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Mira el bosque, no al árbol: el IVA cultural ya no es el problema

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Derecha, neoderecha y medio izquierda ya anuncian y dan por descontada la derogación del IVA al consumo cultural decretado por Wert y Montoro. El coro de corifeos llega tarde.

Mientras hemos sufrido la medida fiscal hemos pensado y mucho, y ahora ya no es suficiente volver al punto de partida. Queremos otro punto de partida. Queremos otro juego. La discusión no está en los números, sino en el horizonte al que mirar.

La subida del IVA al 21%, desde el 8% del que partía, solamente afectaba al consumo cultural, o por decirlo brutamente, a las entradas de los espectáculos y al cine, entre otros servicios culturales. La subida afectó a la creación y a las empresas de producción de arte, pero ellas ya partían de que pagaban el 18%.

En estos años nos hemos hecho una pregunta esencial ante esta situación: ¿Por qué la fiscalidad de la producción cultural debe ser diferente y mayor que la del consumo? Y nos la hemos respondido: no debe ser diferente porque ambas –producción, es decir, creación y exhibición, por un lado, y consumo, por otro- forman parte del mismo proceso, del mismo servicio cultural. Y que quienes hacen posible el arte paguen más impuestos que quienes lo consumen lanza un mensaje al mundo y a la sociedad perverso e injusto. Perverso, porque a los ojos de la sociedad identifica a las empresas y organizaciones dedicadas a crear arte como empresas indiferenciadas respecto a cualesquiera otras: si pagan los mismos impuestos, son de la misma categoría y aportan el mismo valor social. Y no, son empresas, compañías, productoras, teatros, cines, galerías, orquestas, auditorios…, que ofrecen y garantizan un servicio público. Injusto, porque la cultura –sin distinciones entre producción y consumo-, está recogida específicamente en la Constitución, en su Preámbulo y en otros artículos, como un valor que las instituciones públicas deben promover en beneficio de todos los ciudadanos y de la sociedad en su conjunto.

Los ciudadanos más sensibles, muchos por cierto, los creadores, productores, agentes culturales, han hecho frente común estos años a la medida trágica y dolorosa del incremento de 13 puntos en la fiscalidad cultural, que la situaba como un lujo, y que tanto daño a hecho. Hoy el dedo extendido no nos debe hacer perder de vista la dirección a la que apunta; hoy el árbol no debe impedirnos ver el bosque; hoy la bajada unilateral del IVA no nos debe despistar ni hacer olvidar que lo que necesita la cultura es un nuevo modelo impositivo. Un nuevo modelo que se asiente en el principio constitucional que reconoce a la cultura como un servicio público, beneficioso para la sociedad.

Ese nuevo modelo fiscal, ahora ya irrenunciable, ha de implantar cuatro medidas básicas:

Primera: Un único tipo de IVA, el mínimo o súper-reducido, para todas las actividades artísticas y culturales, tanto para aquellas que afectan directamente al consumo, como aquellas relacionadas con la producción de bienes y servicios culturales y artísticos, que atañen fundamentalmente al tejido empresarial cultural pero consecuentemente, afectan finalmente a los ciudadanos, y a la calidad del arte producido y consumido. Más claramente dicho: las entradas, es decir, el consumo, y la producción, es decir, la actividad de las empresas y organizaciones dedicadas a la producción, tendrán el mismo tipo impositivo mínimo.

Segunda: El pago del Impuesto de Sociedades no será obligatorio para aquellas empresas y organizaciones culturales cuyos beneficios sean mínimos. Este impuesto, además, ofrecerá ventajas a las empresas y organizaciones culturales que teniendo beneficios, reinviertan fehacientemente parte de ellos nuevamente en actividad cultural.

Tercera: Se establecerán tipos fiscales o medidas impositivas (impuesto de sociedades, tramos, deducciones…) que atiendan a la diversidad de los ingresos generados por las distintas organizaciones, de tal modo que las grandes empresas culturales y las pequeñas empresas creativas no soporten la misma presión fiscal.

Cuarta: Se aprobarán deducciones en el IRPF por consumo cultural, que impulsen el consumo de bienes, productos y servicios culturales por la vía de la desgravación por tramos de gasto acreditados.

