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Benditos bares, bendito público

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Benditos bares, una de las últimas campañas de Coca-Cola, puede enseñarnos mucho a cuantos hacemos del público final nuestro referente.

Lo que se promociona en esa campaña, profundamente emocional, es el consumo en los bares como lugares que han significado y significan algo relevante en nuestra vida y en nuestras relaciones. Al mensaje se une otro de solidaridad con el sector, en crisis por la crisis. Pero si me preguntaran qué es lo que está en primer lugar no sabría decir si el “cliente bar” o el “cliente consumidor en bar”. O más bien los dos. Y esa es precisamente la razón por la que traigo a colación aquí esa campaña. En la creación artística, y en cultura en general, las organizaciones van incorporando poco a poco a su ADN la orientación al cliente (espectador, usuario o como queramos llamarlo). Él, ellas, ellos, son no solamente los destinatarios de la acción creativa, son cada día más compañeros necesarios de viaje y cada día más, también, protagonistas del acontecimiento, del encuentro, que reclaman ese tratamiento. La frase “el arte sin los públicos no existe” es únicamente una expresión hueca si no se acompaña con estrategias y medidas que hagan del público el centro de la actividad.

Pero las organizaciones tienen también otros “clientes” en su acción: patrocinadores, instituciones, otras organizaciones… Y todos ellos configuran un destinatario global al que se debe atender de algún modo en los procesos de creación y exhibición. Por eso creo que para los mediadores culturales tiene mucho interés esta campaña. A mí, personalmente no me cuesta nada imaginarla trasladada al universo de los espacios para conciertos, de los cines, de los teatros, de las librerías…, los lugares del consumo cultural en fin. Todos esos lugares que constituyen en nuestra memoria viva escenarios de emociones vinculadas al arte expresan a la perfección las ventajas de que en nuestros mensajes pensemos siempre en dobles y hasta en triples destinatarios.

Con su campaña Coca-Cola lo ha logrado –no sé si posteriores desarrollos se alejarán de esta clave o la pervertirán, que todo es posible-, y considero una interesante enseñanza que podemos aprovechar para cuestionarnos cada vez que preparemos los mensajes, la diversidad de “clientes” a los que en cada ocasión nos dirigimos.

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Gracias, por el Eco de tu voz, Umberto: solo la humildad nos hará sabios

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Las respuestas de Umberto Eco a las preguntas de la periodista de El País (24.05.2013) son sencillas y magistrales. Muestran una sabiduría apacible y distante. Humilde. La entrevista se titula “La cultura no está en crisis; es crisis”.

Uno de los principales rasgos de la modernidad –no la nuestra, la de cada época- es el vacuo y fatuo orgullo por sus propias creaciones. La creencia de que lo último es lo mejor y lo que requiere más apoyo y más aplauso es propio de cegatones o, lo que suele ser más habitual, desconocedores de la historia. En nuestro caso de la historia del arte y de las artes. Ilustra esto una de las respuestas de Eco, en la que nos recuerda que no sabemos la duración de las memorias USB, pero que hay libros que ya tienen más de mil años.

Quienes trabajamos en cultura –en realidad, apenas la tarareamos- necesitamos empaparnos de ese tipo de humildad y tomar las debidas distancias sobre fenómenos que pueden ser tan deslumbrantes como efímeros. Deslumbrarse por lo que todavía puede que no esté “hecho” contribuye a dejar pasar de largo aquello que está en su plenitud; conduce a acortar bárbaramente los periodos de vida de las creaciones artísticas, que fenecen a menudo sin apenas haber sido disfrutadas.

Umberto Eco también habla de que el racismo destaca entre los oscurantismos de nuestros tiempos. Y de sus palabras extraigo la enseñanza de que lo que necesitamos es más Europa, más mundo, más ciudadanos y más personas; menos nación, menos “pueblo”. Menos “qué hay de lo mío” y mucho más “que hay de lo de todos”.

Unas palabras que son fruto de una larga y rica vida, cuajada de pensamiento y de mirada buena. Unas palabras con eco.

 

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El cine: ¿Menos precio o más valor?

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En el marketing,  una respuesta a situaciones de dificultad que solamente tenga en cuenta la variable precio es la aceptación del fracaso.

Todos los sectores del cine en España parece que buscan el acuerdo –hasta hace poco impensable- para reducir los precios en sala y lanzar ofertas a diestro y siniestro. Asustados ante la caída del consumo, recuperar el espectador desaparecido es el objetivo. Además del incremento bárbaro del IVA, son otros muchos los polvos de estos lodos.

