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Abusos no, gracias. Por un nuevo modelo de reparto de la taquilla

La relación entre productores de arte con los gestores de exhibidores es una relación demasiado desequilibrada a favor de los segundos que hay que corregir. La pasada semana fui a ver al teatro Amaya, Orquesta de señoritas, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente. Iba invitado por Juan Carlos Naya uno de los estupendos actores que pone en pie la obra. En la puerta me encontré con el histórico productor Juanjo Seoane. Su conversación giró, como las de casi todos los creadores o productores en los últimos tiempos, sobre la brutal subida del IVA que está ya disuadiendo a muchos públicos; sobre los escasísimos  ayuntamientos que contratan y de las condiciones de taquilla que imponen desde hace un año; sobre la morosidad institucional que ahoga a tantas y tantas compañías. Algunas de estas cuestiones se resolverán más temprano que tarde; otras, aunque se moderarán, forman parte del nuevo panorama relacionado con la situación económica y solo cuando ésta cambie, podrá cambiar en alguna medida el escenario de las artes.

También se quejó de las duras condiciones que imponen los empresarios de teatros para entrar en sus salas de Madrid y Barcelona a hacer temporada. Empresarios que a cambio del teatro y su servicio, exigen ir a media ganancia, es decir, ir al 50% de la taquilla. Descontando los derechos de autor y otros pequeños gastos, ese reparto deja a las compañías que se arriesgan menos del 40% para hacer frente a todos los gastos salariales, técnicos, publicitarios, y a la amortización de la inversión realizada y al necesario beneficio para seguir adelante. No parece equitativo, sin duda. Y ese modelo no depende del gobierno, sino de acuerdos sectoriales que evidentemente hay que revisar. La creación, el riesgo de producir espectáculos de calidad y con el número de intérpretes necesarios (no dos o tres) exige como contrapartida las mejores condiciones posibles. Para ambas partes.

Un reparto más adecuado, para empezar,  podría ser el 60% para la compañía y el 40% para la sala. Eso, o que los empresarios de teatros incrementen su inversión en promoción y publicidad.

Esta situación me recuerda la de los campesinos, cansados de que su sudor por un kilo de tomates les proporcione 20 céntimos, cuando el distribuidor-vendedor lo cobra, a 3 euros (precio barato, eh). Los creadores de arte deben negociar con los empresarios de teatros un nuevo reparto de la taquilla, especialmente con aquellos que imponen condiciones leoninas arriesgando poco en la programación.

Los empresarios de paredes saben todo esto, y saben que deben revisar sus condiciones porque los creadores son imprescindibles. Saben que un mes sin programación teatral en Madrid, fruto del acuerdo de todas las compañías para revisar las históricas malas condiciones de entrada a los teatros, bastaría para forzar nuevos acuerdos.

NOTA

Los precios también han de ser revisados a favor de los públicos. ¿Por qué la entrada a una obra con nueve actores y una potente escenografía tiene el mismo precio que otra en la que trabajan dos actores en cámara negra? ¿Por qué el beneficio no tiene relación con la inversión? Los abusos deben acabarse y éste es el mejor momento para empezar.

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Contra Wert: a la calle que ya es hora

Hoy el desayuno se nos atraganta con la noticia de que en los presupuestos para 2013 la cultura se reducirá en un 30%. La noticia dice, también, que en los últimos tres años la reducción global ha sido del 70%. José Ignacio Wert nos engañó, es evidente, cuando en aquellos debates post-lectorales asumía el papel de moderado y centrado intérprete. Como ministro de Educación, Cultura y Deporte ha aflorado su verdadera cara, la de un killer incendiario, un altivo exterminador.

