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A Quién Le Importa: un inusual post para anunciar que vuelvo a la faena

AQLI estreno

Los dos últimos meses los he dedicado, con una inaudita y juvenil intensidad, a producir un musical con canciones de Carlos Berlanga y tramado por su hermano Jorge, A Quién Le Importa, dirigido por Eduardo Bazo. Es la única razón que explica el abandono de mi amado blog treinta y cinco días. Hoy, este espectáculo, patrocinado por Coca-Cola y que cuenta también con el apoyo de otras marcas como Samsung, Adecco, GMR, Larios o Sixty Seven…, vuela solo en un teatro Arlequín redecorado interiormente para albergar junto al musical, una exposición de pintura y fotografía, audiovisuales y un bar de copas a precios de los ochenta.

Me gustan las aventuras porque en ellas se descubren las fronteras, y es en las costuras de las fronteras donde se haya escondido y anunciado el futuro, su dirección al menos. Y producir este musical hoy a base de patrocinio, es una aventura de lo más. La cultura en su conjunto, como ámbito de crecimiento y de disfrute ciudadano, como expresión mejor del desarrollo de una sociedad debe seguir siendo encabezada y dirigida por los poderes públicos. Pero que éstos hoy dediquen más esfuerzo a descubrir perversos rincones donde recortar presupuestos, que  a su tarea de promover la cultura, ofrece un amplio espacio a las empresas privadas para que colaboren en ella. Una tarea que hay que agradecer y mucho.

El sueño de Jorge Berlanga era dar carne y voz al universo de su hermano, a  sus canciones a sus imágenes gloriosas que empedraron la autopista musical de los ochenta. Hoy ese sueño se ha convertido en realidad con el impulso de muchos. Como en cada batalla, como en todos los viajes, me llevo al alma más conocimientos y nuevos amigos que espero saber conservar, entre los que me apetece citar a Eduardo Bazo, el alma artística de esta obra.

Hoy vuelvo al folio en blanco, cansado pero con unas enormes ganas de decir. ¡Han pasado tantas cosas este mes largo! El momento que vive la cultura es importante y demanda acción y opinión.  Mañana nos vemos aquí mismo. Y cuando queráis en el musical.

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AVETID: pensar juntos para cambiar las cosas

Participacion audiencia

Invitado por María Ángeles Fayos y Santiago Sánchez, participé la semana pasada en los IV Encuentros de la Associació Valenciana d’Empreses de Teatre i Circ. Se reunían para debatir y compartir sobre la situación en la que una pésima administración de la Cultura ha dejado al sector y a la práctica cultural de los ciudadanos en esa comunidad. Destrucción de tejido, recortes brutales, dejación de la responsabilidad política en cultura, oscurantismo y eliminación del circuito teatral, son algunas de las consecuencias de la gestión. Ahora, con equipos políticos recién nombrados, las organizaciones parecen respirar un poco e ilusionarse.

La queja ante el maltrato, el dolor ante el desaire permanente, la herida frente al desprecio están dejando paso a la conciencia de que la fuerza del cambio en la cultura valenciana está en manos de quienes trabajan por ella, y de los ciudadanos que desean incorporarla a sus vidas. Y para ello, como han hecho estos días, se han reunido, y apoyados por la Universidad de Valencia, han identificado líneas de fuerza que permitirán agrupar energías e introducir cambios en la gestión.

Compartí mesa con el peruano Alberto Menacho, Hassane Kouyaté, de Burkina Fasso y Marcos Ottone, de Yllana, llamados para exponer otras visiones y experiencias. A mí me tocó proponer el nuevo marco por el que las organizaciones deben apostar: organizaciones cada vez más profesionales y autosuficientes que sean capaces de redefinir su relación con las instituciones y que apuesten por asumir la responsabilidad incluso de gestionar lo público. Les decía que en este sentido, las organizaciones y los ciudadanos deben trabajar juntos para cambiar las leyes y excluir de la gestión de los servicios públicos -salud, educación, cultura…- a las empresas con ánimo desmedido de lucro y sin función social. Les decía que debemos mirar más y siempre a los públicos, que son los que dan sentido a la creación artística. Los públicos están cambiando en su forma de relacionarse entre sí y con la oferta cultural, quieren participar más, quieren intervenir y ser escuchados, y la supervivencia de las organizaciones artísticas depende de que efectivamente sepamos adaptarnos a ese nuevo campo de juego y caminar juntos.

