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Los públicos, protagonistas. Las artes, relevantes en sus vidas

La I Conferencia anual de Marketing de las Artes, celebrada en Madrid los días 10 y 11 de octubre, ha sido un rotundo éxito para el sector cultural, por la ambición de los temas abordados, por el clima humano, por la calidad de los ponentes y los debates, por el lugar de celebración, el Museo Lázaro Galdiano. Hasta el tiempo se ha conchabado para hacer de este primer encuentro de las gentes del marketing cultural una experiencia apasionante..

Los 150  asistentes han podido comprobar el estado de la cuestión expresado por las voces más avanzadas del marketing de las artes -ingleses y norteamericanos y españoles- y acercarse a tres experiencias verdaderamente relevantes de nuestro país: Heineken Jazzaldia de San Sebastián, Mercat de les Flors, de Barcelona y Matadero de Madrid.

Para ASIMETRICA, una consultora cultural nacida apenas hace un año, y liderada por esa pareja compuesta por Raúl Ramos y yo mismo, también ha sido un éxito. La respuesta de los compañeros y compañeras del sector,  la buena organización, la satisfacción transmitida… animan sin duda a continuar en esta línea y empezar a preparar la segunda Conferencia.

Pero lo más relevante de todo, sin lugar a dudas, son las conclusiones que sobrevolaron a los asistentes en la recta final del encuentro. El marketing de las artes puede encabezar la renovación en el sector de la cultura estableciendo un nuevo modelo de relación con los públicos en los que estos sean escuchados y participen como protagonistas en su relación con las artes. Una relación en la que obtengan experiencias emocionales de calidad; en la que el arte adquiera relevancia en su cotidianidad y contribuya a hacerlos a hacernos, mas y mejores ciudadanos.

Manos a la obra.

NOTA: Gracias a Elena Hernando y su equipo del Lázaro Galdiano; a Brian McMaster, Eugene Carr, Diane Ragsdale, Sarah Briggs, Alberto Fernández Torres, Roger Tonlinson, Marisa Vázquez-Shelly, Xavier Marcé, Hannah Rudman, David Brownlee, Chris Denton, Miguel Martín, Pablo Berástegui, Pepe Zapata. Gracias a la “cocina”: Javier Martín Balsa, Andoni Lopategui, Javier Saínz y Ana Ceballos y todo el magnífico equipo de voluntarios.

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País de charanga y pandereta, I love you

Sí, a pesar de todo. Porque lo de la duquesa es hasta tierno: que una mujer de 84 se case con lo que para ella debe ser un jovenzano,  y a la salida de la ceremonia se apunte con una sevillana, con peligro para su estabilidad, tiene mérito y hasta produce envidia. Que la cosa sea noticia y revuelo, habla mal de los que la convierten en comidilla. Muchos.

Pero, a lo que iba, otros muchos, muchos más, han convertido la Encuesta de hábitos y prácticas culturales en España del pasado 2010 en una buena noticia. Con sus pequeñas sombras, claro. El diario digital hoyesarte.com, titulaba la noticia “El consumo cultural resiste la crisis”. Lean las cifras y se sorprenderán de cómo responden los españoles a situaciones de agresión psicológica como la que sufrimos. Los políticos y los medios se han puesto de acuerdo en tapiar la salida y convertir el país en una especie de ratonera que impulsa al suicidio para que toque a más a los supervivientes.

Y sin embargo nuestros compatriotas siguen leyendo, yendo al cine y sobre todo a museos, sin que la situación los haya desanimado en la práctica cultural. Así,  el conjunto dibuja un cuadro esperanzador. Las buenas noticias de la cultura. Las sombras van por el lado del bajo nivel de compra por internet, que refleja un modelo de consumo atrasado; el crecimiento de las descargas ilegales, con el consiguiente perjuicio para los autores; o la reducción de consumo en artes escénicas, que a pesar de ello conservan una estupenda vitalidad.

Un responsable político del ayuntamiento madrileño me justificaba esta semana con la “lógica” que se redujese drásticamente el presupuesto de cultura. Suprimamos lo innecesario, vino a decir. La cultura, la educación, la sanidad son piedras angulares del sistema democrático y en ellas se asienta la satisfacción de la población y su seguridad en el futuro. Las tres expresan el nivel de solidaridad y de cohesión de una sociedad, más incluso que el trabajo. Porque pueden venir las vacas todavía más flacas, pero no puede faltarnos un buen profesor de geografía o un médico para nuestros hijos, ni un libro, un cuadro o un actor que nos recuerden que somos sustancia inmaterial. La verdadera sustancia que construye el futuro.

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Entrar al Museo del Prado: el precio de la cultura

El Museo del Prado ha subido recientemente el precio de sus entradas generales de ocho  a diez euros. Las entradas pasan a servir para todas las exposiciones, temporales y permanentes. Esta medida no altera la política de precios especiales reducidos y de ofertas que por algo más de dinero dan valores añadidos, por ejemplo llevarse a casa La guía del Prado.

