Archivo de la categoría: Gestión cultural

Do it yourself…, if you are small

Creo que los momentos que vive la sociedad española, y su tejido cultural en particular, obligan a las organizaciones y a cuantos amamos el arte a reconvertirnos, a ponernos el salacot y explorar tierras incógnitas, a hacernos versátiles ornitorrincos, a agrupar fuerzas y promover asociaciones que multipliquen la energía, a arriesgar, a vivir para vivir.  Tal vez por eso Asimétrica y elmuro, hemos decidido aunar esfuerzos y lanzar emprendecultura 2012,  un proyecto conjunto orientado a servir de apoyo a las organizaciones y los nuevos proyectos que lo necesiten. La primera propuesta de emprendecultura son unos Talleres de Marketing Cultural para emprendedores y pequeñas organizaciones culturales, que se celebrarán entre abril y junio de este año en la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid.

En el nuevo escenario en el que las organizaciones culturales están desarrollando su labor, la búsqueda de la eficiencia y la autogestión de recursos limitados son principios que inspiran su día a día. Y es que es más fácil mantener el nivel de creatividad si quienes quieren desarrollarla disponen de herramientas de gestión y comunicación que les hagan lo menos dependientes posible: los elementos esenciales del marketing digital al servicio de la creación de emprendedores y de pequeñas organizaciones culturales.

Los talleres para emprendedores y pequeñas organizaciones culturales, promovidos por emprendecultura, ofrecen herramientas tecnológicas y conocimientos prácticos aplicables de modo inmediato relacionados con el marketing cultural y digital: manejo de redes sociales, Mailchimp, posicionamiento en los motores de búsqueda, WordPress como gestor de contenidos, Google analytics, organización de eventos on line y autoedición de pequeños vídeos.

Cada taller ofrece un máximo de 26 plazas,  y están organizados en dos sesiones, una de cuatro horas y una segunda, de revisión práctica y resolución de problemas, que se celebrará un mes después. Los profesores serán Javier Martín Balsa, consultor senior de asimétrica, María Casado, Directora de Cuentas de Amiando y el realizador Flavio G. García.

Emprendecultura ofrece un total de 60 becas que gestionan diversas instituciones asociadas al proyecto: Universidad Carlos III, ICCMU, La Red de teatros, Cultunet, Fundación Autor, Laboratorio de Públicos del Ministerio de Cultura…

Una de esas iniciativas que esperas que sea útil a las gentes que sueñan y crean y que necesitan herramientas para que sus sueños vuelen alto.

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El crowdfunding, ¿bálsamo de Fierabrás?

Después de una de las múltiples palizas recibidas en sus andanzas, Don Quijote menciona a Sancho este bálsamo curatodo. El equivalente en Asterix sería la afamada poción de la marmita. Siempre a la búsqueda del Santo Grial. Como para muchos el principal mal de la cultura hoy es la escasez de dineros, se está publicitando masivamente el micro-patrocinio, el crowdfunding, como solución de Fierabrás. Numerosas webs han nacido en los últimos meses como plataformas de búsqueda de micromecenazgo para pequeños proyectos (goteo, verkani, lanzanos, latahona, fandyu, kreandu…); docenas de mails recibidos me recuerdan en las últimas semanas que muchos proyectos –galerías, teatros, producciones…- quieren beber del maná, del Grial de la eterna juventud que es el dinero privado.

En el ágora digital se confunden creadores salientes del cascarón, con productoras solventes o teatros alternativos. Todos cuentan de sí, todos piden y todos ofrecen más o menos lo mismo. Hombre, no  digo yo que lo de salir a la calle hucha en mano es lo mismo, pero tal y como se está llevando a cabo amenaza con llegar a ser algo no muy diferente.

