: la creatividad, el talento, el deseo de al mundo a través del arte aportar.

Pero no es de eso de lo que tratar quería. Sino del metalenguaje empleado por esta gente que nos gobierna. Al años tardar en encarcelar a los delincuentes de cuello blanco o a los inmobiliarios y especuladores sin ley, o a los antibéticos, perlímperlambréticos corruptos abogados; al jamás conseguir que un ladrón barcénico, expresidente de la CEOE, consorteprincipesco, o mandamás de una caja de ahorros lo a todos  robado devuelva; al la devolución no exigir del crédito a la banca española –para que sus vergüenzas hipotecarias tape- por valor de miles de millones de euros, que pagando con sangre y lágrimas TODOS estamos… Y, al mismo tiempo, al de impuestos cargar una actividad que el músculo bello y apolíneo del país muestra -la cultura, por millones de personas disfrutada-, lo que en realidad diciendo están es lo que verdaderamente una cosa y la otra les importan.

Por eso, enormemente me alegra  –bueno, un poco exagero: me alegro, simplemente- de que la pintura y las fallas el IVA del 10% tengan (superior en todo caso al del inicio de este viaje, eh), pero profundamente me irrita el paleto desprecio por la cultura, y por su económica relevancia, que un impuesto tan elevado mantener supone.

No sé qué impuesto pagar debemos quienes al teatro vamos, discos o películas compramos…  Mi principal conclusión de la fiscal política por el gobierno marcada es que, al igual que en la leyenda que en el bosque de Sherwood se desarrollaba, a los humildes en España robar barato, casi gratuito, sale, y que coto poner a los desmanes de los ladrones tremendamente difícil es, si estos mismos poderes hacerlo deben.

Los pies pararles, difícil, no imposible es. De nosotros depende. ¿Maestros Yoda tal vez hacernos debemos? La Fuerza nos acompañará.

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