Esta decisión está tomada para facilitar las vistas de los públicos que hasta ahora estaban obligados a elegir con antelación un tipo de entrada según los fondos que quisieran visitar. Expresa la estrategia del Prado de estar atento a sus usuarios, de escucharles y facilitar sus visitas, para lo que ha ido modernizando su modelo de gestión, comunicación y relación con los públicos. Expresa, también, la tendencia a acercar algo el precio a la realidad de los costes del servicio ofrecido.

Por eso la medida plantea, de paso, una reflexión sobre el precio de la cultura. No son pocas las personas que en España consideran que la cultura y el arte debe ser gratuito, confundiendo libertad de acceso con gratuidad. Como ya sabemos, y más en los presentes momentos de crisis, todo cuesta y todo ha de ser pagado, venga de los presupuestos de instituciones públicas, de mecenas o patrocinadores, o del bolsillo de los ciudadanos interesados. El precio de las entradas muestra, en parte, el valor atribuido a la cultura. Por la institución correspondiente, y por los públicos. Y hasta ahora, las políticas  de precios cercanas al cero no han contribuido a prestigiar la cultura ni a hacer más público.  Son la educación, una adecuada política de promoción y un modelo de atención a las audiencias que las sitúe en el centro de la actividad de las organizaciones culturales las medidas que darán verdadero valor a la cultura. Aunque el acceso sea algo más caro.

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Lo siento de corazón, Irene

Una voz de La guerra de las Galaxias me ha parecido fuera de lugar esta mañana en esos momentos en que sueño y vigilia se confunden. Era el informativo de la SER, y tras él, Carles Francino contaba que el dueño de esa impresionante voz, Jordi Dauder, había perdido el combate con el cáncer canalla.

Últimamente no estaba muy cerca, a pesar de que siempre lo encontraba en las acciones que desde la Cultura buscaban un mundo menos malvado e insolidario; acciones que proponían hacer del ser humano espacio de vida y objeto de permanente crecimiento desde la política social. Porque Jordi tenía íntimamente asociada a su vida esa concepción desgraciadamente escasa ya de que el hombre es un ser ético y político y que debe transformar las cosas desde la política, desde la participación. También desde la integridad, rasgo que fue el primero que me enamoró cuando le conocí. Fue allá por los primeros años ochenta en Valladolid, cuando el partido socialista, recién vencedor en las elecciones y carente de cuadros que articularan sus gobiernos, lo envió desde Barcelona a contribuir a poner en pie ese primer proyecto de izquierdas ilusionado e ilusionante. Luego, docenas de veces lo he encontrado haciendo, siempre haciendo, construyendo.

Fidelidad, entrega, lealtad, viejas palabras en busca de futuro, que caracterizaron a Jordi. Lo echaremos mucho de menos.

Por que, como he oído en la radio, el cine, la televisión y el teatro pierden un gran actor. Muy grande. Pero la verdadera pérdida es la de un hombre bueno e íntegro; un hombre comprometido con la piel de los otros, más allá de la propia.

Irene, lo siento de corazón. Un abrazo.

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Parque cultural: vengan, conozcan y gocen… 2

El mundo vive momentos trascendentales, probablemente sin que quienes toman las decisiones  pero tampoco quienes las sufren, tengan plena consciencia de lo que parece que va a alumbrar este mal parto. Un mundo distinto, en el que se van a maltratar e incluso perder algunos de los derechos y conquistas duramente logradas en el siglo XX. Con toda probabilidad esas pérdidas se recuperarán…, con mucho trabajo, con mucho sudor, con algunas lágrimas. Y espero de corazón que sin sangre.

Por eso no es el momento de hacer de Don Tancredo, ese lance taurino consistente en esperar al toro sin moverse… a ver si pasa de largo. Es el momento de pensar el futuro, de recolocarse ante él: las personas, las organizaciones, los ayuntamientos, los estados… En todas las áreas. Por supuesto también en cultura.

Nada será como antes, tal vez ni siquiera peor. Será distinto, y la duda es si estamos preparados o si estamos preparándonos para ese nuevo panorama. A nivel macro,  como decía en el post anterior, los cambios también son oportunidades, y una de ellas afecta al papel de España en el mundo, y en concreto al aprovechamiento estratégico de sus fortalezas, la principal de las cuales tiene que ver con la  lengua y con la cultura, entendida esta vez esta última ampliamente: gastronomía, bienes de interés ecológico, arquitectura, museos, teatro,  sol, playa y monte… Estamos entre los cuatro o cinco primeros países del mundo en casi todo ello, y seguramente los ciudadanos ni saben de ese liderazgo. Y mientras despreciábamos esas fortalezas estratégicas, mientras considerábamos el español tan solo una lengua para andar por casa, la economía, el crecimiento, han estado asentándose en vender el suelo a precio de pelotazo, y construyendo -y vendiendo unos a otros- casas mal hechas, sin crear valor añadido alguno. De aquellos polvos, este lodo.

