Archivo de la categoría: Opinión

Contra Darwin, pobrecillo

El resultado electoral pone todavía más al día tareas urgentes para la supervivencia de la cultura como servicio. Un resultado, por cierto, esperado, batacazo socialista incluido. Quienes desde la izquierda y contra natura han estado dos años haciendo la política que le correspondía a un gobierno de derecha o de concentración, han asumido el desgaste y el afán de poder y lo han pagado. Perdonen, pero cada uno elige su destino.

Vienen tiempos en que las propias fuerzas, más que ningún otro aspecto, serán determinantes para la supervivencia propia y ajena. Tiempos darwinianos, de  animalidad, de fuerza. Tiempos, también, para desarrollar la solidaridad, el alma buena de las personas y de las organizaciones. Quienes más tienen y quienes más conscientes son de que esta situación va a cebarse en los humildes, tienen una enorme responsabilidad, por un lado de solidaridad y por otro de alzar la voz. Las grandes organizaciones han de ser conscientes de que el ecosistema cultural exige la supervivencia del máximo de especies, y han de apoyar y proteger las que puedan. ¿Se imaginan al Prado acogiendo exposiciones conjuntas con museos en riesgo de extinción? ¿Se imaginan a los grandes teatros, públicos y privados, ofreciendo after hour sus espacios a pequeñas compañías?

Y por otro lado, las empresas y organizaciones dedicadas a la cultura deben unirse, agrupar fuerzas, compartir espacios, almacenes, personal, establecer fórmulas que abaraten su gestión diaria, compartir, sentirse, en fin, miembros de una colonia cuya supervivencia depende del grado de fortaleza conjunta que sus miembros sean capaces de desarrollar.

Y es ya, no mañana. Ya.

Y en paralelo, alzar la voz colectiva, defender el servicio imprescindible para el alma de los ciudadanos que es la cultura. Sin quejas. Combatiendo con arte y generosidad.

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Ministerio de Cultura como macguffin

Es difícil saber si los cortos titulares de la prensa se deben al afán de concentrar en pocos caracteres las noticias –signo de los tiempos- o provienen más bien de su escaso interés, que hace imposible alargarlos. Eso ha pasado en el III Foro de Industrias Culturales, un invento del que ha estado prácticamente excluido el tejido empresarial y en el que estaban sobre-representados políticos y designados. Un modo como otro cualquiera de hacerlo inútil.

Bueno, que el Foro ha dado pocos titulares, cansinos y sin chicha, sí. Me quedo con uno de ellos que intenta concentrar la atención sobre algo irrelevante mientras por el cielo vuelan multitud de pájaros a los que no prestamos atención. El portavoz del PP, Ballarín que sustituía a José María Lasalle, afirmó que es partidario de que su partido mantenga el área de Cultura del gobierno con el rango administrativo de ministerio. El típico macguffin.

La existencia o no de ministerio de Cultura ha de responder a la relevancia estratégica de las tareas que tiene encomendadas. Casi treinta años vaciándolo de contenidos hace menos relevante su rango formal. Como escribo en mi último artículo del espectáculo teatral (en la última página), lo verdaderamente importante, fundamental para el futuro de la cultura española –aquí y en el mundo- es si la Cultura en España va a disponer de una buena ley de financiación y patrocinio, si se va a impulsar la transparencia y la democratización de la gestión pública cultural, si van a desaparecer o no las fronteras culturales entre comunidades, cómo se van a producir los procesos de privatización en la gestión cultural, o cómo el Estado a los diferentes niveles va a salvaguardar la creatividad y la innovación.

Sin embargo como todo macguffin, algo significa su existencia o su ausencia. La cultura no es relevante para nuestros políticos. (vean en nuestro Facebook sus programas), pero la desaparición del ministerio tras las elecciones, o su unificación con otro, sería un mensaje de una meridiana claridad sobre el papel residual que se otorga a la cultura. Una pena que los políticos no sean conscientes de que España es una potencia mundial en Cultura (Sí lo son, algunos líderes del marketing sensibles, como mi buen amigo Pedro Antonio García, que publica un  artículo en Anuncios sobre el tema). Probablemente esa falta de consciencia muestra los diminutos límites en que se mueve la suya. ¡Qué peligro!

