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El riesgo de errar frente a la seguridad de ser herrado

El KIT de supervivencia elmuro de 2012 está dando mucho juego posterior. El envío, a propuesta de mi buen Pedro Antonio García, a varios de sus amigos (muchos vinculados al marketing) ha generado respuestas verdaderamente hermosas y estimulantes. Uno de ellos, Alberto de Zunzunegui, ponía en valor los errores cometidos en la acción, a través de una frase de su padre que criticaba a cuantos en plena crisis se quedaban quietecitos, colgados del Virgencita que me quede como estoy. La frase (perdón por darle publicidad, Alberto) decía así: “Es el momento de equivocarse por hacer y no por no hacer”.

Vamos, que viva el error, que coleccionemos errores, que compitamos en ver quién se equivoca más…, siempre que sea consecuencia de la exploración, del viaje, de la asunción de riesgos, de emprender caminos poco o nada transitados, de la búsqueda de soluciones, y no de la renuncia a buscarlas.

La cultura es, por esencia, ese territorio en el que podemos jugar a descubrir nuevos terrenos de juego, de relación con los públicos, de innovación de contenidos, de riesgo en las propuestas, de modelos diferentes de gestión… Porque la cultura y sus organizaciones no solamente expresan lo que las sociedades hacen, sino lo que sus líderes y vanguardias apuntando al futuro proponen a los demás hacer.

La tendencia que nos consume en  España es el “funcionarismo”, la tendencia a que el culo nos engorde sobre el asiento. Sobrevive la cultura antropológico/laboral de ingresar en una empresa –mejor en un ministerio- y seguir en ella el resto de los trienios, sin crecer, menguando poco a poco. El influjo Bartleby.

Las organizaciones culturales tenemos que echarnos a las espaldas el liderazgo de la innovación, del riesgo, del error salvífico, y contaminar con ello en lo posible al resto. Sea.

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Las cosas ocurren porque alguien las hace. ¡Hagámoslas!

El día en que comenzaba el invierno, celebrábamos en nuestra sede la presentación del KIT de supervivencia elmuro para 2012. Rodeado de amigos  y amigas que no se suelen perder un encuentro entrañable en torno a un jamón ibérico, era consciente de que el mensaje central del Kit –las cosas ocurren porque alguien las hace, no porque muchos se quejen– se enfrenta a un nuevo año verdaderamente canalla. Bueno, en realidad, para canallas canallas, los especuladores, ladrillistas y financieros desaprensivos que nos han llevado a este punto de no retorno. (Ante nuestra ausencia de acción, todo hay que decirlo).

La clave para sobrevivir es, probablemente, sonreír, ya ves. Pero eso sí…. al mismo tiempo hay que mantener fuertemente apretados los dientes y empujar decididamente hacia adelante, sabiendo que cuando acabe la batalla ya no seremos iguales. En 2012, lucharemos porque hay que luchar y defender el trabajo, el talento, la empresa o la familia; pero lucharemos también porque hay la posibilidad de que con ello seamos mejores y más fuertes. El esfuerzo, el sudor y alguna arruga en el alma será el pago para competir en la carrera. Siempre ha sido así. La naturaleza y la historia están plagadas de situaciones que lo ejemplifican e ilustran.

En estos momentos también puede salir lo mejor, claro. El espíritu pionero, la innovación imaginativa, la resistencia, la solidaridad, compartir esfuerzos y éxitos, sentir el sudor ajeno como propio, sentirse parte de un río que lleva a la humanidad a lugares más dignos… son pensamientos que animan a muchas personas en los momentos difíciles.

En cultura no lo tenemos peor. Bueno, un poco. Nuestros políticos han conseguido trasladar una idea nefasta a la sociedad y la sociedad ya casi la tiene comprada: que en tiempos de crisis la cultura es un lujo prescindible. Incultos políticos y cautos ciudadanos. La cultura, el arte, la literatura, la pintura, el teatro…, alimentan el alma. Y es el alma lo que introduce esa pequeña diferencia respecto a otros seres del reino animal. Por eso es tan importante que en la confrontación que se anuncia para estos próximos años, quienes hacemos, producimos, organizamos, exhibimos cultura, lideremos las fuerzas de lo mejor, de la acción, no de la queja.