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MadFeria: pensando al futuro

pensandoenelfuturo-elmuro

Esta semana estuve en MadFeria, la feria promovida por ARTEMAD, la asociación de empresas productoras de Madrid, y cuyo responsable artístico es Eduardo Pérez Rasilla. Me habían llamado para coordinar un debate reflexivo sobre la situación de las artes escénicas en el que estuvieron representantes de la danza, el teatro de calle, las salas alternativas, el teatro para niños y las nuevas tendencias. A todos ellos les propuse antes de empezar que elaboráramos frente a la situación una especie de mapa de oportunidades que recogiera el análisis pero sobre todo definiera los terrenos por los que el conjunto y cada organización debe deambular en el inmediato futuro para afrontar mejor su supervivencia y su crecimiento. No era fácil debido a la guerra declarada por el gobierno, comunidades y ayuntamientos a la cultura, la sanidad y la educación. A las que están privando de presupuestos para pagar unas deudas que ahora sabemos que creó un sistema corrupto.

No era fácil, pero lo hicimos.

De todas las intervenciones me quedaría con un puñado de ideas clave. Una, en la que coincidieron Alberto García de los Salmones y Víctor Torres, plantea al sector la necesidad de cohesionarse y establecer una línea de trabajo conjunta que rompa la fragmentación y fomente un frente unido de alternativas. Por mi parte añado que hay dos condiciones previas: encontrar un liderazgo y mirar más allá de los propios problemas.

Otra aportación clave fue la necesidad de avanzar hacia la cogestión de los espacios culturales públicos poco o mal utilizados debido a la caída presupuestaria. Las organizaciones culturales tienen ahí un terreno de crecimiento gestionando y llenando de contenidos los centros culturales, teatros y auditorios y ofreciendo en ellos ejemplos de colaboración público-privada. Las residencias de compañías de creadores es un ejemplo concreto en esa dirección.

Juan de Torres proponía una profunda renovación de los sistemas de ayudas a la creación, que deberían incluir fórmulas de retorno de la inversión. Es decir, como si las ayudas fueran préstamos públicos a devolver cuando los productos artísticos tuvieran ingresos y hubieran cubierto inversión. Una vieja propuesta que hoy se hace imperiosamente urgente y que a buen seguro contribuirá a la maduración de muchas organizaciones.

Se habló también de la necesidad de orientar las creaciones desde su origen hacia la internacionalización, dado que nuestro mercado natural va mucho más allá de nuestras fronteras. Y la imprescindible labor de diversificación y aclimatación que ello implica para las organizaciones.

Por mi parte, diría que la otra oportunidad, que apenas se dejó oír en el encuentro, es la de que  las organizaciones conozcan y se vinculen estrechamente a sus públicos. Los destinatarios de la acción artística y cultural son hoy, en plena crisis, el difícil territorio fértil en el que crecer; y para mañana, la garantía de supervivencia y desarrollo. Y más allá el sentido mismo del arte. Su destino.

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Kit elmuro de supervivencia para 2013

Fotos KIT

Cada año, a mediados de diciembre, elmuro lanza para sus amigos y para aquellas personas con las que se relaciona, el Kit de supervivencia. El Kit es una suma selecta de poemas, pensamientos, relatos breves, fragmentos de ensayos…, que ayudan a entender mejor el mundo y a entendernos un poco más a nosotros mismos. O eso es lo que busca, al menos. Bueno, descaradamente busca, también, aportar una visión del mundo en la que el protagonista es uno mismo, no el mal tiempo, no el frío, no la mala gente, no la penuria… Esas cosas forman parte inevitable del marco, del paisaje en que las gentes, hermanos nuestros, desenvuelven sus vidas. Pero los protagonistas somos todos.

Creemos que el mundo puede ser transformado. Creemos que podemos robarles a los ladrones su rapiña y devolver lo robado a sus legítimos dueños, la gente humilde. Creemos que la vida es hermosa aunque debamos pedalear constantemente para evitar que la bicicleta caiga y nosotros con ella. Creemos que la compasión y la solidaridad son cosas buenas que nos hacen mejores. Creemos que lo pequeño es hermoso, y hemos de practicar el humilde, difícil y pequeño cambio que empieza por uno mismo. Creemos en el arte como herramienta guapa de transformación social.