Es cierto que el marco general de desarrollo de la cultura de un país no es exclusivamente fiscal: sistemas de créditos ad hoc, legislación sobre patrocinio y mecenazgo y sobre innovación, modelos de emprendimiento específicos para la creación, nueva regulación de los derechos de autor que garantice y respete su labor, normas laborales y de Seguridad Social adecuadas a la realidad de artistas y creadores, entre otras medidas, conformarían un nuevo marco general estratégico. Pero la fiscalidad, el modelo impositivo con que la Cultura contribuye a la marcha del país, es una clave esencial que define su relevancia estratégica. Las medidas concretas que proponemos buscan que la cultura pueda jugar el papel que le corresponde si deseamos que contribuya decisivamente a la mejora de nuestro país y nuestra sociedad.

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Un Rato bueno en mi barrio

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En mi barrio de Madrid, al comienzo de la calle Cartagena, hay un bar que se llama Bar Rato.

(Ja, ja, lo escribo y se me viene a mientes esa vibrante y cachonda canción de mi amigo Riki López, “El menú del bar Rambo”, pero no, no tiene nada que ver. Escuchadla, que es fantástica, como él.)

El bar Rato está justo debajo de donde vive ese tipo admirable para las gentes del teatro que se llama José Monleón, artífice de la revista Primer Acto. El bar Rato lo regenta una de esas parejas que huele a emigración moderna de aire neoyorquino: él portugués, ella italiana, en la treintena pero con mucho mucho vivido, a saber si todo bueno. Ellos, sí. Desde hace un año que están en él y le han dado la vuelta hasta que el calcetín parece otro, guapo, limpio y oloroso, lleno de jóvenes y de animales, sí, que permiten pasar a los perros sin que consuman.

En el bar Rato buscan constantemente fórmulas nuevas para atraer clientes, desde intercambios lingüísticos (ya podrían ser besos, ya, pero no: enseñas una lengua y te enseñan otra), hasta bancos de intercambio de objetos sin dinero (lo último que vi era comida para mascotas, qué cosas).

En el bar Rato, ella hace pasteles que saben a abuela, y él anda limpiando siempre como si todo necesitara brillar y deslumbrar para los clientes. Esta pareja está logrando con trabajo honrado levantar un bar que antes era parada cutre de taxistas sobrados de mus y de coñac barato: antes era ese tipo de bar anclado en los sobres de azúcar vacíos tumbados indolentes largas horas a los pies de la barra. Ellos han dado esperanza a un bar que seguro se sentía acabado. Ellos y su Rato han dado esperanza y alegría sencilla a un fragmento de la geografía humana de mi barrio. Ellos y el bar Rato me dan esperanza.

(Veo a Rato en el Telediario, hundido como solamente puede hundirse el delincuente culpable y sin razón para haber elegido la mierda en vez de la virtud, y me vienen esos versos maravillosamente ácidos del poeta Machado en sus Proverbios y Cantares: “La envidia de la virtud hizo a Caín criminal: ¡Gloria a Caín¡, hoy el vicio es lo que se envidia más”. Ni un segundo más dedicado a la ignominia.)

Gracias a mis vecinos del Rato por hacer que esa palabra que hoy genera una profunda vergüenza ajena, solamente me recuerde su bar, honorable, pequeño, limpio, abierto, tranquilo, amistoso.

Y es que hay Ratos y Ratos. Hay virtud y hay vicio. Las gentes humildes que preferimos envidiar la virtud deberíamos recordar la diferencia constantemente. Necesitamos formar ejércitos éticos de lo pequeño hermoso, de lo pequeño purificador, de lo pequeño transformador, del pequeño cambio honrado y diario, de la simiente de futuro, en fin. Ratos contra Rato.

Perdón, por este post, he estado poseído por… un rato.

 

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Eduardo Galeano: poeta del bien común

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Un mensaje canalla y mentiroso en mi móvil dice que Eduardo Galeano acaba de morir en su querido Montevideo a los 74 años. No es verdad.