Así que en cultura, apretemos los dientes, sonriamos y tiremos adelante haciendo mejor nuestro trabajo, con más calidad, con más entusiasmo y menos exigencias. Y si es necesario, simplemente porque sí. Y, además, apoyando cuanto haya que apoyar para defender que no sean los humildes quienes paguen las culpas de algunos desaprensivos estrategas.

Por lo demás, y salvo precisamente a los canallas, deseo que al resto de los mortales nos vaya bien en este 2012, moderadamente bien, en la vida y en el trabajo.

En el próximo post tocará ya meterse con las tareas concretas que en cultura tenemos planteadas para este próximo periodo. Hasta entonces.

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Barcelona es bona (Medir, evaluar, mejorar)

Los Círculos de Comparación Intermunicipal (Cercles de Comparació Intermunicipals) son una iniciativa pionera de la Diputación de Barcelona, destinada a evaluar diferentes servicios, intercambiar experiencias y destacar las mejores prácticas. Hace unos días, invitado por los Círculos y por mi buen Quim Aloy (gestor cultural en la Oficina de Difusión Artística de la Diputación e historiador comprometido con la Memoria de su tierra), di una conferencia titulada “Cambios e innovación en tiempos difíciles”, a más de cien regidores y responsables de bibliotecas y teatros de Barcelona, que se habían reunido para conocer los resultados de la evaluación de sus prácticas este año, y los ejemplos en los que apoyarse para mejorarlas.

La iniciativa, que afecta a una decena de servicios –incluidos seguridad ciudadana, medio ambiente, deportes, limpieza…- consiste en afrontar la encuesta/análisis sobre aspectos relevantes de la gestión –oferta, equipamientos, asistencia, recursos…-, muchos de ellos relacionados con los públicos. La encuesta se realiza a buena parte de los municipios de más de 10.000 habitantes. Los resultados son extraordinariamente útiles no solo para cada municipio participante, que puede ver la evolución cuantitativa y cualitativa de las prácticas culturales de sus vecinos, sino que además puede establecer comparaciones extraordinariamente provechosas con los datos de otros municipios. La presentación del Círculo de Espacios Escénicos rezaba en su primera página: “Lo que no se puede medir no se puede evaluar; y lo que no se puede evaluar no se puede mejorar.” Nada puede expresar mejor y en menos palabras la trascendencia de los datos y de su análisis.

Si a ello sumamos la puesta en primer plano de aquellas buenas prácticas que han servido para mejorar los resultados –incrementar la participación, la eficiencia, los índices de lectura o asistencia…- , estos círculos se convierten en una especie de escuela que estimula y promueve la mejora continua de la gestión municipal; en este caso de bibliotecas y teatros.

El viaje, extraordinariamente provechoso, acabó con la visita a Ever Martín Blanchet en su Teatro Gaudí, y a Marta Bofill y Toni Bafalluy, responsables en Cobega de la marcha de los Premios Buero de Teatro Joven. Y encima compre unos cuantos libros en Medios, una estupenda librería en la que te atienden a la antigua.

Tengo que volver a esta inmensa y bella ciudad.

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Titanio cultural o Titanic cultural

El pasado sábado participé en Valladolid en una Jornada sobre Pymes culturales celebrada al calorcillo de la Cumbre mundial sobre microcréditos. Me habían invitado María Bolaños y Miguel Ángel Pérez, Maguil para los amigos, uno de esos magníficos agitadores culturales de los que este país anda tan urgido.