Durante los últimos años productores, distribuidores y exhibidores parecían ciegos ante los cambios que se estaban dando aceleradamente en el modelo de relación del espectador con el cine, cambios profundos en su forma de consumo. Los precios, elevadísimos para un arte reproducible, eran solamente la parte más visible de su ceguera. La parte más relevante del desprecio por el espectador, por el público amante del cine era el descuido de las salas y de su limpieza, la desatención de las necesidades de los públicos y de su formación, la superexplotación de los asistentes mediante palomitas a precios de mercado negro, en fin, la absoluta ausencia de valor añadido en todo el proceso. Alguna vez he dicho que la metáfora perfecta de cómo concibe el cine a los espectadores es el hecho de expulsarlos por la parte de atrás, como si fueran desechos.

Nunca es tarde para aprender y sobre todo, para mirar a los espectadores como cómplices y compañeros del viaje artístico, no como elementos a los que “sacar” su dinero, y cuanto más mejor.

Hoy se impone para el cine la ingente tarea de diversificar la oferta, de preguntar por sus gustos y deseos a los espectadores, de acomodar todo el proceso de consumo a pautas satisfactorias y acordes a los precios cobrados. De dar más valor. Sin el público, el cine en sala como medio colectivo de disfrute tiene sus días contados. Su supervivencia depende de cómo quieren productores, distribuidores y exhibidores tratarlos y viajar con ellos. Pero, desde luego, van errados (y piden ser herrados) si creen que el precio lo es todo.

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Queremos mucho Max

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Los Premios Max son una fiesta para las artes escénicas. Y hay que agradecer el esfuerzo de SGAE y Fundación Autor, encabezadas ahora por Anton Reixa y Antonio Onetti, por impulsarlos. Tienen sus sombras, cómo no, pero han devenido en el espacio en el que quienes crean arte en España reciben público premio por su buen hacer. Un “lugar” aceptado por los más. La expectativa y la repercusión dentro del sector y entre cientos de miles de aficionados al teatro y la danza es muy grande. Bienvenido sea todo ello.

En la situación por la que atraviesa el espectáculo en vivo, los Max no podían ser ajenos a las políticas públicas de abandono y dejación de responsabilidades culturales. Muchos durante la ceremonia lo dijeron por activa y por pasiva, aunque menos conjugaron sabiamente el humor con la crítica.

No es este el lugar para comentar o valorar los premios, conseguidos en todo caso a través de votos individuales de profesionales inscritos en el censo de votantes. Tampoco es el lugar para entrar en la valoración artística de la ceremonia. La producción fue muy buena y al acabar la Gala los asistentes salieron muy satisfechos y disfrutaron luego de un amable ambiente en el que departir en la cálida noche del Matadero.

Aquí me detendré tan solo en cuatro aspectos que me parecen razonablemente importantes.

1. El primero es el del sistema de votación. Año tras año se percibe con nitidez que en los votantes influye demasiado el afecto y la amistad, y es difícil desprenderse de la impresión de que existen grupos que actúan como tales al depositar el voto. Solamente así se puede entender que una obra se lleve todos los galardones a los que opta, como si lo que hicieran el resto de los candidatos no mereciera ni migajas. Y esto es así desde los viejos tiempos en que Animalario arrasaba. La dificultad primera es ver todos los espectáculos candidatos por el hecho mismo de ser en vivo. No es fácil resolver este problema: parte de la solución probablemente pase por reducir el número de candidaturas a las que puede optar un espectáculo, o establecer un sistema de Jurado que filtre, complemente o sustituya la elección, o establecer un sistema de voto ponderado. Pero sin duda es un problema que exige urgentes medidas para garantizar la máxima transparencia y credibilidad.

2. El segundo aspecto interesante que me provocó reflexión tiene que ver con la relación de las artes escénicas con sus públicos. En la mayor parte de los discursos e intervenciones el público estaba ausente. Los mensajes se dirigían a los asistentes, como si de una reunión interna se tratara, olvidando que a través de la televisión lo que se dice llega a cientos de miles de personas. Personas que pueden estar o no interesadas -esto último es lo más lógico- por los problemas internos del sector teatral. Ante ellos, ante nuestro público, las AA.EE. han de mostrar lo mejor de sí, la máxima belleza, la mayor y mejor de las seducciones. El teatro en 2012 ha hecho maravillas a pesar de la crisis, ese es el mensaje. El tonillo lastimero y de queja es, francamente, poco glamuroso.

3. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, dio, una vez más, la nota fea e ineducada. Su clamorosa ausencia no muestra solo el escaso interés de Wert por las Artes Escénicas. Hay algo más, que tiene que ver con su mínima capacidad de dialogo y escucha, con su gusto por la provocación y el profundo desprecio que siente por la sustancial parte de la cultura que representa el espectáculo en vivo. El ministro Wert hace tiempo que es el problema. El ministro Wert debe irse. No hay garantías de que el próximo lo haga bien. Pero es muy difícil que otro lo haga peor.

4. SGAE tiene un reto en el inmediato futuro de primera magnitud. Los Max son una creación de los autores para todos cuantos trabajan profesionalmente en el teatro y la danza. Bien, porque todos queremos que el sector tenga una voz potente, unificada e indiscutida, y los Max pueden ser el germen.  El reto para SGAE tal vez pase por iniciar un proceso constituyente de una verdadera Academia de las Artes Escénicas. La grandeza que tal cometido exige será una buena prueba de hasta dónde está dispuesta la sociedad de los autores en la tarea de liderar al conjunto de los sectores profesionales de las artes escénicas, y compartir con ellos el futuro protagonismo. Un hermoso reto.

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Patrocinio sí, pero con alma

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Hace apenas dos años, Telefónica, una de las principales empresas españolas, anunció el despido de 6.400 trabajadores, el 20% de su plantilla en España. Al día siguiente, comunicaba la decisión de aportar bonus millonarios para sus directivos. En 2010, Telefónica había obtenido 10.000 millones de euros de beneficios. Telefónica tiene numerosos programas de intervención en las áreas educativa, cultural y del conocimiento.

¿De que vale su acción en el ámbito de la cultura o de la educación? La impostura, la ausencia de ética es tan clamorosa que conviene tomar aire antes de seguir escribiendo.

Llevamos años reclamando una Ley de Patrocinio que incentive a las empresas a aportar fondos en favor de la cultura y otras necesidades sociales. A cambio de mejorar su imagen y obtener jugosos descuentos en sus impuestos, los dineros empresariales taparían el deshonesto abandono del Estado del territorio de lo social. Pero el patrocinio -y la futura  Ley de Patrocinio- no debe mirar para otro lado ante situaciones, ante funcionamientos empresariales como el que comentamos y que son el pan nuestro de cada día.

Este caso pone el dedo sobre la verdadera llaga de la economía, la política y, sí, de su relación con la cultura de nuestro país: la clamorosa ausencia de ética.

Porque la principal responsabilidad de una empresa es defender a sus trabajadores, cuidar y bien tratar a quienes producen su fuerza empresarial. Y solo cuando su defensa está garantizada puede acometer tareas de RSC. Si no es así, esas tareas deben ser consideradas humo, mentiras, rimmel. La mejora de la productividad, verdadero dios nuevo al que se encomiendan la política y la economía contemporáneas, no puede excusar despidos masivos en épocas de crisis mientras se obtienen beneficios innúmeros y se reparten bonus a los despedidores sin conciencia.

En la Cultura debemos privilegiar la relación con empresas con alma. En Cultura, exigimos que la colaboración de las empresas en proyectos sociales y culturales lo sea a partir de una gestión ética en la que su principal aportación a la sociedad sea un modelo justo y no rufianesco.

Hoy más que nunca los ciudadanos necesitamos esperanza, y ésta solo está en la justicia. Los ciudadanos necesitamos alegría, y la alegría se halla en la lucha contra la injusticia, en la solidaridad con los otros en tiempos difíciles. La alegría nace de hacer bien las cosas, de cultivar con afecto y excelencia el pequeño fragmento del universo que nos ha sido dado en responsabilidad. Con patrocinio o sin él.

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¡Muerte a la cultura!

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Es absolutamente cierto que la subida del IVA al 21% el pasado año convirtió a la cultura  en un producto casi de lujo. El teatro y otras artes, sometidas a un incremento impositivo tan brutal en un entorno de crisis aguda, han acabado sufriendo las consecuencias y hoy los públicos obligados a ahorrar lo que pueden, abandonan las salas.