El ministro, como otros del gabinete, ha sacado su verdadera alma cuando ha ocupado el poder, el alma negra de quien no escucha, de quien no se disculpa cuando hace daño, el alma mala de quien se cree ungido por los dioses y la verdad en exclusiva. Un exterminador al que parece gustarle el cuchillo, la tijera, la guadaña. Parece disfrutar cuando justifica la brutal subida del IVA de los productos y servicios culturales del 8% al 21%, que castiga sin misericordia a los públicos y a las frágiles organizaciones culturales. Parece disfrutar cuando, con añadida chulería, afirma que la sentencia de los tribunales contraria a los colegios que segregan niños de niñas, él se la va a saltar dictando una nueva ley que permitirá subvencionarlos. Son tantas sus barbaridades en menos de un año que no merece la pena seguir. Hemeroteca.

El texto y el subtexto de la noticia es que al Gobierno de España la cultura y el arte no le importan; que en su estrategia para el país con la segunda lengua de relación más importante del mundo, la cultura es cero.  Conviene recordar, en estos tiempos que nuestros políticos y banqueros han convertido en oscuros e inciertos, que la cultura y el arte tienen el decisivo papel de darnos identidad como sociedad y nos permiten digerir mejor el presente, entenderlo e incluso cambiarlo; la cultura nos explica el mundo y nos posiciona en el mundo. La cultura, además, aporta un importantísimo 3% al PIB.

El ministro debe irse porque está haciendo la política contraria a la prometida. El gobierno en su conjunto, si no da marcha atrás en los presupuestos de cultura, va a enfrentarse a una dura respuesta. La dignidad exige gritar basta. Y hoy, como  en ningún otro momento en la historia de la democracia, los ciudadanos conscientes de la importancia de la cultura para la sociedad y la economía, y el sector del arte y la cultura, deben plantar cara y luchar por la supervivencia. Qué pena que haya que recuperar forzadamente esa vieja palabra.

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CSI Eurovegas: “Sombras que acechan”

Esperanza Aguirre se va. Buena y mala noticia. Mala porque esa mujer bárbaramente sincera daba el mejor de los alimentos a los noticieros y a la izquierda clásica. La van a echar mucho de menos. Buena porque se va un símbolo del liberalismo más feroz, ese que antepone el derecho al beneficio individual sobre cualquier otro derecho. El que parece haber perdido la compasión por los débiles, la humanidad. El que cuenta los millones de parados por números, no por esperanzas rotas.

Viene todo esto a cuenta de Eurovegas. El promotor Adelson, de aspecto y pasado más que inquietantes, magnate de casinos en Las Vegas y otros lares, parece haber logrado derribar todas las barreras legales que le hacían poner morritos a Madrid como su sede europea. Previsiblemente se encontrará terrenos a precio de calderilla, un espacio de excepción en que parte de la legislación no se cumplirá (tabaco, derechos laborales, salarios…), exenciones fiscales, y un montón de políticos que suspiran desvergonzadamente por atraerle. A él y a sus negocios necesitados de un radical blanqueante. Si finalmente se ejecuta este proyecto recuerden dentro de diez o quince años las voces que prometían que de Eurovegas manarían fuentes de oro para los madrileños. Recuérdenlo.

En nuestro país hemos visto tantos de estos fiascos negociados entre sombras. Sí, me dirán, pero este creará empleo. Ya veremos si en número y calidad como el que ahora se promete. Ya veremos dónde paga sus impuestos este señor. Ya veremos. Las negociaciones han sido secretas y no sabemos nada. Por eso ya veremos.

En España tenemos la tendencia loca e ilusa de buscar soluciones mágicas para los problemas acumulados, esos que no henos sabido o querido resolver por el buen camino. Y lo habitual es que sea construyendo, construyendo, construyendo. Poniéndose en manos de no importa quién. Niemeyer de Gijón, Ciudad de la Cultura de Galicia, innumerables parques temáticos del que solamente Port Aventura parece haber sobrevivido, centros comerciales por doquier… Pan para hoy desconociéndose qué traerá el mañana.

De los imprescindibles estudios de públicos, de viabilidad y de impacto, de estudios alternativos que analicen qué otras posibilidades existen, de consulta a los ciudadanos o en su caso de debate transparente… nada de nada. Si estás a favor de Eurovegas eres de los nuestros y estás por generar empleo; si estás en contra eres de los malos y solo sabes hacer oposición.