Creemos en los otros, aunque sean malos momentos para ello; creemos en que podemos, porque sin creer la vida es más fea, más triste, más oscura. Y necesitamos belleza, alegría y luz para afrontar los retos que tenemos.

Son malos tiempos, sí, pero si aprovechamos la oportunidad de trabajar duro, de apoyarnos los unos a los otros, de hacer cada día mejor las cosas sin desfallecer… con toda seguridad estos malos tiempos nos acabarán haciendo mejores.

El Kit de supervivencia ya no es nuestro, mañana, en el primer día del invierno, será de todas aquellas personas que quieran leerlo, hacerlo suyo. Os espera en www.elmuro.es

 

 

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Diccionario-post de 2012

Cultura

Demasiadas palabras vacías para la cultura y para la vida nos ha dado este año malhadado. Entre ellas, alguna guapa.

21%: Nuevo impuesto que el Gobierno ha impuesto al consumo. Sabedor de lo poco importante que es para los rebosantes bolsillos de los ciudadanos, en cultura el incremento es de 14 puntos.

ABANDONO (de la Ley de Patrocinio): No se sabe el efecto sobre la cultura del dinero privado, pero se sabe que habían jurado acometer esa promesa en el año que acaba. Una más del gobierno que dice que a ellos que los registren y que qué van a hacer.

CONDE DUQUE: Lugar precioso y cuya reforma ha costado recientemente un platal, pero para el que sus responsables no encuentran uso. Las organizaciones culturales (que dicen que se les ocurren varios) se equivocan al pensar que ellas podrían hacerlo.

CONFERENCIA MARKETING: Una de las buenas noticias del año. Se volvió a celebrar en el Museo Lázaro Galdiano y agrupó a casi doscientas personas preocupadas ¡en estos tiempos! por cómo conocer y satisfacer mejor las necesidades de sus públicos.

ESPAÑA: País que contiene varias decenas de millones de ciudadanos que sufren sin rechistar apenas, que viajan en Metro mirando tristes al suelo y cuyos lideres se obstinan en convertirlo en un pueblo de bueyes. Miguel Hernández dixit.

EUROVEGAS: Trapacero invento inútil de la anterior presidente de la Comunidad de Madrid. Sobre la promesa de generar puestos de trabajo, los propietarios del suelo hacen suculentos negocios y se garantiza a sus gestores el incumplimiento de varias leyes y artículos constitucionales para asegurarles el negocio.

MARCA ESPAÑA: Término cuyos responsables son genéticamente incapaces de llenar de contenido. España es grande en el mundo y ellos se empeñan en jibarizarla por hacerla jugar en una liga que no es la suya. ¡Juguemos en la de la cultura y el ocio, el sol, un estilo de vida, el patrimonio, el idioma…!

PATROCINIO (cultural): Actividad que algunas empresas desarrollan en apoyo a la cultura y el arte, conscientes del valor que esas acciones aportan a su imagen ante la sociedad y antes sus clientes. Algunas de este año: las opuestas Coca-Cola y Mahou.

PECAM: Plan Estratégico Cultural del Ayuntamiento de Madrid, interesante proyecto cuya redacción está a punto de nacer y su desarrollo a punto de morir por falta de liquidez. (El anterior alcalde dejó en la caja kilos de telarañas)

PRIVATIZACIÓN (cultural): Corriente que cede sin reflexión los servicios públicos a empresas privadas, simplemente para que cuesten menos al erario, lo cual tiene dos consecuencias inevitables: una, enriquecer a los adjudicatarios; dos, empeorar bárbaramente la calidad del servicio cedido.

RECORTES: La cultura y el arte, pobrecillos, son los primeros de la lista en los recortes públicos (para lo que sirven), pero sanidad y educación le siguen muy de cerca. Más y más agujeros en el cinturón de los ciudadanos mientras el consumo de productos de lujo se incrementa escandalosamente.

SUPER GLUE: Sustancia empleada por muchos políticos y en general responsables públicos que es extremadamente útil si se extiende generosamente sobre la superficie de la silla o sillón e impide moverse sin él. Véase, Wert

WERT: Ministro de Cultura que hubiera hecho de perfecto malo  en una mala película del oeste. Sonríe mientras incendia relaciones, sonríe mientras recorta o sube impuestos, y mientras dice barbaridades, sonríe y sonríe mientras destruye cuanto toca. Cumple canónicamente la tercera Ley de la Estupidez humana enunciada por el maestro Carlo María Cipolla: “Hacer el mal sin obtener beneficio alguno a cambio”.