En una entrevista publicada en El País el pasado lunes, Ernesto Caballero, director del Centro Dramático Nacional, decía: “Un 21% de cero es cero.” Y es que la consecuencia está siendo que  la recaudación de impuestos del teatro y otras artes se desploma. Con ser destructivo para el alma de un país y de sus ciudadanos que se ven excluidos de un consumo cultural casi de lujo; con ser enorme el daño al sector cultural, por los miles y miles de personas que están perdiendo sus puestos de trabajo, lo verdaderamente grave es el significado profundo que la medida del escasamente presentable ministro Wert tomó el pasado año.

La aplicación de ese tipo impositivo refleja que este gobierno considera la cultura irrelevante para la vida de los ciudadanos, para su desarrollo como tales. El mensaje de fondo es que para este gobierno la cultura debe ser rentable y estar sometida a las leyes del mercado; que es producto, no servicio.

Hoy está a la orden del día la confrontación extrema entre dos formas de entender  la cultura. La que alienta la Constitución, que le concede un rango superior y ordena a los poderes públicos promoverla entre los ciudadanos, y la que alienta al gobierno, que se apresura a convertirla de facto en mercancía, que recorta sus ya escasos presupuestos y que la considera una fuente de ingresos para las arcas del estado.

La cultura y el arte son expresión máxima del desarrollo de las sociedades y por eso hay que detener con urgencia la loca fiebre de los recortes que eliminan los apoyos a las expresiones más frágiles, y que aplican duras cargas impositivas a sus prácticas. Creen que moriremos felices convencidos por los medios y por nuestros responsables políticos, de que morir de hambre es lo mejor para vivir.

Parafraseando a Unamuno en su famoso enfrentamiento con Millán Astray, acabaré diciendo que este gobierno tiene la fuerza y tal vez venza, pero jamás nos va a convencer en su poco sensata tarea de acabar con la cultura como un bien público.

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El País, ¿contra SGAE, contra los autores, contra los dos?

Top manta, piratería musical/01

Un titular de EL  PAÍS del 28 de marzo rezaba (era Semana Santa) así:  Reixa recibió 142.000 euros del ente que dirigía su actual delegado de la SGAE.”

Como no es fácil de entender lo que el titular quiere decir, pero por ello intuía una cierta trama o al menos tendenciosidad, me zambullí a leer la noticia. El abierto aire insidioso, más propio de otros diarios, me alarmó.

La noticia, en realidad, es que Filmanova la productora del musical Galicia Canibal, de la que es accionista Antón Reixa, recibió esa cantidad como ayuda a la gira y estancia de dos meses en un teatro madrileño. El musical, patrocinado por la cerveza Estrella Galicia y con la colaboración del Centro Dramático Galego, recibió la ayuda desde Agadic, la Axencia Galega de Industrias Culturais, dirigida en ese momento por Carlos Fernández Fasero, quien poco después pasaría a dirigir el área noroeste de SGAE.

No me gusta el aroma de la ayuda. Que se aclare. Pero lo que huele muy mal es la tergiversación neta de EL PAÍS, que convierte en personal la ayuda (“Reixa recibió…”) y que mezcla a SGAE en un acto que cuando tuvo lugar no tenía relación con la concesión de la ayuda. La mala intención es obvia y el periódico se alinea con quienes tienen a la sociedad que gestiona los derechos de autor como su enemigo. La SGAE ha sido durante años objeto de todo tipo de críticas destructivas cuyo origen tenía como común denominador a sectores reacios a cumplir la legislación sobre derechos de autor.

Los autores, los que con su talento creativo impulsan la cultura y el arte, están maltratados en nuestro país, porque quien más quien menos se “baja” cine o música; quien más quien menos si puede va de gorra al teatro o se cuela en un concierto; quien más quien menos desconoce u olvida que no pagar o piratear redunda en derechos que no se cobran. Y los derechos en nuestro sistema jurídico son el salario del autor. Los gestione quien los gestione. Por eso la tarea es defender a los autores y sus derechos.

Hace mal EL PAÍS en atacar con insidias al presidente de los autores. En realidad está dando un golpe bajo a todos los autores en el vientre de su presidente, que además, en mi opinión, se está esforzando con su equipo en sentar nuevas bases para la sociedad.

SGAE ha lanzado una campaña denunciando la actitud de numerosas televisiones que producen, encargan y editan música que nadie escucha (solo se emite de madrugada) con el exclusivo fin de reducir su aportación obligatoria a SGAE.  Por ello ha sido también atacada buscando su línea de flotación. ¿Coincidencia?