Allí nos encontramos Roberto Gómez de la Iglesia, Fernando Quiles, María Calleja como ponentes y Luis Caballero, Enrique Redel y Víctor Alonso exponiendo sus experiencias. Todos coincidíamos en asumir la frase que nos convocaba: “Lo pequeño es hermoso”, título del famoso libro de Ernst Schumacher escrito en los años setenta y que se ha convertido en un adelantado de la sostenibilidad. Me sorprendió mucho y bien la energía, el entusiasmo, la decisión de salir adelante que manifestamos en general, frente a la negatividad y la entrega de cuchara predominante. Esa batalla psicológica emprendida por quienes necesitan una población dócil para ejecutar sus recortes, una población asustada que acepte pagar la factura de unos platos que rompieron bancos y especuladores.

Pero me quedé con una reflexión que es la que hoy quiero transmitir: hemos construido mucho, hemos desarrollado un enorme parque de recintos culturales, hemos gastado en ladrillo lo que no está escrito, y sin embargo hoy parte importante de lo construido amenaza ruina y vacío interior  por falta de presupuesto, por falta de previsión estratégica de a qué intereses debe servir. Por falta de política cultural.

Con los estruendosos fiascos de la Ciudad de la Cultura de Santiago, del Centro Niemeyer de Avilés, o del CREA de Alcorcón –desgraciadamente entre otros cuantos- me vino a la imagen el Guggenheim como  modelo generalizable de desarrollo. El titanio cultural no puede generalizarse y es lo que se ha hecho. Y pensé cómo una sola letra puede cambiar el sentido de las imágenes. El titanio cultural o el Titanic cultural.

Sí, sin duda alguna, hoy lo pequeño no es solamente hermoso sino que almacena mejor la posibilidad de creatividad, de supervivencia y sostenibilidad. Almacena en sí la semilla de otro futuro.

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Tiempos excitantes estos, pardiez. Y parte de la culpa la tienen las mujeres.

Esta misma mañana leí en el diario El País algo sobre la paridad en Suecia y otros países del norte de Europa. La noticia iba unida a una fotografía en la que se veía a toda la representación sueca en la Seminci de Valladolid, siete mujeres y un hombre, y se subrayaba el práctico equilibrio numérico entre hombres y mujeres en los oficios del cine de su país.

Soy poco amigo, bueno, nada amigo, de los imperativos legales; enemistad nacida en una de mis vidas anteriores en la que sin duda llegué a ser un anárquico de bien, al que toda norma que no fuera nacida de la ética, e interiorizada individualmente, le parecía impostura. Sigo pensándolo. Hay que allanar caminos para que la fuerza no sea el material de las decisiones, ni en la vida social ni en la de la pareja.  Pero se allana con la igualdad de condiciones, acabando con los obstáculos en el acceso a trabajos, o responsabilidades. En el arte esta afirmación es todavía es más nítida.

Las mujeres –no todas, claro- aportan algo verdaderamente sustancial a la vida artística. Hasta hace apenas cincuenta años el mundo –su historia, su literatura, sus cuadros, sus poemas…- nos era “narrado” desde la mirada masculina; tal vez porque los hombres han sido siempre vencedores en cualquier batalla que tuviera como elemento decisorio la fuerza bruta, y la victoria la han extendido a todos los campos. La consecuencia, terrible y artísticamente empobrecedora, ha sido que apenas disponemos de otras miradas que enriquezcan la realidad y el arte: la de la mitad de la población.  Por eso lo importante, lo trascendente, no es cuántas mujeres ocupan cargos  políticos o impuestos por las leyes, sino cuántas mujeres tienen acceso a contar su mirada al mundo, que pueden regalarnos su mirada sobre el mundo. ¡Cuánto más trascendentes son las isabeles allendes o las giocondas bellis que las merkeles!

Todo esto viene a cuento de que desde elmuro estrenamos este fin de semana en el Conde Duque de Madrid, la nueva obra de Paloma Pedrero, En la otra habitación, en la que dos mujeres, madre e hija, nos cuentan cómo son y cómo es el universo de las mujeres de hoy. Algo tan ausente en nuestra escena que es un regalo para quien quiera enriquecer su visión del mundo. Del cincuenta por ciento del mundo.