La buena salida a la crisis hacia la que debemos orientarnos no puede basarse en el modelo político de Eurovegas. Un modelo de toma de decisiones, entre sombras, que sigue siendo el dominante en el ámbito de la Cultura.

Y no he dicho nada de valores morales, eh, ni de las “bellas” personas que va a atraer este tipo de negocio, ni de los costes en seguridad que lo acompañará, ni, ni. Pero podría.

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Frente a la subida del IVA, ofertas: tres post al precio de one

Debe ser este verano cargado de familiares de riesgo en segundo grado, ivas que van y ascienden a las más altas cumbres, y políticos de los que te dan tres al cuarto (de kilo), pero hasta los temas de los que hablar y comentar, importantes e incluso trascendentales, se me aparecen jibarizados. Debe ser por eso, en fin, por lo que en vez de elegir uno de ellos, me voy a echar al cuerpo, al tuyo, lector,  tres…, y medio, al precio de uno. Seguro que en los próximos meses iremos tocando de  nuevo, más detenidamente, casi todos ellos.

El IVA cultural sube hasta el 21%, es decir, en roman paladino, que el gobierno ha decidido por fin dar relevancia a la Cultura y en vez de “ayudarla”, pasa ahora a exprimirla todo lo que puede. Que la Constitución defina la Cultura como un territorio que las administraciones deben velar, proteger  y cuidar para poder afirmar que estamos en un estado democrático, es secundario, hasta irrelevante. Que la consecuencia inmediata de que los impuestos de todos los productos culturales se incrementen en 13 puntos sea probablemente diezmar las salas de cine y teatro, y reducir el consumo de los valientes que queden a la mínima expresión, es otra minucia.

Estos responsables políticos y económicos tal vez sepan –tal vez- gestionar la bonanza, pero en nueve meses han demostrado ser incompetentes para gestionar las dificultades. Al menos para gestionarlas defendiendo a la mayoría. Porque gestionar las crisis hincando los dientes fiscales en el indefenso cuello de los ciudadanos y vampirizarlos, eso lo hace cualquier canalla sin imaginación. Sin perdón.

Segundo “temilla”. Cultura y lotería: esa extraña pareja. Va Rubalcaba y en un alarde de imaginación digno de mi sobrina pequeña propone compensar los efectos de la subida del IVA con la Lotería. Bien, pienso yo, al menos sabe que en otros países –la pérfida Albión sin ir más lejos (Inglaterra)-, una parte importante de la acción cultural pública se financia con el Sistema Nacional de Lotería. Este sí que es un viajado, un leído, me digo, a éste voy y le voto aunque no me guste demasiado ese aire astuto que tiene después de haber pasado por el interior de tantos ministerios. Pero, claro, el monte se niega a ser orégano en esta España nuestra, y cuando leo a fondo la noticia me pasmo y me repasmo. Pásmense ustedes conmigo: lo que propone el cántabro que encabeza el think tank del PSOE es que los premiados –agraciados, les llaman: vaya gracia- paguen más impuestos de sus premios. Claro, como el gordo suele caerle a Mario Conde y gente así, y nunca nunca cae repartido entre humildes ciudadanos de a décimo, pues ese rico las va a pagar todas en una. A estos políticos gugu tata, perdónenme, no los vendíamos ni rebajados.