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AVETID: pensar juntos para cambiar las cosas

Participacion audiencia

Invitado por María Ángeles Fayos y Santiago Sánchez, participé la semana pasada en los IV Encuentros de la Associació Valenciana d’Empreses de Teatre i Circ. Se reunían para debatir y compartir sobre la situación en la que una pésima administración de la Cultura ha dejado al sector y a la práctica cultural de los ciudadanos en esa comunidad. Destrucción de tejido, recortes brutales, dejación de la responsabilidad política en cultura, oscurantismo y eliminación del circuito teatral, son algunas de las consecuencias de la gestión. Ahora, con equipos políticos recién nombrados, las organizaciones parecen respirar un poco e ilusionarse.

La queja ante el maltrato, el dolor ante el desaire permanente, la herida frente al desprecio están dejando paso a la conciencia de que la fuerza del cambio en la cultura valenciana está en manos de quienes trabajan por ella, y de los ciudadanos que desean incorporarla a sus vidas. Y para ello, como han hecho estos días, se han reunido, y apoyados por la Universidad de Valencia, han identificado líneas de fuerza que permitirán agrupar energías e introducir cambios en la gestión.

Compartí mesa con el peruano Alberto Menacho, Hassane Kouyaté, de Burkina Fasso y Marcos Ottone, de Yllana, llamados para exponer otras visiones y experiencias. A mí me tocó proponer el nuevo marco por el que las organizaciones deben apostar: organizaciones cada vez más profesionales y autosuficientes que sean capaces de redefinir su relación con las instituciones y que apuesten por asumir la responsabilidad incluso de gestionar lo público. Les decía que en este sentido, las organizaciones y los ciudadanos deben trabajar juntos para cambiar las leyes y excluir de la gestión de los servicios públicos -salud, educación, cultura…- a las empresas con ánimo desmedido de lucro y sin función social. Les decía que debemos mirar más y siempre a los públicos, que son los que dan sentido a la creación artística. Los públicos están cambiando en su forma de relacionarse entre sí y con la oferta cultural, quieren participar más, quieren intervenir y ser escuchados, y la supervivencia de las organizaciones artísticas depende de que efectivamente sepamos adaptarnos a ese nuevo campo de juego y caminar juntos.

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MadFeria: pensando al futuro

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Esta semana estuve en MadFeria, la feria promovida por ARTEMAD, la asociación de empresas productoras de Madrid, y cuyo responsable artístico es Eduardo Pérez Rasilla. Me habían llamado para coordinar un debate reflexivo sobre la situación de las artes escénicas en el que estuvieron representantes de la danza, el teatro de calle, las salas alternativas, el teatro para niños y las nuevas tendencias. A todos ellos les propuse antes de empezar que elaboráramos frente a la situación una especie de mapa de oportunidades que recogiera el análisis pero sobre todo definiera los terrenos por los que el conjunto y cada organización debe deambular en el inmediato futuro para afrontar mejor su supervivencia y su crecimiento. No era fácil debido a la guerra declarada por el gobierno, comunidades y ayuntamientos a la cultura, la sanidad y la educación. A las que están privando de presupuestos para pagar unas deudas que ahora sabemos que creó un sistema corrupto.

No era fácil, pero lo hicimos.

De todas las intervenciones me quedaría con un puñado de ideas clave. Una, en la que coincidieron Alberto García de los Salmones y Víctor Torres, plantea al sector la necesidad de cohesionarse y establecer una línea de trabajo conjunta que rompa la fragmentación y fomente un frente unido de alternativas. Por mi parte añado que hay dos condiciones previas: encontrar un liderazgo y mirar más allá de los propios problemas.

Otra aportación clave fue la necesidad de avanzar hacia la cogestión de los espacios culturales públicos poco o mal utilizados debido a la caída presupuestaria. Las organizaciones culturales tienen ahí un terreno de crecimiento gestionando y llenando de contenidos los centros culturales, teatros y auditorios y ofreciendo en ellos ejemplos de colaboración público-privada. Las residencias de compañías de creadores es un ejemplo concreto en esa dirección.

Juan de Torres proponía una profunda renovación de los sistemas de ayudas a la creación, que deberían incluir fórmulas de retorno de la inversión. Es decir, como si las ayudas fueran préstamos públicos a devolver cuando los productos artísticos tuvieran ingresos y hubieran cubierto inversión. Una vieja propuesta que hoy se hace imperiosamente urgente y que a buen seguro contribuirá a la maduración de muchas organizaciones.