Nota: Después del Conde Duque, la producción de TEATRO DEL ALMA estará los lunes y martes del mes de noviembre en La Guindalera, la coqueta sala de Teresa Valentín y Juan Pastor. Es un experimento, este de hacer teatro los lunes y martes; un experimento para vincular el barrio a una sala cercana con el apoyo de los comerciantes y hasta supermercados que reparten los vales promocionales. Tiempo de búsqueda de nuevos caminos. Hard times, but exciting ones.

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Gracias a la vida. Manifiesto contra el pesimismo

La cultura y el arte están sufriendo embates durísimos por la política de recortes –horrible término que esconde la incapacidad de nuestros líderes para proponer otras alternativas- que está matando un modelo sin previo aviso. Porque el modelo consistente en que el estado ponía a disposición de los ciudadanos la cultura a precios muy por debajo de los costes, ha terminado.

No solo pasa en cultura. Vemos con dolor que las gentes humildes, trabajadoras o en paro sufren brutalmente las consecuencias de un modelo económico que ha generado una inmensa crisis. Y quienes la han provocado –inmobiliarios rapaces, banqueros desalmados- van a irse de rositas. Y lo pagaremos con peor sanidad, peor educación, más paro y mas impuestos. A menos que lo impidamos, claro. (Y las próximas elecciones no son YA una oportunidad)

Por todo ello, este no es un post normal. La vida y el trozo de ésta que nos está tocando vivir, hacen que nada sea normal. Pero lo que nadie puede hacer sin nuestra colaboración es convencernos de que no hay salida. SIEMPRE HAY UNA SALIDA. A veces es luchar por el pan de tus hijos frente a todos y frente a todo, con el cuchillo bien apretado entre los dientes; a veces es poner la imaginación a funcionar buscando nuevos territorios menos explorados, más feraces; a veces es unirse para sacar a delante con menos esfuerzo y mas rentabilidad los proyectos.

Pero basta ya de quejas, basta de darnos por derrotados psicológicamente. Luchar, caer, levantarse. Luchar, caer, levantarse. Luchar, caer, levantarse. La queja no es una salida. El pesimismo dominante es un arma, ni siquiera nueva, para hacer más fácil la victoria de los “malos”. Y en combatir ese pesimismo las gentes de la cultura tenemos una responsabilidad específica.

Ni siquiera en los campos de exterminio nazi consiguieron doblegar la voluntad y el ansia de vivir de muchos. Hoy, lejos de aquello y cerca de una de las más fuertes crisis de crecimiento del sistema capitalista, debemos inspirarnos en todos cuantos a lo largo de la historia han sabido hacer fuerza de la debilidad. En cultura y en la vida. Tarde o temprano nos lo devolverá. Más temprano que tarde deberemos agradecerla a la vida lo que a pesar de los pesares nos regala cada día: ella.

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Parque cultural: vengan, conozcan y gocen… 2

El mundo vive momentos trascendentales, probablemente sin que quienes toman las decisiones  pero tampoco quienes las sufren, tengan plena consciencia de lo que parece que va a alumbrar este mal parto. Un mundo distinto, en el que se van a maltratar e incluso perder algunos de los derechos y conquistas duramente logradas en el siglo XX. Con toda probabilidad esas pérdidas se recuperarán…, con mucho trabajo, con mucho sudor, con algunas lágrimas. Y espero de corazón que sin sangre.

Por eso no es el momento de hacer de Don Tancredo, ese lance taurino consistente en esperar al toro sin moverse… a ver si pasa de largo. Es el momento de pensar el futuro, de recolocarse ante él: las personas, las organizaciones, los ayuntamientos, los estados… En todas las áreas. Por supuesto también en cultura.