El crowdfunding es una herramienta magnífica para pequeños proyectos, pero que no consiste simplemente en pedir colaboración económica a conocidos y desconocidos; muy al contrario; su práctica ha de regirse en sus principios de funcionamiento por estrategias de captación de recursos, de comunicación y de marketing. Si no es así es hucha, mesa petitoria. La práctica del crowdfunding ha de estar al servicio de unos determinados objetivos de marketing, hacerse con veracidad y gestionarse con transparencia los fondos obtenidos, rindiendo cuentas a los compañeros de viaje logrados, buscando la diferenciación y la especificidad en relación a otros proyectos similares, dirigiéndose a un público segmentado estudiado, y definido para que los mensajes los reciban los destinatarios adecuados. Y lo más importante: debe generar en quienes colaboran la sensación colectiva de que realmente están contribuyendo a poner en pie un proyecto creativo original. Si no se siguen estas elementales y razonables normas, dentro de muy poco tiempo habremos recibido tantas solicitudes que responderemos igual ante ellas que ante la última oferta de Orange. Y es que copiar los originales, hacer buen benchmarking no es nada fácil.

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Alicia, Luz de gas y El Mago de Oz

Jopé qué ganas tengo de que la realidad que me asalte cada mañana sea guapa y campanillera, lejos de  Luz de gas, cerca de El Mago de Oz. Pero no, se imponen tan a menudo oscuridades y desasosiegos, que tengo el alma controvertida en estos tiempos de cinturones pequeños y cada vez más apretados. Y el desasosiego más profundo se produce cuando las noticias grises vienen de lo inesperado, del lugar imprevisto. ¿Imprevisto? Sí, al menos yo no esperaba que Alicia Moreno alargara los contratos artísticos de Mario Gas y de otros responsables culturales de Madrid, unos días antes de que un nuevo Consejero de Cultura la sustituyera en el cargo.

Alicia, ¿por qué renovaste el contrato de Mario, Delia, Mora y demás a escasísimos días de que te fueses del Ayuntamiento de Madrid?  ¿Por qué, si habían sido designados uniendo su futuro a quien les designó, quien les designó firma para que le sobrevivan? ¿Por qué una vez más el poder discrecional, en vez del contrato programa? ¿Por qué resulta tan parecido ese funcionamiento al del anterior consistorio y al viejo estilo del teatro Español? ¿Por qué seguimos sin saber de contratos, de números, de presupuestos en el más puro y viejo ocultismo? ¿Por qué cuando conocemos algunos –los salarios y los cobros añadidos por direcciones artísticas- el alma sensible se irrita en estos tiempos? ¿Por qué la Cultura, que debe dar luz, esconde su gestión pública en la bruma del poder? ¿Por qué lo simplemente razonable es tan escaso y difícil de encontrar?

Mario, dices en la portada de El Cultural que “Los ciclos políticos no deben coincidir con los artísticos”, cuán de acuerdo estamos. Pero, ¿por qué no hacerlo por vía democrática y en abierta y leal competencia con otros que podrían aspirar a la responsabilidad, en vez de ampararse en el poder discrecional de quien se va en unos días? ¿Es tan peligroso para la democracia que en Cultura los responsables no sean designados sino elegidos mediante concurso? La percepción inevitable, una vez más, es que Súper Glue está perdiendo una gran oportunidad al no patrocinar los cargos. Un exitazo.

La sombra de la amistad como argumento feo debe ser desterrada de la acción política, de la acción cultural, y sustituida por la aristocracia de los mejores, pero los mejores no designados, sino elegidos por sistemas democráticos y rindiendo cuentas ante la sociedad a la que se deben. Y si no, no haber venido.

Notas:

1. La admiración artística nada tiene que ver con la crítica a la gestión. He comprado entradas para este domingo ver Follies en el Español, me han hablado maravillas. Veremos. La experiencia me cuenta que la buena gestión y el buen arte no se suelen aparear bien.

2. He pasado el post a tres amigos antes de publicarlo. Me han insinuado la posibilidad de tener problemas por decir estas cosas. La sospecha de que, en democracia, opinar pueda ser en sí un problema, ha bastado para disipar cualquier duda. Adelante con la libertad, tesoro divino.

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¿Bailamos, ministro?

He de reconocer que me gusta más el ministro José Ignacio Wert que su antecesora, Ángeles Sinde. Obviamente no tiene que ver con el aspecto, ni tampoco con ideologías o simpatías en torno cosmovisiones. Leo sus respuestas a la interesante entrevista publicada en El Mundo, y concluyo que puedo estar en desacuerdo en muchas cosas, pero que sin duda hay conceptos, proyectos, ideas en torno a la Cultura. Ideas, qué bien. Me gusta.