Tercer asuntejo: Recortes culturales en la periferia madrileña. El objetivo que concita el interés de nuestros gestores de la cosa política parece ser quién llega más lejos en recortar presupuestos y en gastar menos en servicios (claro, después de construir tanto piso inútil y vacío y tanta rotonda superflua e incordiona se les han acabado los posibles). Loca carrera en la que hay verdaderos líderes mundiales, qué digo mundiales, galácticos. A algunos de los astutos recortadores los mandas a Marte con la Curiosity y pone un chiringuito de arena. Jopé, si hubiera habido esta categoría en las pasadas olimpiadas, nos traemos tres o cuatro medallas de oro más: al recorte en prestaciones sociales, al recorte en sanidad, y al recorte en cultura…, esas seguras. Bueno, que me despisto. El caso es que el ayuntamiento madrileño, con ese digno y obsesivo deseo de reducir gasto, ha suprimido para el segundo semestre de este año todo el programa de proximidad cultural, ese que llevaba a los centros culturales de Madrid representaciones de teatro y danza y actuaciones musicales profesionales. Ese que acercaba la cultura de calidad a los barrios, ese que democratizaba la cultura. Por mail, a finales de julio y sin dar la cara. ¡Qué cara! Con un plumazo se han ahorrado la enorme y dispendiosa cantidad que ronda los trescientos cincuenta mil euracos por más de ciento veinte bolos (Sin tener en cuenta los datos de los bolos musicales). Un concejal opositor de nombre difícil de pronunciar dice que se gasta más el gobierno en seguridad en el Palacio de Cibeles, y que eso no está bien, que es fatal de los fatales para el ciudadano. Un quejica y un raro, eso es lo que es ese concejal, como su apellido.

Bueno, que ya ven ustedes como vuelve uno de este verano del que no ha podido irse del todo por miedo a que le robaran la empresa. Sí, robaran. Fíjense, el agua, la luz, el teléfono…, los hemos gastado, consumido en agosto, ¿verdad?, pues lo vamos a pagar como si lo hubiéramos hecho en septiembre, al nuevo IVA no al que lo consumimos. Ladrones, cuatreros del 3%, que miran hacia el cielo mientras silban haciéndose los despistados, el Sitio de Zaragoza. Lástima no les caiga un burro en la cara.

Alguno estará pensando: “Este Robert viene guerrero, no tiene una mala buena noticia que comentarnos”. Hay muchas, pero es que el tonillo del post de hoy no las pide. Pero suelto un par de ellas: El Museo Esteban Vicente consigue eludir el cierre temporal gracias a la intervención de un par de empresas. Ingeniería que sugiere posibilidades aplicables a otros lugares, a otros museos, a otros espacios de cultura y arte. Otra: en el Teatro Español preparan un programa de visitas guiadas. El interior del teatro mostrado en esplendor, dado a conocer a las audiencias, desarrollándolas, formándolas, compartiendo con ellas espacios y dichas.  También hablaremos de estas.

Los próximos post serán más serios. Pero es que todavía tengo arenilla en las orejas y juego en el baño con el cubo y la pala por las noches haciendo castillos. Se lo prometo que serán más sesudos. Por éstas.

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Mientras declaran la guerra, ¿quién se cree ahora el PECAM?

Traición a la cultura

Mientras el 26 de julio se presentaba con bombo y con platillo el Plan Estratégico Cultural del Ayuntamiento de Madrid, sus responsables ya habían decidido suspender toda la programación artística de música, teatro y danza en los distritos madrileños para el segundo semestre del año. La programación artística en los centros culturales, que acerca la cultura profesional y de calidad a la periferia urbana, y la democratiza, estaba compuesta aproximadamente por cerca de 120 actuaciones que afectaban a 43 compañías con un coste aproximado de 350.000,00 €.  A estas cifras hay que sumar las de la música.

La decisión unilateral de rescindir los acuerdos previamente suscritos con empresas y compañías, que se inscribe en el suicida Plan de Recortes que el gobierno central y los locales están acometiendo en loca carrera, multiplica las dificultades de supervivencia de la creación hasta lo insoportable, y hurta a los ciudadanos su derecho a la cultura y al arte. En Sopa de ganso, de los Hermanos Marx, se decía: “¡Es la guerra!”. Yo creo que simplemente es una declaración de guerra. Nada más y nada menos.

Escribí el post anterior sin conocer esta noticia, pues los responsables municipales aún habiéndola tomado ya, arteramente la ocultaron hasta después de presentar el PECAM. Pero en ese post alertaba hace una semana de que el mensaje de fondo había sido toda una loa al recorte, la “taquilla” y el neoprofesionalismo, y una renuncia a la política de proximidad.  Algunos políticos se sienten cómodos gestionando miseria, como si ese fuera su papel preferido.