Nada será como antes, tal vez ni siquiera peor. Será distinto, y la duda es si estamos preparados o si estamos preparándonos para ese nuevo panorama. A nivel macro,  como decía en el post anterior, los cambios también son oportunidades, y una de ellas afecta al papel de España en el mundo, y en concreto al aprovechamiento estratégico de sus fortalezas, la principal de las cuales tiene que ver con la  lengua y con la cultura, entendida esta vez esta última ampliamente: gastronomía, bienes de interés ecológico, arquitectura, museos, teatro,  sol, playa y monte… Estamos entre los cuatro o cinco primeros países del mundo en casi todo ello, y seguramente los ciudadanos ni saben de ese liderazgo. Y mientras despreciábamos esas fortalezas estratégicas, mientras considerábamos el español tan solo una lengua para andar por casa, la economía, el crecimiento, han estado asentándose en vender el suelo a precio de pelotazo, y construyendo -y vendiendo unos a otros- casas mal hechas, sin crear valor añadido alguno. De aquellos polvos, este lodo.

Definir España como marca turística y cultural a nivel mundial  no es únicamente una cuestión de marketing, aun siendo ello primordial. Es cuestión de que el conjunto del tejido productivo, y especialmente aquel que tiene que ver con los valores estratégicos de los que hablo, se ponga las pilas, adelgace si tiene que adelgazar, y engorde si tiene que engordar. Pero sobre todo que mejore su capacidad de crear, de mejorar su relación con los públicos, de innovar, de producir valor competitivo en un mundo que en esencia reclama calidad y diferencia.

Por eso lo de pensar España como un gigantesco parque temático cultural para el mundo. Un parque que si está bien diseñado, pensado para dar placer, conocimiento, experiencias y cultura a sus visitantes, a mí mismo me gustaría visitar.

Mi buen amigo y compañero de andanzas, Pedro Antonio García, durante tantos años uno de los hombres fuertes de Coca-Cola, y ahora embarcado en su propio viaje a Ítaca, escribe en su blog sobre este asunto con su habitual perspicacia y capacidad proyectiva, y aplicando a la tarea  todo su acumulado saber. Mucho. No os lo perdáis.

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Brindis personal por Antonio Gala

Como un trueno llega la noticia de la batalla contra el cáncer en que anda Antonio Gala. Él mismo es el mensajero. Y se me vienen un poco cosas encima del alma. Así que escribo este post para conjurar públicamente a ese tridente que le amenaza de enfermedad, quimio y radio, como el dice. Y los conjuro haciendo presentes algunos recuerdos buenos.

El primero cuando, como editor de la Colección Homenaje de Fundación Autor, preparaba la publicación de una de sus obras teatrales menos conocidas, El caracol en el espejo. De esta obra, nunca estrenada, produjimos una preciosa lectura dramatizada en SGAE, dirigida por Verónica Forqué. En ese proceso conocí sus coqueterías, sus timideces y sus prontos. Y quedé seducido por su forma de ser en corto. Con él, la conversación privada, en calma, es inolvidable y exigente. Un figura.

El segundo es el de su paso por el Jurado Nacional de los Premios Buero de Teatro Joven, al que le invite a participar y que aceptó gustoso por su pasión por la juventud.  Muchas veces ha votado pero nunca ha podido acudir al coincidir la reunión con su estancia anual en Alhaurín.

El tercero se refiere al Kit de supervivencia que recibe puntualmente cada enero y en el que le deseo las cosas mas guapas que se me ocurren y que le gustan. Y cada enero él me responde con el mismo afecto. El de este año rezaba: “Que para ti, querido Robert, este año entumecido y asustadizo pase de puntillas y corriendo. Pero te haga feliz sin darse cuenta.” Todavía no he podido decirle que este año canalla me reservaba sorpresas chungas, pero que les gané la partida.

Cuando ayer leí su “Tronera” de El mundo, sentí que lo gritaba para no estar solo.  Mi deseo es que de nuevo venza al mal, que le gane la partida. Se lo merece. Nos lo merecemos.

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Almario en El día E

Rufino Sánchez, director de Cultura del Instituto Cervantes y amigo, me envía información sobre El dia E, una preciosa iniciativa para celebrar el español como lengua que une a quinientos millones de personas en todo el mundo. La fiesta de todos cuantos hablamos español, sea o no nuestra lengua materna.