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El libro como emoción: leer es güeno

Nuestra época –o tal vez todas las épocas que han sido y serán- está llena de sepultureros. Gentes que alegremente encabezan el discurso de que lo viejo ha muerto y debe morir más todavía, y que hay que correr a hacerse con lo nuevo (comprarlo), tras enterrar de urgencia lo recientemente fallecido. A veces esos voceros son adelantados visionarios; las más de las veces son, sin saberlo, replicantes al servicio de quienes necesitan vaciar sus fábricas de neoproductos. Así funciona la modernidad capitalista. Una pena parece que inevitable, porque impide que las “cosas” adquieran su propia vida y se despidan cuando verdaderamente ya no son necesarias. A más del derroche que supone, claro.

Largo periplo introductorio, pardiez. La cosa viene a cuento de un artículo “paisino”, titulado El lector electrónico languidece. Sin entrar a leer ya me había yo compuesto el argumento y me decía a mí mismo, que cómo no va a languidecer si quienes leen siguen haciéndolo masivamente en papel (no son enterradores); y quienes aman las máquinas electrónicas, leen más bien pocos libros.  Yo mismo y mi hija somos dos ejemplos. En mi iPad leo informaciones y, ocasionalmente hasta libros. Pero cuando quiero disfrutar de la lectura prefiero hacerlo con un libro de papel, cómodamente sentado y degustando al tiempo un café o un vino, y armado de un lapicero entre los dedos. Prefiero levantar la mirada y dejar que se pierda en los meandros de un viaje al que me ha llevado un párrafo y en el que me he detenido (mi iPad, cuando siente que me he “ido” se apaga automáticamente). Mi hija, que maneja todo tipo de maquinamen electrónico como si lo hubiera diseñado ella misma, juega, teclea, chatea, tuentiea, viaja y disfruta sin ser consciente del tiempo. Pero todavía no conoce al capitán Achab, ni a Tom Sawyer, ni sabe de Phileas Fogg o Julieta y sus historias de capuletos y montescos.

No creo que para ser feliz, estar en paz con uno mismo y con el mundo o alcanzar la sabiduría, sea imprescindible cultivarse (que eso significa cultura), y por lo tanto leer: he conocido a buenas gentes que apenas se exponen a la cultura y que son razonablemente felices y de quienes siempre puedes esperar un sabio consejo y una excelente receta para la salud quebrantada. Simplemente a mí me gusta y lo que me gusta procuro compartirlo. Y eso es lo que me ocurre con el arte, la literatura, el teatro, la música, el cine…

Quizás sea, también, una manera de agradecer a Miguel Hernández, Julio Verne y Cortázar, Neruda, Melville, y tantos otros, sus palabras y sus personajes, esos que me habitaron y me hicieron.

Nada, que vivan los libros, aunque se apaguen y no se puedan doblar.

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Empresa y Cultura: Una guapa simbiosis

Como tantas otras cosas, la llamada ley de mecenazgo, con la que Wert y su flamante equipo nos desayunaron a comienzos de su mandato, se ha venido abajo como un mal, como un pésimo soufflé. Las últimas noticias retrasan su debate y redacción para distantes momentos de calma económica, de bonanza presupuestaria, como si la cultura de un país, el cemento que une a sus gentes y genera ciudadanía, pudiera meterse en el congelador a esperar mejores tiempos. Miseria de la filosofía (Marx).

Decía como tantas otras cosas, porque del código de buenas prácticas del Ministerio de Cultura nunca más se supo y su aplicación yace cansina en algún rincón de sus pasillos y; porque la transparencia, de la que éste y anteriores gobiernos tanto han alardeado, ni está ni se la espera: el caso horrible del concierto de Halloween, y cómo la alcaldesa de Madrid ha ido afrontándolo, expresa las peores prácticas en ese sentido. No se ofrece claridad y se renquea a la hora de asumir responsabilidades. Más de lo de siempre. Algo huele a podrido en Dinamarca (Shakespeare). ¡Qué diferencia con la rápida dimisión del director de la BBC por una mala práctica periodística!