La política consistente en más y más recortes, supuestamente orientada a reducir gastos, conduce inevitablemente a más paro, a menos consumo, a menos ingresos de las administraciones vía impuestos y, en consecuencia, a nuevos recortes en ciclos cada vez más cortos. Nuestros políticos no solamente son cobardes y mediocres, incapaces de liderar a una sociedad deseosa de enfrentarse unida a esta situación que no crearon; son, además –nuestros políticos-, desconocedores del axioma económico que dice que sin estímulos las políticas de recorte alargarán inevitablemente esta crisis salvaje y el sufrimiento enorme de millones de seres humanos inocentes.

El ayuntamiento de Madrid debe dar marcha atrás inmediatamente a la rescisión unilateral e ilegal de los acuerdos tomados con decenas de compañías y empresas artísticas. Si no lo hace, su credibilidad estará rozando el subcero a medio año apenas de su toma de posesión. Pero, además, se enfrentará a un sector harto, unido y que necesita y quiere vivir. Ya se sabe lo que ocurre cuando se empuja sin misericordia a la desesperación; tanto y a tantos.

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Plan Estratégico de Cultura para Madrid: el punto de partida

La presentación ayer en la sede municipal madrileña del proyecto de Plan Estratégico de Cultura del Ayuntamiento de Madrid (PECAM), es una buena noticia. Muestra la intención de levantar la vista y mirar más allá de lo que habitualmente miran las instituciones. Hacer política cultural planificada, atendiendo a unos objetivos en beneficio de la sociedad -y dotar luego los planes de los recursos adecuados para su ejecución-, es lo menos que se puede exigir a los poderes públicos. Enhorabuena a Carlota Álvarez y todo el equipo que ha dado los primeros pasos de esta iniciativa. Ha despertado notable interés en el entramado cultural y ciudadano, deseoso de participar en el diseño estratégico cultural de Madrid.  Ya iremos viendo en los próximos días y meses si tras esta iniciativa municipal hay voluntad decidida y seria o artificio. Perdonen, pero razones para la duda no faltan. Incluso algunas se deslizaron ayer desapercibida y subrepticiamente a lo largo de la presentación.

El Delegado Villalonga, en su bien tramado discurso, afirmó como una de las piedras angulares de su argumentación (en realidad una anécdota), que los teatros dependientes del ayuntamiento venían costando 23 millones de euros anuales y que el último año habían tenido un 43% de ocupación, y que eso, evidentemente, no podía ser. El argumento tiene dos o tres facetas tirando a tramposillas y en cualquier caso de poca proyección, lo que extraña en un responsable político de ese nivel. Las planteo en forma de preguntas: ¿Cuáles son los índices de ocupación empleados? ¿Se refiere a todos los teatros o el problema apunta específicamente al Fernán Gómez, como nos tememos? Si mete a todos en el mismo saco, ¿será por criticar la gestión del anterior equipo en su conjunto? Seguimos: ¿Si el porcentaje de ocupación hubiera sido del 100%, los 23 millones hubieran estado bien gastados? ¿Los teatros públicos tienen como objetivo capital e indeclinable el “no hay entradas”? ¿Forma parte eso de la/su política cultural? Todos creemos saber cómo llenar, pero disentimos en como llenar haciendo ciudadanía, claro.

Segundo tema. (Recuerden que estábamos hablando del Plan Estratégico para la Cultura madrileña) Contestando a una pregunta, el Delegado afirmó –por cierto, sonriendo mientras daba por obvia su respuesta- que los centros culturales de barrio seguirían dependiendo de otras áreas municipales, que eso no entraba en su negociado. Es decir, como ahora. ¿Alguien considera serio que en la planificación estratégica cultural de Madrid, se parta de que sigan fuera de la planificación general y bajo la tutela de las juntas de distrito los centros donde se encuentran con la cultura una enorme cantidad de ciudadanos?