El español es una herramienta cultural de primer orden que en nuestro país anda discutida entre la acción cultural y la acción exterior. Una sola voz es necesaria y el gobierno que unifique la inmensa fuerza cultural que proporciona una lengua de esa relevancia mundial se apuntará un tanto a favor del idioma y de la cultura. De la cultura en español y su lugar en el universo mundo.

Una de las iniciativas de este año me parece fantástica. Consiste en votar y/o proponer tu palabra favorita en español, aquella que por la carga emocional, la sonoridad o la poesía que la alienta parece más bella a tus oídos. Hay algunas preciosas en su sencillez monosilábica e intención: “tú”, que propone Antonio Gamoneda, o “sí”, de Ángel Corella. La de Ferrán Adriá es la más cercana a mi primer impulso. Él eligió “alma”, y explica porqué en su vídeo. La mía es “almario”. Si preguntan al diccionario de la RAE les remitirá a “armario”, pero esa ele que parece mal puesta es, precisamente, la que la transforma en una palabra con alma, en realidad en un recinto de almas. Que yo imagino lleno de paz y sosiego.

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Escuchar la calle, más allá del ruido

Releo sorprendido el último artículo que escribí para mi colaboración mensual en El espectáculo teatral, publicado este mes de mayo. Se titulaba “Elecciones locales y Cultura: Votar o no votar, esa ya no es la cuestión”, y planteaba una reflexión sobre el urgente e imprescindible cambio de modelo de funcionamiento político, de regeneración democrática que reclama nuestro país. Lo hacía desde mi visión sobre las necesidades de la Cultura, pero que no son muy distintas de otros ámbitos. Las dudas de grandísimos sectores de la población, sobre todo la más joven y la desheredada, sobre la calidad del actual modelo para salir de una situación cada día más injusta e insatisfactoria, han eclosionado en el Kilómetro Zero y en otras plazas de ciudades españolas. Tienen sus razones y nos afectan a todos.

Ante este estallido se pueden perseguir fantasmas; se pueden buscar rocambolescas explicaciones; discutir sobre a quién beneficia, e incluso se pueden cerrar los ojos. Habrá oportunistas de última y mala hora, que se acerquen a ver si pillan cacho ante las elecciones del domingo 22. Todo para distanciarse de la responsabilidad o para no ver la realidad: el descontento, cuando es profundo y sin esperanza, más temprano que tarde se convierte en ola, en tsunami. Vayamos pues a las raíces y dejemos de perdernos en las hojas de la acusación.

Desde la Cultura siento cierta envidia por este grito colectivo de versos sueltos con los que gentes heridas gritan su dolor. Porque en Cultura llevamos años viendo cómo la mala gestión de muchas instituciones públicas ha acabado provocando impagos y la desaparición de compañías y empresas, la pérdida de muchos puestos de trabajo, la desestructuración del sector, sin que éste haya respondido con el más leve espasmo. Lógica respuesta de un sector cautivo.

Envidia porque aunque sea flor de un día –ojalá no- la  confusa mezcla de acampados ha dado un golpe sobre la mesa del poder. Un poder que carece de la sensibilidad para oír el latir de millones de personas descontentas, no con uno u otro partido, sino con el funcionamiento del sistema. Hoy, el sistema debe desoír el sonido del poder y atender e interpretar el que viene de la calle. El ruido que hace la dignidad. La dignidad de la indignación.  Así terminaba aquel artículo.

P.D.: Lean la noticia sobre los bonus de 450  millones de euros para los directivos de Telefónica este año, y la previsión de 5.000 despidos para el próximo, con unos beneficios de más de 10.000 millones de euros.  Y van… El consejo evangélico sugería preocuparse menos por la paja en el ojo ajeno y más por la viga en el propio.

Lean también el artículo de José Luis Alvite en La Razón sobre este tema.

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