Galeano es un escritor de mandíbula seria y enhiesta frente al mal, de mirada clara y herida, de entrecejo fruncido por el dolor propio y el ajeno, y de alma sensible, limpia y despejada, como su propia frente. He leído muchas veces su obra, sus obras, como lo han hecho tantos otros sensibles al sufrimiento de América Latina y de los agraviados y nadies del mundo en los últimos cincuenta años. Ha construido un arsenal de palabras que como balas de tinta atacan el corazón de los malos, los poderosos, los que no sufren o creen no sufrir. Balas de tinta frente a balas de verdad. Fueguitos contra el frío.

Galeano es un poeta del bien común, o por decirlo con otras palabras, un creador de imágenes que estimulan lo bueno colectivo que hay en el ser humano, imágenes con las que te identificas y que te hacen creer en que estar de parte del bien de todos, es tu humilde contribución a hacer del mundo un lugar habitable, del que no avergonzarte.

Cada año nuestro Kit de supervivencia de elmuro recoge alguna de sus pequeñas historias, que beben de la narrativa mínima latinoamericana, y de la sencillez. Seguramente la destilación más serena de su pensamiento poético y político está en El Libro de los abrazos y en Memoria del fuego, aunque no sean los más conocidos. De este último reproducíamos un canto breve a la acción humilde, a la pequeña acción que “mancha” el mundo para bien: “Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.”

Pues eso, que la noticia es mentira, que Eduardo Galeano sigue vivo.

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Los creadores y SGAE. ¡Tan necesarios y tan frágiles!

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SGAE estrena nueva Junta Directiva, fruto de las recientes elecciones, y hace unos días fue elegido en ella su nuevo presidente, José Luis Acosta, que repite cargo. Su histórico reto es probablemente refundar la sociedad de los autores.

Los cielos demandan unidad y discreción frente al guirigay y la confrontación de los últimos tiempos. Son muchos los no-amigos de SGAE, unidos por el interés común de debilitar la sociedad que gestiona los derechos de los autores y poco proclives a dar respuesta al reto de cómo pagar a los creadores en los tiempos de internet. Y los socios de esa casa deberían ser conscientes de la tormenta exterior y de la pérdida de crédito de los últimos años y unirse, unirse hasta la intimidad en la tarea de salvaguardar los derechos y la figura del autor.

Es razonable pensar que en la nueva Junta no han cambiado los malos aires de “fronda” que la atravesaban en los últimos meses. Con algunos de los viejos junteros y aspirantes a presidente dentro, los pequeños odios y los grandes intereses personales con asiento en plaza, la preocupación por la función primordial de SGAE pasa a segundo plano. La misión de la sociedad de los autores es defender los intereses de los AUTORES, así, en mayúsculas y en plural. Alguna vez he escrito que la defensa de los derechos de los creadores, que en última instancia tiene que ver con el derecho a vivir dignamente de sus obras sin que se las roben o manipulen, es el termómetro de la madurez democrática de una sociedad en relación a la cultura. He dicho también que el problema de SGAE era de liderazgo. Pongo en cuarentena esta última afirmación. Probablemente el problema de SGAE es que en su seno la defensa de los autores, de TODOS LOS AUTORES, DE LA FIGURA Y LOS DERECHOSA DEL AUTOR, no preocupa a todos los socios por igual. Y en particular, algunos conciben la sociedad como una herramienta útil a sus intereses económicos y de poder. Desgraciadamente esos han perdido las elecciones y hoy no gobiernan la SGAE. No, no es que me hubiera gustado que ganaran las elecciones –los defensores de la “rueda” no cuentan con mis simpatías-, pero probablemente están decididos a convertir en una guerra infinita su derrota en esta batalla. Y eso no merece la pena. Porque nadie que ame la paz y la creación puede vivir permanentemente en pie de guerra y de visceral odio. Nadie que prefiera el sentido común y el acuerdo frente al empujón y el codazo, puede estar cómodo entre gritos y pleitos. Nadie que ame el arte puede hozar a gusto en el barro.

Tal vez los autores hayan de pensar en la posibilidad de solucionarlo rompiendo la SGAE por colegios o simplemente, creando dos sociedades que reúnan por simpatías estratégicas a sus nuevos socios. No sé si es una buena posibilidad. Parece que al menos, puede llegar a ser menos mala que la guerra infinita. Porque si ni un ápice de deseo de unidad hay, si ni un átomo de necesidad de compartir espacio hay, convivir es vano intento.