Otra intervención realmente relevante y “filosófica” la proporcionó el moderador del acto, coordinador del Fringe de Madrid, a quien nadie de la organización desdijo. Joan Picanyol se vanaglorió de que el festival no estaba pagando cachés a las compañías programadas y que todos los grupos acudían a taquilla (¡en un festival!), que lo importante para ellos era representar y tener la oportunidad de que les vieran. Para justificar el recorte se justificaba la vuelta al neoprofesionalismo canalla. El servilismo de la apología de la miseria. Ojala me equivoque, pero suena a que todo esta parafernalia puede estar al servicio de un retroceso presupuestario en toda regla y de una neoprofesionalización de la creación artística madrileña. Jopé si es así: vaya alforjas para tan corto viaje.

Ah, una última cuestión, ésta metodológica. Doy por sentado que cuantos han intervenido hasta el momento han hecho un buen trabajo (aunque todavía no lo he podido terminar de leer), pero si el ayuntamiento quiere de verdad, sinceramente, que la sociedad civil participe en la elaboración de las líneas maestras del futuro, deberá promover fórmulas concretas de participación del tejido cultural, y esencialmente del empresarial y el asociativo (ayer ausente en el discurso), que vayan más allá de recibir mensajes a través de la web habilitada.

En realidad, el éxito o el fracaso de este proceso se podrá constatar al final del camino en el próximo diciembre midiendo cuántos agentes no institucionales han participado y propuesto cambios y cuántos de esos cambios se han incorporado al PECAM.

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Anuario SGAE: datos duros… y oportunidades

El Anuario SGAE de las Artes Escénicas, Musicales y Audiovisuales es una herramienta imprescindible para conocer el estado del consumo cultural en España. Y hay que agradecer que a pesar de las dificultades, SGAE, Fundación Autor y el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, sigan apostando por conocer la realidad. Conocerla es la condición imprescindible para actuar sobre ella. Para cambiarla.

La presentación de los datos del último anuario SGAE, correspondiente a 2011, fue un rosario de pérdidas: de espectadores, de actividad, y en menor medida, que también, de ingresos. Antón Reixa, Antonio Onetti, Francisco Galindo… desgranaban algo tocados una situación para la que no estábamos preparados. Muchos años continuados de crecimiento nos hicieron pensar que la cultura y el arte empezaban a ocupar el puesto que les corresponde en una sociedad avanzada. Pero no: el desplome de la economía española –incomprensible arcano para mí todavía en sus detalles- ha arrastrado incluso a los sectores que iban bien. En la presentación se habló de la “Burbuja cultural” como si su crecimiento los últimos diez años hubiera sido ficticio, falso, hinchado. Pero no. El impulso de la creatividad, el desarrollo del tejido cultural y de las empresas que lo han hecho posible, su peso correspondiente en el PIB… no son un bluff. El retroceso es, simplemente, la explicitación de la dependencia de la cultura con respecto a la economía, y también respecto a las ayudas públicas. Cuando pensábamos que formaba parte del motor, la realidad nos ha venido a recordar que todavía entre nosotros es un aditamento estético del que prescindir cuando el hambre aprieta. Porque por estos lares, el hambre-hambre se relaciona más con el pan que con el alma.

Probablemente el inmediato futuro sería menos doloroso y difícil si hubiéramos hecho a tiempo algunos deberes que tienen que ver con el desarrollo de las audiencias y la fidelización de los públicos del arte. Hoy esas tareas pasan a estar relacionadas con la supervivencia misma del sector. Hoy el seducir a nuevos públicos, desarrollar las audiencias de la creación, hacer que quienes van repitan más veces y además entreguen de buen grado su lealtad a las organizaciones culturales, son objetivos estratégicos. En los próximos tiempos muchas organizaciones tal vez desaparezcan o comprueben la ausencia de razones para ser. Lo importante es que cuando el arte y la cultura española salgan de esta situación, los públicos sean más y más fieles. Porque lo que debemos conseguir es que las gentes –muchas y nuevas gentes- sientan que la cultura les acompaña en este tramo duro de sus vidas, con calidad y buen hacer. Que con alimento espiritual del bueno las penas son menos y el futuro más cercano. Es una nueva oportunidad que no podemos desaprovechar.