Se habló también de la necesidad de orientar las creaciones desde su origen hacia la internacionalización, dado que nuestro mercado natural va mucho más allá de nuestras fronteras. Y la imprescindible labor de diversificación y aclimatación que ello implica para las organizaciones.

Por mi parte, diría que la otra oportunidad, que apenas se dejó oír en el encuentro, es la de que  las organizaciones conozcan y se vinculen estrechamente a sus públicos. Los destinatarios de la acción artística y cultural son hoy, en plena crisis, el difícil territorio fértil en el que crecer; y para mañana, la garantía de supervivencia y desarrollo. Y más allá el sentido mismo del arte. Su destino.

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Diccionario-post de 2012

Cultura

Demasiadas palabras vacías para la cultura y para la vida nos ha dado este año malhadado. Entre ellas, alguna guapa.

21%: Nuevo impuesto que el Gobierno ha impuesto al consumo. Sabedor de lo poco importante que es para los rebosantes bolsillos de los ciudadanos, en cultura el incremento es de 14 puntos.

ABANDONO (de la Ley de Patrocinio): No se sabe el efecto sobre la cultura del dinero privado, pero se sabe que habían jurado acometer esa promesa en el año que acaba. Una más del gobierno que dice que a ellos que los registren y que qué van a hacer.

CONDE DUQUE: Lugar precioso y cuya reforma ha costado recientemente un platal, pero para el que sus responsables no encuentran uso. Las organizaciones culturales (que dicen que se les ocurren varios) se equivocan al pensar que ellas podrían hacerlo.

CONFERENCIA MARKETING: Una de las buenas noticias del año. Se volvió a celebrar en el Museo Lázaro Galdiano y agrupó a casi doscientas personas preocupadas ¡en estos tiempos! por cómo conocer y satisfacer mejor las necesidades de sus públicos.

ESPAÑA: País que contiene varias decenas de millones de ciudadanos que sufren sin rechistar apenas, que viajan en Metro mirando tristes al suelo y cuyos lideres se obstinan en convertirlo en un pueblo de bueyes. Miguel Hernández dixit.

EUROVEGAS: Trapacero invento inútil de la anterior presidente de la Comunidad de Madrid. Sobre la promesa de generar puestos de trabajo, los propietarios del suelo hacen suculentos negocios y se garantiza a sus gestores el incumplimiento de varias leyes y artículos constitucionales para asegurarles el negocio.

MARCA ESPAÑA: Término cuyos responsables son genéticamente incapaces de llenar de contenido. España es grande en el mundo y ellos se empeñan en jibarizarla por hacerla jugar en una liga que no es la suya. ¡Juguemos en la de la cultura y el ocio, el sol, un estilo de vida, el patrimonio, el idioma…!

PATROCINIO (cultural): Actividad que algunas empresas desarrollan en apoyo a la cultura y el arte, conscientes del valor que esas acciones aportan a su imagen ante la sociedad y antes sus clientes. Algunas de este año: las opuestas Coca-Cola y Mahou.

PECAM: Plan Estratégico Cultural del Ayuntamiento de Madrid, interesante proyecto cuya redacción está a punto de nacer y su desarrollo a punto de morir por falta de liquidez. (El anterior alcalde dejó en la caja kilos de telarañas)

PRIVATIZACIÓN (cultural): Corriente que cede sin reflexión los servicios públicos a empresas privadas, simplemente para que cuesten menos al erario, lo cual tiene dos consecuencias inevitables: una, enriquecer a los adjudicatarios; dos, empeorar bárbaramente la calidad del servicio cedido.

RECORTES: La cultura y el arte, pobrecillos, son los primeros de la lista en los recortes públicos (para lo que sirven), pero sanidad y educación le siguen muy de cerca. Más y más agujeros en el cinturón de los ciudadanos mientras el consumo de productos de lujo se incrementa escandalosamente.

SUPER GLUE: Sustancia empleada por muchos políticos y en general responsables públicos que es extremadamente útil si se extiende generosamente sobre la superficie de la silla o sillón e impide moverse sin él. Véase, Wert

WERT: Ministro de Cultura que hubiera hecho de perfecto malo  en una mala película del oeste. Sonríe mientras incendia relaciones, sonríe mientras recorta o sube impuestos, y mientras dice barbaridades, sonríe y sonríe mientras destruye cuanto toca. Cumple canónicamente la tercera Ley de la Estupidez humana enunciada por el maestro Carlo María Cipolla: “Hacer el mal sin obtener beneficio alguno a cambio”.

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