Pero en fin, he comenzado hablando de financiación privada del arte y la cultura y volveré a ello. Las empresas más avanzadas en marketing y patrocinio ven en la cultura y el arte territorios apropiados para la inversión. NO porque los incentivos fiscales a sus aportaciones sean suficientes o estimulantes. Ni lo son, ni probablemente lo serán en esa tan nonata como desconocida ley de patrocinio. La cultura y el arte son relevantes para las empresas porque vincular sus marcas a la experiencia del usuario, a la emoción del espectador, a la brava energía del directo, es para ellas un bien extraordinariamente relevante en estos tiempos. Así lo ven.

Por eso, a pesar de todo, el momento que vivimos es bueno para que las empresas entren en relación con los proyectos culturales y artísticos –museos, producciones, teatros, orquestas…- y les insuflen vida compartida en forma de inversión. Simplemente hay un condicionante no menor: la cultura y el arte deben ofrecer a las empresas un recorrido conjunto que resulte de interés para ellas en públicos, mensajes, experiencias… Ni la caridad, ni la calidad son razones de peso para el patrocinio. El motor del patrocinio es el beneficio mutuo. Mutuo.

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Si jo l’estiro fort per aquí

Acabo de volver de Barcelona, donde he estado cerrando la temporada de En La Otra Habitación, de Paloma Pedrero, que ha estado en Versus Teatre, esa preciosa sala dirigida por Ever Martín Blanchet. Estuve alojado, al ladito de La Boquería, en la casa de mi buen amigo Fernando Giráldez, médico e investigador, quien me enseñó rincones que todavía no conocía. Un gran y bello viaje.

No niego que he venido a Barcelona un poco más atento a lo que viera para situarlo en el proceso político iniciado el 11 de septiembre, que parece llevar a hacer de la constitución de un nuevo estado catalán, el objetivo neurálgico de algunos políticos.

No he visto nada que me haga pensar que en esa hipotética nueva articulación no pudiera disfrutar del arte, la cultura, y las gentes de esta tierra. Las fronteras, incluso aunque se deseen fervientemente, son hoy filfa en el mundo globalizado e interconectado. Sirven poco más que para sentirse diferentes frente a otros, que también son diferentes. Todos los somos, personas, comunidades, culturas… Somos una gigantesca comunidad de vecinos en la que debemos aprender a querernos, incluso por nuestras debilidades.

Simplemente percibo que la pobreza, los malos servicios, los endémicos males de la educación, buena parte de las injusticias…, es decir, la vida de las gentes, no se mejorarán por una nueva frontera. Pero ya sabemos, porque tenemos una alta nota en ese examen, que los políticos no se ocupan de la vida de las gentes. Y me pregunto si la cultura, las gentes de la creación, del arte, aquellas que hacen su trabajo en lo profundo del alma, pueden hacer algo para mejorarla. Y lo primero que pienso es que no debemos usar la cultura para alejarnos, sino para acercarnos. Es maravilloso que una obra en español haya viajado desde Madrid al corazón de Cataluña, a mostrar sus desnudeces bellas. Y es maravilloso que el arte catalán, sus músicos, intérpretes, directores (muchos)… transiten en AVE para compartir en la meseta cuanto saben (mucho).

La creación de estados no va a alterar el amor mutuo, profesado durante siglos al margen de poderosos, banqueros, militares y políticos. Está en Serrat, Llach, Los Sirex, Miró, La Fura, Casals, Pou, Mompou, Marsillach, Tricicle, Carreras, Jarabe de Palo, Espriu, Peret, Montsalvatge, El Gato Pérez, Gas, Espert, o Cugat, por mezclar lo que mezclado está. Son de todos porque no pueden ser solamente de unos pocos. En mi memoria emocional están Pi de la Serra, o Ribalta, al lado de Miguel Hernández o Janis Joplin, y sé que lo mismo les ocurre a todos mis amigos catalanes.

Al sol otoñal de La Barceloneta, recordaba con Fernando el precioso poema “La mala reputación,” de Georges Brassens, y el escaso aprecio de  nuestra generación por las banderas. En nuestra historia las banderas suelen servir para que nos demos en la cabeza con el asta. Para reforzar lo que nos separa. Por el contrario, la cultura y el arte nos unen; es su esencia, su sentido último.

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BARRA DE IDEAS FEHR, guapo ejemplo para la cultura

La Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR) tiene una herramienta envidiable para la mejora de las prácticas de sus asociados.