Los autores, los creadores -la creación- se merecen una voz unidad y armónica. Y a la sociedad es mejor darle un espectáculo más edificante.

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Locos por tus huesos nos tienes, Miguel

miguel-de-cervantes-saavedraLos huesos del cuerpo humano son 206, si la mala suerte no los ha reducido, claro.

En el caso de Cervantes también, porque su militar manquez, consistió en que sus falanges, metacarpo y huesos de la muñeca se limitaron a perder la movilidad tras el arcabuzazo lepantino. Bueno, pues algunos de sus huesos parece que podrían estar entre otros muchos hallados en el madrileño Convento de las Trinitarias.

Este país, machadianamente ansioso de escándalos y amoríos dedica ahora sus horas muertas previas a elecciones a debatir con entusiasmo sobre cuestión tan trascendental.

Veo a Francisco Etxeberría en la televisión, uno de nuestros mejores forenses, explicar en condicional –dada la falta de análisis de ADN- el resultado de la búsqueda, “Pareciera que…”, “tal vez…” y sonrío con su sonrisa. Estudiamos juntos en la Facultad de Medicina en Valladolid hace…, bueno hace mucho, y él, aplicado y brillante, terminó estudios y se dedicó a lo que aparentemente no da problemas, los cuerpos que hablan sin voz de su vida, los muertos que reclaman identificar a sus asesinos, o simplemente las causas de su adiós. Y en eso es de los mejores como antropólogo forense.

Sonreía Paco, y estoy seguro de que después de tanto dolor como ha visto e intuido a lo largo de su carrera profesional, esto de Cervantes le parecía un sketch de José Mota (al tiempo). Porque él ha estado detrás y delante de las grandes investigaciones de desaparecidos por crímenes de Estado en Argentina, Chile y en España, y detrás de la investigación de otras muchas muertes.

Hablábamos de huesos y hay quien los relaciona con la cultura. Mejor hagámoslo con el turismo, que tampoco es nada malo. Porque la cultura es otra cosa y quienes andan/andamos preocupados por su marcha bien nos conformaríamos con que una centésima parte de la preocupación que los medios han dedicado a este asunto, se la dedicaran a promoverla o a exhibirla. Claro que la Cultura es cosa viva, y lo que mola son los huesos. Y que conste que lo del turismo no es para desecharlo: ya imagino cervantinas rutas, quijotescos viajes y menús, paseos por las Letras, visitas trinitarias, bares especializados, teatritos forenses, merchandising a go gó…, que bienvenidos sean. Hombre, de preferencia la obra literaria, y sus desarrollos cinematográficos, teatrales o televisivos, pero en su defecto no seré yo quien se queje del circo óseo y el foco sobre Madrid.

Paciencia, Miguel.

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Revistas porno para Wert y Montoro

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Combatir las medidas injustas, las políticas-brujas malas contra la cultura, puede ser hasta divertido. Que se lo cuenten si no, a las “primas de riesgo”.

Las “primas de riesgo”, una mezcla de familia teatral en segundo grado de gentes atacadas por el recorte salvaje, idearon hace un par de meses una alternativa que, como el cuento de El traje nuevo del emperador, de Hans Christian Andersen, desnudaba hasta el extremo las vergüenzas del poderoso de turno, esta vez de los responsables de la cosa cultural y económica del gobierno.

Las “primas de riesgo” lanzaron su campaña de promoción de El mágico prodigioso, bajo el reclamo “Porno 4%, Calderón 21%”. Inequívoco mensaje, por cierto. La iniciativa consiste en que aprovechando que las revistas porno en España solo pagan el 4% de IVA, las venderán regalando con ellas entradas para la obra de teatro. Nada más apropiado que el porno, porque esta iniciativa, deja a Wert –y a Montoro- en ropa interior.