Definir España como marca turística y cultural a nivel mundial  no es únicamente una cuestión de marketing, aun siendo ello primordial. Es cuestión de que el conjunto del tejido productivo, y especialmente aquel que tiene que ver con los valores estratégicos de los que hablo, se ponga las pilas, adelgace si tiene que adelgazar, y engorde si tiene que engordar. Pero sobre todo que mejore su capacidad de crear, de mejorar su relación con los públicos, de innovar, de producir valor competitivo en un mundo que en esencia reclama calidad y diferencia.

Por eso lo de pensar España como un gigantesco parque temático cultural para el mundo. Un parque que si está bien diseñado, pensado para dar placer, conocimiento, experiencias y cultura a sus visitantes, a mí mismo me gustaría visitar.

Mi buen amigo y compañero de andanzas, Pedro Antonio García, durante tantos años uno de los hombres fuertes de Coca-Cola, y ahora embarcado en su propio viaje a Ítaca, escribe en su blog sobre este asunto con su habitual perspicacia y capacidad proyectiva, y aplicando a la tarea  todo su acumulado saber. Mucho. No os lo perdáis.

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España, ¿parque temático cultural? 1

Los presupuestos que las instituciones públicas destinan a cultura se encuentran en estos momentos en caída libre. Los políticos corren de esquina a esquina tapando huecos y cambiando de destino partidas de una caja que no puede hacer frente a tanto gasto y tanta deuda acumulada.

El Observatorio de la Cultura de Fundación Contemporánea menciona en su reciente estudio el 20% de reducción para Cultura. El Observatorio se queda claramente corto porque las caídas de las que existen noticias de cientos de ayuntamientos de toda España sitúan la reducción en cifras cercanas al 40%. Y es comprensible, dado que los políticos –como los malos actores- elaboran sus líneas de acción con un ojo en las quejas de sus votantes –sus públicos- y éstos andan mucho más preocupados por el alimento del cuerpo que del alma.

La estrechez de miras desde el primero al último de nuestros responsables políticos es tan grande que no acaban de percibir el enorme valor estratégico de la cultura para un país como el nuestro. Con la segunda lengua de relación del mundo, con una infraestructura turística –y gastronómica– líder mundial, con un capital histórico-artístico como el que tenemos (museos, conjuntos, arquitectura…), y con una creatividad potentísima que hay que convertir en tejido empresarial, España podría hacer de la cultura un epígrafe económico decisivo.

Pero ello implica una decisión estratégica, una apuesta de futuro, que empieza por no regatear financiación en estos momentos a uno de los sectores con más proyección de nuestro país. Hay algunos ámbitos económicos en los que por muchos recursos  que destinemos jamás podremos competir en el mundo; hay otros ámbitos en los que el esfuerzo y en concreto financiación para programas de I+D + i (investigación, desarrollo e innovación), podría dar a medio plazo una rentabilidad enorme. La energía renovable, el turismo y la cultura son algunos de ellos.

Al sector le toca trabajar, exigir, luchar para hacer videntes a los que, ciegos, se empecinan en mirar a los lados o hacia atrás en vez de hacerlo hacia delante. Y el éxito siempre está allí. ¿Tal vez en asumir el papel estratégico de ser uno de los mejores parques temáticos del mundo?

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Mascarell, Ministro de Cultura

Se me ocurren varios ministerios que suprimir antes que el de Cultura, si atendemos a su utilidad, claro. Demagogias baratas aparte, la propuesta recurrente, casi siempre emitida desde posiciones nacionalistas, salta de nuevo esta vez de la mano del conseller de Cultura de la Generalitat Ferrán Mascarell. Otros aplauden con sus orejas neoliberales porque de llevarse a cabo la medida, dejaría la Cultura en su conjunto más cerca de ser regida en exclusiva por el mercado.

En realidad, mi opinión sobre este tema es que el Ministerio de Cultura debería recuperar algunas de las competencias entregadas a la gestión autonómica y  algunas nuevas que incrementaran notablemente su peso en la política nacional y en la presencia de la cultura española en el exterior. Más madera; no menos.

Aun jibarizada la acción cultural central,  es hoy insustituible. Entren en la web del ministerio y vean sus competencias y líneas de acción. Y vean si no se les ocurre a algunas más que asumir. Incluso que compartir con otros ministerios, como ocurre con el de Exteriores y el Instituto Cervantes.