Semanalmente envía a todos sus suscriptores –y a quien lo desea: yo me apunté- un newsletter en el que da ideas sencillas de cómo mejorar el negocio, da a conocer experiencias exitosas, o muestra buenas prácticas, dentro y fuera de España. Se llama Barra de ideas, Ideas para vender mejor en tu negocio de restauración. los titulares de algunos de sus pequeños artículos son extraordinariamente ilustrativos: Internet gratis para tus clientes con Gowex, Necesitas estar visible (se refiere a la Red) para que te encuentren, Aporta salud a tu bar con bebidas sin alcohol, Restaurantes contra el hambre, ¿debes participar?, ¿Sabes elegir la mejor copa para servir el vino?, Consigue nuevos clientes por un euro, ¿Tus clientes son capaces de dejar sus móviles?, Ahorra energía implicando a tus empleados, El único restaurante que no dice dónde está…

Un catálogo provocador a veces, sugeridor otras, estimulante siempre. Una revista digital que se plantea aportar formación e ideas a un sector que las necesita para enfrentarse mejor a la crisis económica y a las subidas del IVA. La leo cada semana y siempre encuentro ideas útiles para el ámbito de la cultura. Da un poco de envidia. Si el sector cultural dispusiera de una herramienta de este tipo, la rentabilidad y sostenibilidad de las organizaciones artísticas se incrementaría fácilmente. El gobierno y casi todas las administraciones públicas ya han demostrado que en tiempos de crisis no tienen apenas nada que aportar a la Cultura, salvo más impuestos. Pero disponemos de organizaciones empresariales, y sectoriales capaces de agrupar fuerzas para desarrollar este tipo de herramientas. Incluso en sí misma podría ser una actividad rentable para quienes la emprendieran. Hay que ponerla en pie.

Conozco y aprecio al presidente de FEHR, José María Rubio,  y a su secretario general, Emilio Gallego, y sé que por su parte esta es una apuesta estratégica por aportar valor a un sector complejo y extraordinariamente heterogéneo y necesitado de impulso modernizador. La hostelería y la restauración conforman un aliado lógico del sector cultural y artístico. En su día a día, los públicos los asocian de un modo natural en sus momentos de ocio y disfrute cultural, por eso ambos sectores deberían establecer acuerdos de largo recorrido para aportarse valor mutuo y aportar valor conjunto a sus clientes. Tenemos que trabajar mucho más juntos en esa dirección, ya.

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Neurociencia, comunicación y marketing. Vaya, vaya.

Vengo de asistir al Congreso Internacional de Neurociencia, Comunicación y Economía, que tenía como título este año el de “Consumidor global y Tecnología”, y que se celebraba en la Universidad Europea de Madrid. La ponencia inaugural corría a cargo de Mónica Deza, Vicepresidente de Innovación de McCann Worldgroup, que preside la asociación organizadora (AINACE). Su intervención y la de quienes le siguieron, planteaban en su conjunto un campo de investigación, una mirada al futuro, en un territorio espectacular para quienes trabajan en el arte y la cultura, el que tiene por esquinas la emoción, el marketing, la comunicación, y el cerebro.

Lo apasionante es explorar el cerebro desde la perspectiva de la acumulación y selección de la información, de los ingredientes que participan en cada una de nuestras elecciones,  de cómo la digitalización está alterando –ha alterado ya- no solo la comunicación, sino las partes del cerebro en que se asienta. Intuir cómo todo ello introduce variaciones en nuestro patrón de toma de decisiones -¿pronto con repercusiones genéticas?- produce un cierto vértigo.

Acercarse al fenómeno de la moda, la belleza, las emociones, las marcas, las redes sociales…, en estos momentos de cambio profundo y acelerado, desde una perspectiva neuro-científica, es más que estimulante. Las utilidades en áreas educativas, pero también en aspectos relacionadas con el conocimiento último de los gustos y los motivos de los usuarios,  y por lo tanto de su aplicación al marketing, aunque sea simplemente en esbozo, genera un sugerente cúmulo de incertidumbres.

Me quedé con la enorme sospecha de que la ética, como compromiso íntimo individual, pero también colectivo, no va al mismo ritmo que la investigación de la neurociencia en su relación con la economía y otras ciencias sociales y del comportamiento. Esa es mi sugerencia para el próximo Congreso: la de esbozar también los límites éticos de la neurociencia.

Por cierto, Mónica Deza, es una de las ponentes que participará los días 15 y 16 de octubre, en Madrid, en la segunda Conferencia de Marketing de las Artes. Su ponencia tiene un bello título: B.E.S.A.M.E. Estoy deseando escucharla.

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