Los impuestos que han de pagar las empresas y lo ciudadanos, todos cuantos generen riqueza, son imprescindibles porque los estados que garantizan unos servicios a la sociedad, lo hacen en parte con esos ingresos. Eso nadie lo discute. Lo que sí se discute es cuánto tienen que pagar unos y otros, y lo más razonable parece que debe ser que aporten más los que más tienen y que paguen menos los que más dificultades tienen para sobrevivir. Por eso los impuestos indirectos son tan peligrosos, particularmente el más importante de todos ellos, el IVA, porque al recaer sobre el consumo en general, afecta igual a pobres y ricos. Bueno en realidad a los ricos les afecta menos el precio de las joyas o de la gasolina, claro.

Además, el IVA no afecta a todos los productos igual. Ningún gobierno se sostendría si algunos productos de primera necesidad fuesen gravados con un impuesto del 21%, por ejemplo el pan y los alimentos de primera necesidad. Por eso el subtexto del 21% aplicado a la cultura es tan nítido. La decisión de Wert y Montoro, tanto monta, quiere decir muchas cosas, todas ellas feas: quiere decir que si quieres alimentar el alma, pagues; que si quieres dedicarte a crear arte y a hacer que tu país destaque en cultura, pagues; quiere decir, como desnudan las “primas” que tienen menos impuestos las revistas porno que el teatro. Pensar, como algunos piensan, que con el 21% esos ministros quieren castigar al sector cultural por su carácter crítico, aunque el aire vengativo de ambos alimente esta posibilidad, es dotarles de una capacidad de pensamiento estratégico del que a todas luces carecen. No, simplemente desprecian la cultura, y no creen que el arte y la cultura deban tener un papel en nuestras vidas y en la historia futura de nuestro país.

Por eso simpaticé de inmediato con las “primas de riesgo”, y compraré entradas -digo, revistas porno- para sus representaciones de enero. Ah, y ahora mismo encargo dos para enviárselas a los ministros del ramo. Con ese impuesto, yo pago una ronda. Bueno, tal vez a Mariano tampoco le venga mal recibir una… entrada. Al final, la broma me va a salir por un pico.

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Marcos de Quinto

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Marcos de Quinto, hasta ahora presidente de Coca-Cola Iberia, se va a la sede de la compañía en Atlanta, como responsable mundial de Marketing. Lo tengo por un hombre valiente, diferente, culto y amante de la cultura, fuerte y frágil. Cinco adjetivos que alientan vidas difíciles y por ello difícilmente rutinarias, para lo bueno y para lo malo.

MdQ no es encasillable, es uno de esos hombres que responde ante las situaciones cambiantes como si las previera con antelación; y es que tiene en su ADN el raro gen del gusto por la aventura, por las situaciones en que uno mismo se siente exigido al extremo. Un gen que reivindica el riesgo como alimento, el límite de uno mismo, el limes, la frontera más allá de la cual todo es posible, por distinto. MdQ es un hombre diferente.

MdQ tiene un toque bravío, y con él ha puesto su cara y su cuerpo por delante de todo lo que ha hecho durante su vida profesional, incluido lo más discutido. La última apostar, asumiendo las duras consecuencias, por la unificación de los siete embotelladores españoles en uno más fuerte y competitivo en Europa y en el mercado global. Asumió y defendió el ERE lanzado por Coca-Cola Iberian Partners, y sus consecuencias públicas, casi en solitario. Sin duda, MdQ es un hombre valiente.

MdQ ama el arte, la poesía, el teatro, la belleza, y cree que la sensibilidad que todo ello acompaña hace que la vida tenga más sentido, algo en que probablemente tengan que ver su padre y su madre, ambos gentes del arte, pero que él ha desarrollado y cultivado durante su vida y ha trasladado a cuanto ha hecho personal y profesionalmente. Y además lo ha aportado a Coca-Cola incorporando rasgos locales a esa marca tan global. MdQ es un hombre culto y amante de la cultura.

MdQ es una rara mezcla de materiales, forjado a base de acero templado y de cristal de Bohemia. Un hombre duro y con aristas, exigente, con un fuerte y solitario liderazgo; y un hombre generoso, amable, íntimo y frágil, al que se conoce mejor tomando un poco de vino sin focos. Sí, MdQ es un hombre fuerte y frágil.