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Bicicletas de montaña para la crisis

Últimamente repito una metáfora mucho, tanto que ha acabado hasta gustándome. La de la bicicleta de montaña para la crisis. Dice más o menos lo siguiente: Para salir de esta situación, casi calvario, incluso simplemente para mantenerse en pie, hay que dar mucho a los pedales. Es como cuando andando en bicicleta por el monte la ladera se pone imperativa, insultantemente difícil, y tienes que meter el plato más pequeño y el piñón más grande. El resultado es que debes pedalear muchas más veces por minuto y que apenas avanzas, pero con paciencia y decisión acabas llegando a la cima; –eso sí, muy muy despacio y sudando mucho. Allí de nuevo volverás a cambiar a un plato medio y un piñón pequeño y sabrás lo que es tener resultados con menos esfuerzo.

Al margen de las explicaciones para esta perversa y nefasta situación económica que afecta a las gentes y también, cómo no, a las que transitan por el territorio de la cultura, propio del alma, hoy se impone andar en bicicleta de montaña. Y olvidándonos de metáforas, hoy se impone trabajar mucho, mucho más, para obtener probablemente menos rentabilidad. Sí, algo ganaremos, endurecer los músculos, estilizar la organización, hacernos más apolíneos, imaginativos y creativos.

Por eso no entiendo hoy –bueno, nunca, pero hoy menos- el espíritu funcionarial, el ahora me voy que ha llegado la hora; el preocuparse por el salario mensual y no por la marcha de la empresa o compañía. Hoy, TODOS debemos preguntarnos qué podemos hacer por el equipo en el que estamos, se llame compañía, empresa o país. Sin quejarnos, con la alegría de saber que trabajando y luchando saldremos adelante. Y que al final, si hacemos los deberes solidariamente, seremos mejores y más fuertes. Más fuertes también para cambiar las cosas.

Y sin olvidar a quienes han hecho tanto y tanto por llevarnos a este punto. A esos, desde gobiernos y oposiciones, desde bancos y constructoras… deberemos aprender también a pasarles la cuenta. Y cuanto antes mejor.

Nota: Si estás a tiempo lee mi artículo de este mes en El espectáculo teatral. Está pensado para avanzar hacia un programa de mínimos de la Cultura española. Y el domingo, elecciones.

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Tiempos excitantes estos, pardiez. Y parte de la culpa la tienen las mujeres.

Esta misma mañana leí en el diario El País algo sobre la paridad en Suecia y otros países del norte de Europa. La noticia iba unida a una fotografía en la que se veía a toda la representación sueca en la Seminci de Valladolid, siete mujeres y un hombre, y se subrayaba el práctico equilibrio numérico entre hombres y mujeres en los oficios del cine de su país.

Soy poco amigo, bueno, nada amigo, de los imperativos legales; enemistad nacida en una de mis vidas anteriores en la que sin duda llegué a ser un anárquico de bien, al que toda norma que no fuera nacida de la ética, e interiorizada individualmente, le parecía impostura. Sigo pensándolo. Hay que allanar caminos para que la fuerza no sea el material de las decisiones, ni en la vida social ni en la de la pareja.  Pero se allana con la igualdad de condiciones, acabando con los obstáculos en el acceso a trabajos, o responsabilidades. En el arte esta afirmación es todavía es más nítida.

Las mujeres –no todas, claro- aportan algo verdaderamente sustancial a la vida artística. Hasta hace apenas cincuenta años el mundo –su historia, su literatura, sus cuadros, sus poemas…- nos era “narrado” desde la mirada masculina; tal vez porque los hombres han sido siempre vencedores en cualquier batalla que tuviera como elemento decisorio la fuerza bruta, y la victoria la han extendido a todos los campos. La consecuencia, terrible y artísticamente empobrecedora, ha sido que apenas disponemos de otras miradas que enriquezcan la realidad y el arte: la de la mitad de la población.  Por eso lo importante, lo trascendente, no es cuántas mujeres ocupan cargos  políticos o impuestos por las leyes, sino cuántas mujeres tienen acceso a contar su mirada al mundo, que pueden regalarnos su mirada sobre el mundo. ¡Cuánto más trascendentes son las isabeles allendes o las giocondas bellis que las merkeles!