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DesAlmados cuatreros de IVA

En una encuesta para la que me pidieron opinión desde El Cultural de El Mundo sobre la subida del IVA de los productos culturales, y en particular del teatro, respondía que era un error estratégico. Decía que era mendrugos para hoy y hambruna para mañana. Decía que incrementar los impuestos al consumo cultural es una barbaridad, no solo porque quienes la aplican son unos liberales indocumentados, sino porque la cultura y el arte hacen país, aúnan sociedad, estimulan a los pueblos en dificultades e impulsan su crecimiento, y reducir sus presupuestos y encima exprimir sus recursos es propio de villanos de película y tendrá previsibles y funestas consecuencias. Considerar la cultura un gasto es pensamiento antigualla. ¡Es una inversión, tontainas! ¡Y muy rentable!

Si pudiera hacerme oír lo suficiente promovería la objeción de conciencia a esta subida ladronera, y el uno de septiembre seguiría facturando al viejo IVA. Y que persigan a cientos de miles de insumisos. Porque el IVA se aplica a productos que consumen lo mismo el rico que el pobre, a la cultura que a Loewe. Pero el pobre y la cultura tienen muy poquito ya de lo que desprenderse para aportar a la cosa pública, y algunos morirán por estas medidas; mientras que a los ricos y muy ricos, incluidos los ladrones de todo jaez que estos años han bandolerizado la economía y la banca y ahora se van de rositas a disfrutar del atraco, la subida del IVA no les va ni a rozar su quelonio y desalmado caparazón. En realidad, si no crecen los ingresos ni se desarrolla la economía, más IVA va a generar menos consumo, otro agujero inútil en el apretado cinturón de esta sufrida sociedad.

Como muchos otros, ofrezco mi hombro, mis hombros, en la dirección de hacer país. Pero para ello la condición sine qua non es que los ladrones y causantes de esta situación pidan perdón por sus acciones y las consecuencias las paguen en primer lugar ellos: banqueros, constructores, políticos corruptos y empresarios desaprensivos. Pero ni una sola medida de las muchas que el gobierno ha impuesto en estos meses se orienta a gravar a los canallas y a los de mucha “grasa”. Ninguna a incentivar la innovación, la creatividad empresarial, el emprendimiento, a favorecer nuevas fórmulas de crecimiento, o promover nuevos modelos empresariales, a esperanzar a la población… Ninguna medida que muestre la más mínima comprensión hacia el enorme papel económico de la cultura.

En definitiva, nuestros gobernantes hacen lo que han hecho los gobernantes toda la vida: exprimir a muchos que tienen poco y respetar a pocos que tienen mucho, sin preocuparse del mañana de todos. Atilas. Así que, encima, hemos de sufrir gobernantes sin imaginación. Ya lo cantaba Lola Flores: Ay, pena, penita, pena.

NOTA: El mucho trabajo ha impedido mantener la periodicidad de este blog en las dos últimas semanas. En ésta, en compensación, aparecerán tres. Vaya atracón.

 

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Visca Catalunya, con perdón

Los “vivas” tras los cuales hay el nombre de un país, nación o nacionalidad, suelen poner mis escasos pelos firmes cual escarpias. En el mejor de los casos me recuerda el papanatismo de “viva mi pueblo” (que no sabes si lo que de verdad quiere decir, es biba yo y avajo los demás), y en el peor, el terrible “viva la muerte” del legionario Millán-Astray de infausta memoria.

Ya, ya sé que el post anterior rezaba Viva España, pero supongo que a nadie se le ocultó que lo que quería gritar era un imperativo “Vivid, no os dejéis desanimar”, ante la agresión psicológica a la que está sometida la buena y humilde gente de este país para que se trague la crisis sin chistar.

Bueno. Pues hoy me dan ganas de gritar “Viva Cataluña, o Visca Catalunya”, y es que cuando uno coge carrerilla es difícil pararle.