Echaré de menos a Marcos de Quinto. Lo haremos muchos de los que apreciamos el pensamiento independiente, la valentía, la cultura, la diferencia, la fuerza y la fragilidad, como componentes de las personas. De los amigos.

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Menos de un año ya, para las elecciones, y en Cultura nada que esperar hasta entonces. (Un post gimnástico)

esperarMás de un mes sin escribir en el blog es mucho tiempo. En realidad el periodo más largo que lo abandono desde que lo inicié hace casi cinco años. Me pregunto la razón, y además de haber tenido en elmuro el trimestre más activo que recuerdo en toda su existencia, con numerosos eventos, producción artística y gestión de Madrid Activa entre otras cosas, me respondo que en realidad se debe a la atonía general de la Cultura en nuestro país. A que la realidad estimula bien poco, la verdad. Más allá de las rutinas, entre las que casi se encuentran los dignos repudios a algunos premios nacionales del ramo (Savall, el de Música, Colita, el de Fotografía), aquí no pasa nada. En realidad, a casi un año de las elecciones generales, podemos dar por finiquitada la legislatura sin que en el horizonte aparezca una novedad ilusionante desde la política. Ya ni siquiera el entierro del cadáver político que es Wert –es decir, su cese o dimisión- serviría para algo más que acortar la estancia en el poder del peor ministro de Cultura de la democracia.

Ni un paso atrás en la brutal medida impositiva del 21% a la Cultura que, efectivamente, ha supuesto un terrible golpe a un sector sensible y que debiera ser tratado con mimo por lo que supone de principal reservorio de alimento espiritual para la ciudadanía. Ni un paso adelante en la elaboración y aprobación de la ley de patrocinio. Y con dos ejemplos basta para ilustrar la nadería de este ministro y su equipo.

Tal vez el mayor aprendizaje de estos años pasados, y no solamente de los tres últimos, es que la solución de los problemas que afectan a los ciudadanos –pues la Cultura no es solo cosa de quienes la crean o la producen, sino de sus destinatarios-, es que son los ciudadanos y el propio sector cultural, quienes deben asumir la tarea de exigir, combatir, pelear frente a quienes consideran la cultura un lujo innecesario.

Bueno, que para retomar el blog después de unos días de parón, ya está bien, no sea que vaya a coger agujetas en los dedos del cerebro. Mañana más. O pasado.

 

Post Scriptum

Acaba el año, y para todos es tiempo de balances y de pensamientos futuros; para quienes trabajamos en elmuro, además, es tiempo de manualidades y de preparación del Kit de Supervivencia, que es nuestra manera de dar al mundo nuestro grito bueno. Pronto lo pondremos a disposición de nuestros amigos.

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Centro Dramático Nacional. Bueno, nacional pero no mucho

APTOPIX BRITAIN SHAKESPEARE PORTRAIT

Algo tiene el poder cuando logra cambiar el discurso y la práctica de quienes acceden a él. Leo el catálogo con la programación del Centro Dramático Nacional y además de frotarme los ojos ante el sorprendente significado que encierra, pienso en que la cultura no es un territorio diferenciado y que quienes acceden al poder cultural se comportan igual que quienes acceden a cualquier poder. Sobre todo si no responden ante los ciudadanos, sino ante quienes les han nombrado.

Al bollo. El CDN, según reza su web, tiene la tarea de difundir y consolidar las distintas tendencias de la dramaturgia contemporánea, con especial atención a la española. Siento que lo que voy a decir ya lo he dicho antes y recordarlo me produce una cierta melancolía. Y siento que con este post no voy a ganar precisamente amigos en el poder, qué más da. “Pues amarga la verdad quiero echarla de la boca, y si al alma su hiel toca esconderla es necedad.” Sabio Quevedo.

Esta temporada (a la espera de lo que ocurra con el programa “Escritos en la escena”), hay 21 obras programadas, 7 en el María Guerrero y 3 en la Sala de la Princesa; y 6 en la sala grande del Valle Inclán y 5 en la Sala Francisco Nieva. De esas obras, 10 pertenecen a autores españoles, dos de ellos fallecidos. Y salvo Ramón Fontseré, Francisco Nieva y la pareja Marc Motserrat e Ignacio García May, el resto verán sus obras en las salas menores, de la Princesa y Francisco Nieva.