Todo esto viene a cuento de que desde elmuro estrenamos este fin de semana en el Conde Duque de Madrid, la nueva obra de Paloma Pedrero, En la otra habitación, en la que dos mujeres, madre e hija, nos cuentan cómo son y cómo es el universo de las mujeres de hoy. Algo tan ausente en nuestra escena que es un regalo para quien quiera enriquecer su visión del mundo. Del cincuenta por ciento del mundo.

Nota: Después del Conde Duque, la producción de TEATRO DEL ALMA estará los lunes y martes del mes de noviembre en La Guindalera, la coqueta sala de Teresa Valentín y Juan Pastor. Es un experimento, este de hacer teatro los lunes y martes; un experimento para vincular el barrio a una sala cercana con el apoyo de los comerciantes y hasta supermercados que reparten los vales promocionales. Tiempo de búsqueda de nuevos caminos. Hard times, but exciting ones.

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País de charanga y pandereta, I love you

Sí, a pesar de todo. Porque lo de la duquesa es hasta tierno: que una mujer de 84 se case con lo que para ella debe ser un jovenzano,  y a la salida de la ceremonia se apunte con una sevillana, con peligro para su estabilidad, tiene mérito y hasta produce envidia. Que la cosa sea noticia y revuelo, habla mal de los que la convierten en comidilla. Muchos.

Pero, a lo que iba, otros muchos, muchos más, han convertido la Encuesta de hábitos y prácticas culturales en España del pasado 2010 en una buena noticia. Con sus pequeñas sombras, claro. El diario digital hoyesarte.com, titulaba la noticia “El consumo cultural resiste la crisis”. Lean las cifras y se sorprenderán de cómo responden los españoles a situaciones de agresión psicológica como la que sufrimos. Los políticos y los medios se han puesto de acuerdo en tapiar la salida y convertir el país en una especie de ratonera que impulsa al suicidio para que toque a más a los supervivientes.

Y sin embargo nuestros compatriotas siguen leyendo, yendo al cine y sobre todo a museos, sin que la situación los haya desanimado en la práctica cultural. Así,  el conjunto dibuja un cuadro esperanzador. Las buenas noticias de la cultura. Las sombras van por el lado del bajo nivel de compra por internet, que refleja un modelo de consumo atrasado; el crecimiento de las descargas ilegales, con el consiguiente perjuicio para los autores; o la reducción de consumo en artes escénicas, que a pesar de ello conservan una estupenda vitalidad.

Un responsable político del ayuntamiento madrileño me justificaba esta semana con la “lógica” que se redujese drásticamente el presupuesto de cultura. Suprimamos lo innecesario, vino a decir. La cultura, la educación, la sanidad son piedras angulares del sistema democrático y en ellas se asienta la satisfacción de la población y su seguridad en el futuro. Las tres expresan el nivel de solidaridad y de cohesión de una sociedad, más incluso que el trabajo. Porque pueden venir las vacas todavía más flacas, pero no puede faltarnos un buen profesor de geografía o un médico para nuestros hijos, ni un libro, un cuadro o un actor que nos recuerden que somos sustancia inmaterial. La verdadera sustancia que construye el futuro.

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Mascarell, Ministro de Cultura

Se me ocurren varios ministerios que suprimir antes que el de Cultura, si atendemos a su utilidad, claro. Demagogias baratas aparte, la propuesta recurrente, casi siempre emitida desde posiciones nacionalistas, salta de nuevo esta vez de la mano del conseller de Cultura de la Generalitat Ferrán Mascarell. Otros aplauden con sus orejas neoliberales porque de llevarse a cabo la medida, dejaría la Cultura en su conjunto más cerca de ser regida en exclusiva por el mercado.