La clave de la decisión es si estamos hablando de un país o de una confederación a la que nada une sino el nombre. Y solamente desde posiciones cercanas a la aldea gala de Asterix se defenderá que lo que hoy se denomina España es tan solo una suma de peculiaridades, y niegue el potentísimo común denominador cultural, lingüístico e histórico por el que somos reconocidos en el mundo. Basta ya de dar más relevancia a la diferencia que a  lo que une.

Por eso es imprescindible e insustituible una institución consciente de que la cultura, la lengua, las industrias culturales, e incluso las diferencias culturales internas, han de ser convertidas en política cultural que nos haga querernos y conocernos más a quienes vivimos dentro de las fronteras españolas, y que haga conocer mejor a los españoles y tener más presencia a su cultura fuera de ellas. Sea cual sea el nombre que reciba la institución.

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El ayuntamiento de Gijón no canta zarzuela

La relación de la Política con la Cultura es un terreno minado de bombas. Las instituciones siguen viendo la acción cultural como un ámbito de rentabilidad electoral y muy pocas veces como terreno de desarrollo estratégico de los ciudadanos a los que afirman servir. Para la cultura, por otro lado, la política ha sido, y sigue siendo no pocas veces, el horizonte económico en el que busca su seguridad gracias a la financiación pública. Mal.

Una de esas polémicas minas ha estallado una vez más, y de modo escandaloso, con el nuevo ayuntamiento de Gijón. Nada más tomar posesión, la nueva corporación “popular” ha decidido suprimir su aportación –humilde, por otro lado- para el Concurso Internacional de Zarzuela que caminaba hacia su segunda edición tras una primera de éxito. Es de por sí mezquino reducir presupuestos con los más débiles y necesitados; pero  es, sobre todo, que los argumentos empleados son revanchistas y barriobajeros. Basados en acusaciones de partidismo por parte de un equipo de gobierno que quiere hacer tabula rasa con la acción de la anterior corporación.

La Fundación Ana María Iriarte, dedicada a promocionar la lírica y en particular la zarzuela, es la impulsora del concurso y la financiadora privada de la mayor parte de su presupuesto. Encabezada por una de nuestras cantantes históricas, ha visto cómo por vía postal y sin previo aviso, se cercenaba uno de los poquísimos espacios de promoción de la zarzuela en España.

Salvar la cultura del debate político pequeño, y llevarla a las cimas de acuerdos estratégicos de los grandes partidos; convertir la cultura en más ámbito de desarrollo ciudadano y menos espacio de exhibición de poder; hacer de nuestra cultura, asentada en el segundo idioma más importante del mundo, una herramienta de primera magnitud en la acción exterior…

Y, por favor, olvidarse de las querellas, pequeñas venganzas, y míseras utilizaciones.  Y si algún proyecto existente no se acomoda a las líneas de los nuevos equipos políticos, debe ser tratado con elegancia, con altura de miras, con dignidad, con educación. Incluso para dejar de apoyarlo.

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Coppola, exagerado: ¿Cine en directo?

Francis Ford Coppola, informó hace unas semanas en la feria Comic-Con, de San Diego, que iba a transformar su nueva película, Twixt, en lo que él llamó un espectáculo en directo: “como la ópera”, dijo. Los hechos son más elocuentes que las palabras y la propuesta obviamente quedará en mucho menos. En realidad, la idea del director de El padrino es que unas pocas escenas de la película se monten de modo distinto en algunas de las salas en la que se proyecte. Así, lo que variará es el orden de diversas secuencias y la música que las acompañe. La innovación es una herramienta de puesta al día y de desarrollo que precisan urgentemente algunas expresiones artísticas y culturales. Ésta es una muestra interesante de deseo de innovación, pero que dada la esencia intrínseca del cine –grabado y proyectado- amenaza ser cosmética. En fin.

Coppola dice, “La mayoría del arte hoy en día es grabado, lo único que es en vivo son los conciertos y el deporte”. Está equivocado: conciertos y deportes tienen su principal expresión económica y sociológica en su transmisión televisiva o su grabación y reproducción: muchos podrían hacerse sin espectadores y su esencia no cambiaría porque hoy la retransmisión de la música y el deporte lo garantiza. Sin embargo no menciona el teatro y otras artes escénicas, que por su esencia necesitan público en vivo para que tengan lugar.

Pero el maestro acierta al enfatizar una de las necesidades contrastadas de las artes: buscar el contacto directo con los espectadores que, cada día más, buscan el encuentro vivo que permite la emoción colectiva. Y en eso las artes escénicas tienen una enorme ventaja sobre otras expresiones grabadas o/y reproducibles. Hoy las artes escénicas son la principal actividad cultural en la que los espectadores gozan colectivamente y en directo, y solamente en directo. Los espectadores son conscientes de que lo que están viendo solo lo ven ellos; y que mañana será otro día.

Esa fuerza inmensa proyectada a futuro es la que ha atraído a Coppola. Chico listo.

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