En la gestión pública, como en la privada, el criterio regidor esencial es el que surge de lo razonable, de la lógica, de la sensatez. Por ejemplo, Wert se hace dos preguntas que nos hemos hecho muchos respecto a la creación en que intervienen amplios colectivos (no en la creación individual), de las que el cine y el teatro son exponentes obvios. El ministro se pregunta sobre el cine: “¿De verdad pensamos que podemos llevar a las salas más de 100 películas al año (se refiere a españolas)? ¿De verdad pensamos que podemos permitirnos un sistema de ayudas que viva al margen de la posibilidad de recaudación? Definitivamente, como sucedió en 2010, las ayudas no pueden superar a toda la recaudación en taquilla.”

Ningún modelo de promoción cultural debe poner obstáculos a la creación, individual o colectiva. Pero de ahí a apoyar indiscriminadamente proyectos creativos y al margen de los resultados y del veredicto de la sociedad hay un abismo que los responsables políticos no deben pasar. Porque el arte es arte cuando algún sector social lo considera como tal. El valor cultural de las expresiones artísticas colectivas no nace del hecho de ser producidas, sino de que su encuentro con el público se produzca.

Habrá que esperar a las propuestas concretas del equipo ministerial en torno a los sistemas de ayudas en el cine y en las artes escénicas. Cada cual ha de asumir sus responsabilidades. A los creadores les toca asumir que son los públicos quienes deciden; a los políticos, recordar que promover el arte significa dejar un espacio defendido y cálido para los nuevos creadores, para las expresiones artísticas mas comprometidas, frágiles o innovadoras. Los sistemas de ayudas, la nueva ley de mecenazgo, el imprescindible debate sobre la responsabilidad social y la transparencia en la gestión pública…, son temas urgentes, para no pisar líneas rojas en Cultura. Ya.

No debemos temer al mercado. Pero no debemos dejar todo al mercado.

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Cervantes, ¿para qué?

La realidad grita muchos temas a este blog: los recortes en el teatro de Cataluña, o las exitosas cifras de los espectáculos en vivo de esa misma comunidad, el ruido de La Gioconda revisitada, la muerte de la espléndida poeta Wislawa Szymborska, presente en el Kit de supervivencia elmuro para este año. No los escucho –a duras penas- y hago, además, un alto en el camino del patrocinio. Ya volveremos. Y me quedo con el Instituto Cervantes como tema elegido. Y sus atribuciones y disputas, claro.

El nuevo ministro de Exteriores reafirma su potestad sobre esa institución, puesta en duda días antes por el de la cosa cultural, José Ignacio Wert. En realidad la cuestión central no es la disciplina administrativa de la que depende: eso tan solo afecta al reparto del poder que tan afilados pone los dientes a algunos políticos. Lo realmente relevante es para qué va a emplear España esa magnífica herramienta con la que cuenta para multiplicar su presencia e influencia en el mundo.

El Cervantes es, hasta el momento, una red de centros operativos situados en países de habla no española, dedicados a potenciar y enseñar la lengua española y la cultura en español. Nada más y nada menos, sin duda, pero sus objetivos podrían ser mucho más ambiciosos estratégicamente. Porque para ello estamos en mejor posición que Alemania con su Instituto Goethe o Francia con su Alianza Francesa, que sin embargo disponen de presupuestos mucho mayores. Pero para ello debería definirse el papel de España en el mundo, definir nuestro perfil diferencial y apolíneo, tomar posición sobre cómo queremos que nos vean y qué podemos ofrecer a quienes nos miran. España es la lengua, la cultura, la historia y el arte, curiosas tradiciones por las que somos conocidos, turismo, gastronomía y un modo de vida envidiado en occidente; es sol, acceso libre a las playas, diversión; es Almodóvar, Plácido Domingo y Rafa Nadal; es el Madrid, el Barça y el jamón ibérico; es Tenerife y Miró, Sevilla y Salamanca, Picasso y los toros… Hasta el logotipo expresa hoy la cortedad de miras con que ha sido tratada esta institución: una eñe nos resume, para que vean ustedes.