Las salas grandes, María Guerrero y Valle Inclán, quedan reservadas para quienes lo necesitan realmente: Homero, Shakespeare, Goethe, Potocki, Ionesco, Ibsen, Marivaux, Pollesch… Como puede verse una programación nítidamente al servicio de consolidar la dramaturgia española contemporánea.

Entre los autores teatrales, la mitad fallecidos mucho tiempo ha, tan solo hay tres mujeres, tres, una de ellas Petra Martínez, en compañía de su buen Juan Margallo, y solamente una joven autora española, Carolina Román. La canadiense Vickie Gendreau, la tercera mujer, es la única que pisará la sala grande… durante cuatro días, no sea que los espectadores vayan a pensar que sí, que hay mujeres que escriben bien. Y no es una cuestión de género y corrección política, que me repatea, es una cuestión de mirada, de enfoque, que gracias a los cielos es diferente en ellos y ellas. Y la mirada al mundo de las dramaturgas, queda circunscrita a un ínfimo 10% de días programados. No voy a emplear ninguna frase de humor cínico con este tema.

De los 128 días programados en la sala grande del María Guerrero, 84 lo ocuparán autores no españoles, el doble que nuestros dramaturgos. De los 100 que está programada la sala Valle Inclán, 50 son extranjeros. ¿Cómo va a desarrollarse la dramaturgia española contemporánea con menos de la mitad de los esfuerzos que el CDN dedica a autores consagrados y traducidos? ¿Qué concepto de sembrar futuro es ese que reduce a los nuevos autores a las salas pequeñas?

En fin, sobran los comentarios, sobran las rutinas y los caminos trillados, falta valor para programar a nuevos autores, a nuevos directores, y falta conquistar a nuevos públicos con ello. Un cierto aroma a catafalco dramático nacional (e internacional): Así es (si así os parece), Pirandello dixit.

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El 21% de nada

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La decisión del Gobierno de aplicar un impuesto del 21 % a la producción y consumo de arte y cultura supuso y supone gravísimos problemas, cierto.

En el cine y en las artes escénicas en concreto, el incremento -brutal: del 8 al 21%- no ha repercutido apenas en los ciudadanos afectos al arte porque las empresas y compañías y los artistas han reducido sus márgenes para que los precios al público no subieran. Pero aún así, ha tenido tres consecuencias, entre otras, extraordinariamente graves.

La primera, la precarización del empleo cultural, que en estos momentos en no pocas producciones artísticas colectivas roza los límites de la dignidad, e incumple la legalidad. La segunda, la caída de muchos parámetros de calidad global de las producciones artísticas, que con la bajada de ingresos y de ayudas públicas reducen sus perfiles artísticos y de puesta en escena, el número de participantes en cada producción e incluso, urgidos por el éxito, buscan el camino fácil a través de producciones sin el menor riesgo en contenidos. En este segundo ámbito de consecuencias habremos de incluir, también (aunque este tema se merece un post específico) el caso del microteatro, que alabado por muchos de los laminadores de la cultura, precariza de oficio a los profesionales y muestra a muchos espectadores una faz tremendamente limitada del teatro. Y, en tercer lugar, la consecuencia más negativa ha sido la de desanimar a los públicos a acudir a los espectáculos en vivo, machacados comunicativamente por un análisis unilateral y chato de la subida de impuestos. En esta última consecuencia, el propio universo cultural tiene parte de la culpa al hablar constantemente, incluso cuando y donde no debe, de lo pernicioso del nuevo impuesto del 21%. El mensaje –falso por otro lado- de que la cultura se encarece, contribuye notablemente a que los públicos perciban esta expresión cultural como inasequible.

El 21% ha sido un trapero navajazo para la cultura y para los ciudadanos, a quienes desde el gobierno se transmite que la cultura es un bien casi de lujo. Pero desde el mundo del arte y de la producción cultural debemos buscar caminos propios que garanticen nuestra supervivencia y la del arte como expresión transformadora del ser humano, al margen y/o por encima de cualquier táctica del poder por destruirla. Incluso por encima del 21%.

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