Sergi Belbel, director del Teatre Nacional de Catalunya ha decidido programar la obra de cuatro autores catalanes jóvenes en la Sala Grande del TNC. Salivo de envidia por su valor y por la medida misma que, aunque tardía –es su última temporada- expresa la decisión de promover al primer plano a los dramaturgos locales. La cultura de un país, la cultura vinculada a una lengua, a unas tradiciones, a un pasado común que alimenta historias colectivas e Historia, debe ser respetada, conservada, delicadamente cuidada. Por eso siento hoy envidia por la decisión de Belbel, y pena por el castizo desprecio por lo castizo que anida en las mentes de tanto moderno sin pasado que bebe los vientos por cualquier novedad y desecha lo cercano, lo propio.

No hay forma de que los creadores crezcan y se hagan grandes –sean dramaturgos, realizadores, novelistas, poetas, fotógrafos o pintores…- sin el alimento que suponen estrenos, publicaciones, grabaciones, exposiciones…; sin el alimento que supone el juicio del público, al que sus creaciones van destinadas.

Pues eso, que sana envidia.

NOTA: Pena penita pena, por Juan Luis Galiardo, ese nadador irredento y atleta en su vejez; y por Gustavo Pérez Puig, que montó a Alfonso Sastre cuando hasta los suyos le negaban el pan y la sal. Fíjate, le gustaban Sastre, Buero, Jardiel y Mihura,  una tierna contradicción. Y es que, para algunas cosas, hay derechas valientes e izquierdas cobardicas.

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Viva España: cuestión de ánimo y de ánima

Ni hace cinco años nuestro país, su economía, la banca o la cultura eran la bomba (y los lugareños los reyes del mambo), ni ahora –mucho menos- es un país del que avergonzarse (y sus moradores unos mangurrinos).

Quienes tienen más de treinta años saben que España ha dado la vuelta tras decenios de ostracismo, falta de libertad y cutrerío producido por el régimen franquista. Con mucho esfuerzo -y con ayuda europea también, sí-, hoy es un país bien comunicado, presente en la política internacional y en la economía mundial, ejemplo para muchos países que quieren alcanzar la democracia en paz, con un buen sistema sanitario, un digno nivel de vida y un respetable, aunque bajo todavía, consumo cultural. El crecimiento acelerado produjo también miserias de varios tipos, entre ellas las provocadas por la codicia rapaz, por el triunfo rápido, por el ladrillo desdichado, por el político alicorto, por el banquero ladrón.

Pero los españoles hemos de estar orgullosos de serlo –no de nuestros defectos- y estar prestos a trabajar duro para salir de este charco que aunque la gente normal no ha provocado, ha contribuido por dejadez y contagio a que se produjera. Necesitamos aunar esfuerzos, ser conscientes de la relevancia de tantas y tantas cosas que nos dan valor diferencial: la historia, la lengua, numerosas empresas, el lugar en el mundo, la cultura y el arte, la capacidad de acoger turismo, un modo de vivir, por qué no… Y trabajar en lo que cada uno tenemos más cerca para hacerlo cada día mejor, con la máxima ambición de contribuir colectivamente a salir del marasmo. También ejerciendo solidaridad con los que, cerca, sufren, compartiendo el pan y la sal, que es momento de hacerlo. Con la decisión de que aprendamos de los errores pasados y pasemos cuentas a políticos, banqueros o empresarios desaprensivos y elijamos mejor cuando tengamos que hacerlo.

Todos, particularmente quienes trabajamos en el mundo de la cultura, que tanto contribuye a la especificidad de “ser” y “hacer” España, hemos de aportar ese valor contributivo. Todos debemos ser conscientes de que en los próximos años nos jugamos el orgullo sano, ese motorcito imprescindible para llevar los ojos al horizonte, no al suelo. No rendirnos, aunque cobremos menos, aunque perdamos el trabajo, aunque comamos peor, aunque las vacaciones sean de ventilador… Rendir el ánimo, el espíritu, es la garantía de alargar indefectiblemente el dolor y la recuperación. No tengo recetas; sugiero ánimo, ánima.

Ellos hablan de la “marca” España como si fueran vendedores de crecepelo. Nosotros, cada uno a su medida, hemos de hacerla. Simplemente.

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