¿A dónde quieres ir a parar, Robert? A que esos son los atributos que hemos de poner en valor en nuestra relación con el mundo; en los que debemos buscar la excelencia y la máxima satisfacción de quienes nos visiten; valores que nos configuran como un país en que la cultura –entendida esta vez muy ampliamente- es el signo diferencial; valores con unas extraordinarias implicaciones económicas en las que las empresas han de estar presentes. Voy a que el Cervantes tiene en ese plano máximas responsabilidades. El nombramiento del indiscutible Víctor García de la Concha, no parece ir en ese sentido, la verdad.

De la innombrable saldremos tarde o temprano, con más o menos heridas, pero saldremos mejor y durante más tiempo si hacemos de la cultura tal y como la he expresado, nuestra fuerza estratégica, lo que ofrecemos al universo mundo.

Menos disputas por el poder y abramos el horizonte del Cervantes para hacer de él una herramienta económica al servicio de un proyecto de país líder en el mundo en aquello que puede serlo.

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Patrocinio y fiscalidad, una pareja que da juego

La parte más debatida de las leyes de patrocinio suele ser los incentivos fiscales que promueven que empresas y particulares contribuyan a la financiación de la cultura.

En mi opinión los porcentajes de desgravación son relevantes, pero no tanto como se suele señalar. No olvidemos que la contribución de las empresas al patrocinio, reduce los impuestos de esas empresas, y por lo tanto la suma de ingresos globales que el Estado maneja. Por eso los incentivos fiscales deben estar al servicio de una política cultural global, como decíamos en el anterior post.

Ello quiere decir, que conviene ir a máximos en los incentivos para generalizar en las empresas la aportación de fondos privados a Cultura. Motivan mucho más y hacen que empresas poco sensibles a la Cultura, se planteen apoyarla. Los incentivos máximos juegan, en fin, un papel divulgador del papel de la empresa como financiador cultural.  Pero formar parte de una política cultural quiere decir también que  el modelo de incentivos que se apruebe, debe garantizar que ámbitos culturales y artísticos poco mediáticos, o minoritarios, reciban también el apoyo económico del mundo empresarial. Así que, dentro del escalado de incentivos, demos máximos beneficios fiscales para los patrocinios a proyectos de vanguardia  o innovadores, o a expresiones de difícil subsistencia. Porque la cultura sin diversidad no es cultura. Y las expresiones más mediáticas van a tener apoyos más fácilmente.

En esta misma dirección, otra fórmula de gran interés –a estudiar para incluirla en la futura Ley- es que una parte de la financiación privada sea, por ley, destinada a un fondo conjunto gestionado por el Estado o las instituciones públicas. Ello garantizaría que actividades que precisan ayuda para subsistir, gozaran también de los beneficios de una buena ley de patrocinio, dentro de una política cultural que los ciudadanos han elegido.

 Y una última cosa relacionada con los incentivos fiscales. Los ciudadanos, individualmente, también deberían poder  patrocinar la cultura y el arte y así debería recogerlo la nueva Ley. A través de pequeñas donaciones desgravables, sí. O, lo que es más revolucionario, a través de la desgravación por consumo. Así, el consumidor de arte, ese que llena teatros, compra libros, cine y música y asiste a exposiciones, vería recompensada y potenciada su fidelidad, su apoyo al arte.

En definitiva, necesitamos una Ley de Patrocinio, orientada a la sociedad, a los públicos, incluso más que a las empresas.

Y pronto el cuarto post dedicado al patrocinio –por el momento-. Pero antes, un paréntesis.

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¿Para qué una ley de Patrocinio? 2

La respuesta a esa pregunta, aparentemente chusca, tiene que ver con el modelo cultural que deseamos para España. La Constitución fija para las instituciones la tarea de promover la cultura como un servicio a los ciudadanos. Una tarea de enorme envergadura que no pueden ceder a terceros y a la que por lo tanto han de destinar establemente fondos suficientes en los Presupuestos Generales del estado y de cada una de sus instituciones.

Por otro lado, además de ser titulares de la propiedad de los espacios culturales públicos, las instituciones son responsables de fijar las líneas estratégicas de hacia dónde va la cultura; también las líneas maestras de la financiación de las artes. En este nuevo modelo mixto de financiación, alma de la nueva ley de patrocinio, las instituciones privadas, empresas, asociaciones y ciudadanos tienen la tarea de colaborar con el estado y contribuir a la financiación de la Culturapara el conjunto de la sociedad. En ese magma privado hay diversos y a veces confrontados intereses. Todos ellos deben estar representados y de algún modo salvaguardados. Porque la aportación de dinero desde las empresas ha de tener obviamente una gratificación, que debe estar establecida y delimitada por la ley. Y respetada por los medios de comunicación, que deben diferenciar el patrocinio de la publicidad, sin ocultar el primero para forzar la segunda.

Pero las aportaciones privadas a la cultura se inscriben en un modelo en el que las decisiones estratégicas sobre cultura las toma el Estado a través de gobiernos elegidos. Y es el Estado el que debe fijar periódicamente las líneas a apoyar preferentemente, mediante incentivos fiscales específicos a las líneas marcadas.

En definitiva, el patrocinio no debe servir a las instituciones para abandonar su responsabilidad política y económica en la cultura. Muy al contrario, es una nueva herramienta para incorporar a las políticas culturales. Porque ninguna ley de Patrocinio debe olvidar que su fin último es poner el arte al servicio de los ciudadanos y con ello hacer ciudadanía.

El viernes seguimos con el tema de los incentivos fiscales.

 

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Ley de Patrocinio: construir la casa por el alma . 1

Una buena noticia que nos proporciona el nuevo triministro tambiéndeCultura es su decisión de impulsar prioritariamente una nueva ley de Patrocinio y mecenazgo. Una ley larguísimamente reclamada por el sector cultural español, sin que, todo hay que decirlo, el sector sepa muy bien lo que reclama tras esa ley.

En realidad, regular el patrocinio y el mecenazgo es imprescindible y urgente, pero en estos tiempos de tanta urgencia y penuria, tanto el PP como el sector cultural no deben tomar decisiones simplemente acuciados por la innombrablerecortapresupuestos. Porque eso no es nada, pero que nada bueno.

La casa, en este caso la ley, hay que empezarla con cabeza, por la cabeza, por la filosofía que debe alentarla, definiendo el modelo que debe enmarcarla. Solamente de ese modo será duradera y dará satisfacción a medio y largo plazo a las necesidades del sector cultural, de los creadores, de los ciudadanos y de las empresas.

Porque sería un grosero error que la ley sirviera exclusivamente a objetivos económicos, y para hacer más fácil a las instituciones públicas el abandono de sus responsabilidades en materia cultural. Favorecer la financiación privada de la cultura debe estar presente y es extraordinariamente importante, pero ha de estar al servicio de una idea de fondo: la necesaria irrupción de los ciudadanos en la acción cultural, devolver el protagonismo de la creación y el desarrollo cultural y artístico a la sociedad civil.

Por decirlo de otro modo, el alma de la ley debe estar impregnada de un nuevo modelo cultural, de un renovado concepto de cultura, hasta hoy en manos de profesionales, a menudo elegidos por los políticos entre sus gentes de confianza. El nuevo modelo cultural ha de articular sabiamente la relación entre lo público y lo privado, olvidando el viejo arquetipo del estado que tutela y decide, y abriendo las puertas de la gestión a la sociedad civil de la que forman parte el tejido empresarial, el asociativo y los ciudadanos. Esta ha de ser la primera regla.

Seguiremos.

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Barcelona es bona (Medir, evaluar, mejorar)

Los Círculos de Comparación Intermunicipal (Cercles de Comparació Intermunicipals) son una iniciativa pionera de la Diputación de Barcelona, destinada a evaluar diferentes servicios, intercambiar experiencias y destacar las mejores prácticas. Hace unos días, invitado por los Círculos y por mi buen Quim Aloy (gestor cultural en la Oficina de Difusión Artística de la Diputación e historiador comprometido con la Memoria de su tierra), di una conferencia titulada “Cambios e innovación en tiempos difíciles”, a más de cien regidores y responsables de bibliotecas y teatros de Barcelona, que se habían reunido para conocer los resultados de la evaluación de sus prácticas este año, y los ejemplos en los que apoyarse para mejorarlas.

La iniciativa, que afecta a una decena de servicios –incluidos seguridad ciudadana, medio ambiente, deportes, limpieza…- consiste en afrontar la encuesta/análisis sobre aspectos relevantes de la gestión –oferta, equipamientos, asistencia, recursos…-, muchos de ellos relacionados con los públicos. La encuesta se realiza a buena parte de los municipios de más de 10.000 habitantes. Los resultados son extraordinariamente útiles no solo para cada municipio participante, que puede ver la evolución cuantitativa y cualitativa de las prácticas culturales de sus vecinos, sino que además puede establecer comparaciones extraordinariamente provechosas con los datos de otros municipios. La presentación del Círculo de Espacios Escénicos rezaba en su primera página: “Lo que no se puede medir no se puede evaluar; y lo que no se puede evaluar no se puede mejorar.” Nada puede expresar mejor y en menos palabras la trascendencia de los datos y de su análisis.

Si a ello sumamos la puesta en primer plano de aquellas buenas prácticas que han servido para mejorar los resultados –incrementar la participación, la eficiencia, los índices de lectura o asistencia…- , estos círculos se convierten en una especie de escuela que estimula y promueve la mejora continua de la gestión municipal; en este caso de bibliotecas y teatros.

El viaje, extraordinariamente provechoso, acabó con la visita a Ever Martín Blanchet en su Teatro Gaudí, y a Marta Bofill y Toni Bafalluy, responsables en Cobega de la marcha de los Premios Buero de Teatro Joven. Y encima compre unos cuantos libros en Medios, una estupenda librería en la que te atienden a la antigua.

Tengo que volver a esta inmensa y bella ciudad.

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¿Abaratar o invertir en fracaso? A propósito de las “privatizaciones»

La situación lo acelera todo: Mariano Rajoy actúa ya de presidente de gobierno sin siquiera haberse reunido las Cortes generales. Ver para creer. La parte buena es que como la situación lo exige, da gusto verle trabajar aunque les cuente a otros y fuera lo que no nos contó a nosotros en casa.

Pero a lo nuestro, a la cultura. Releo el programa electoral del Partido Popular y dado que todo él rezuma el aroma de la ausencia de compromiso y de la inconcreción, encuentro muchos aspectos en los que exigir medidas y aclaraciones urgentes. Hoy me quedo con la necesidad imperiosa de llenar de carne el décimo punto, que reza así: “Diseñaremos, en colaboración con la iniciativa privada, políticas realistas y efectivas que garanticen la sostenibilidad de los numerosos equipamientos culturales distribuidos por toda la geografía nacional.” Si no entiendo mal, quiere decir que procederán a privatizar la gestión de teatros, auditorios y centros culturales. Soy de quienes piensa que la sociedad civil –asociaciones, ciudadanos, empresas…- ha de entrar en la gestión de lo público para democratizarla y abrirla a la sociedad, pero con la misma vehemencia defiendo que su entrada no debe estar al servicio exclusivo de abaratar costes, sino de mejorar la gestión y hacerla más satisfactoria para los públicos. Y sobre que ese sea el objetivo del PP –o del PSOE, cuidado- ya tengo muchas más dudas. Desfuncionarizar y reducir presupuestos puede aligerar el déficit de las instituciones, pero si a cambio se empobrecen los servicios y la calidad habremos hecho un flaquísimo servicio a la tarea constitucional de promover la cultura, que no es otra cosa que promover mejores ciudadanos. Abaratar, simplemente, es una de las mejores maneras de invertir en fracaso.

Por eso es el momento de recordar el tratamiento que la Constitución da a la cultura, y de pedir al PP que perfile y llene de contenidos su impreciso programa, y que para hacerlo escuche cuanto desde el sector podemos decirle. Sería una muestra de buena voluntad.

Ah, y transparencia, por favor.

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