En realidad, mi opinión sobre este tema es que el Ministerio de Cultura debería recuperar algunas de las competencias entregadas a la gestión autonómica y  algunas nuevas que incrementaran notablemente su peso en la política nacional y en la presencia de la cultura española en el exterior. Más madera; no menos.

Aun jibarizada la acción cultural central,  es hoy insustituible. Entren en la web del ministerio y vean sus competencias y líneas de acción. Y vean si no se les ocurre a algunas más que asumir. Incluso que compartir con otros ministerios, como ocurre con el de Exteriores y el Instituto Cervantes.

La clave de la decisión es si estamos hablando de un país o de una confederación a la que nada une sino el nombre. Y solamente desde posiciones cercanas a la aldea gala de Asterix se defenderá que lo que hoy se denomina España es tan solo una suma de peculiaridades, y niegue el potentísimo común denominador cultural, lingüístico e histórico por el que somos reconocidos en el mundo. Basta ya de dar más relevancia a la diferencia que a  lo que une.

Por eso es imprescindible e insustituible una institución consciente de que la cultura, la lengua, las industrias culturales, e incluso las diferencias culturales internas, han de ser convertidas en política cultural que nos haga querernos y conocernos más a quienes vivimos dentro de las fronteras españolas, y que haga conocer mejor a los españoles y tener más presencia a su cultura fuera de ellas. Sea cual sea el nombre que reciba la institución.

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El ayuntamiento de Gijón no canta zarzuela

La relación de la Política con la Cultura es un terreno minado de bombas. Las instituciones siguen viendo la acción cultural como un ámbito de rentabilidad electoral y muy pocas veces como terreno de desarrollo estratégico de los ciudadanos a los que afirman servir. Para la cultura, por otro lado, la política ha sido, y sigue siendo no pocas veces, el horizonte económico en el que busca su seguridad gracias a la financiación pública. Mal.

Una de esas polémicas minas ha estallado una vez más, y de modo escandaloso, con el nuevo ayuntamiento de Gijón. Nada más tomar posesión, la nueva corporación “popular” ha decidido suprimir su aportación –humilde, por otro lado- para el Concurso Internacional de Zarzuela que caminaba hacia su segunda edición tras una primera de éxito. Es de por sí mezquino reducir presupuestos con los más débiles y necesitados; pero  es, sobre todo, que los argumentos empleados son revanchistas y barriobajeros. Basados en acusaciones de partidismo por parte de un equipo de gobierno que quiere hacer tabula rasa con la acción de la anterior corporación.

La Fundación Ana María Iriarte, dedicada a promocionar la lírica y en particular la zarzuela, es la impulsora del concurso y la financiadora privada de la mayor parte de su presupuesto. Encabezada por una de nuestras cantantes históricas, ha visto cómo por vía postal y sin previo aviso, se cercenaba uno de los poquísimos espacios de promoción de la zarzuela en España.

Salvar la cultura del debate político pequeño, y llevarla a las cimas de acuerdos estratégicos de los grandes partidos; convertir la cultura en más ámbito de desarrollo ciudadano y menos espacio de exhibición de poder; hacer de nuestra cultura, asentada en el segundo idioma más importante del mundo, una herramienta de primera magnitud en la acción exterior…

Y, por favor, olvidarse de las querellas, pequeñas venganzas, y míseras utilizaciones.  Y si algún proyecto existente no se acomoda a las líneas de los nuevos equipos políticos, debe ser tratado con elegancia, con altura de miras, con dignidad, con educación. Incluso para dejar de apoyarlo.

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Coppola, exagerado: ¿Cine en directo?

Francis Ford Coppola, informó hace unas semanas en la feria Comic-Con, de San Diego, que iba a transformar su nueva película, Twixt, en lo que él llamó un espectáculo en directo: “como la ópera”, dijo. Los hechos son más elocuentes que las palabras y la propuesta obviamente quedará en mucho menos. En realidad, la idea del director de El padrino es que unas pocas escenas de la película se monten de modo distinto en algunas de las salas en la que se proyecte. Así, lo que variará es el orden de diversas secuencias y la música que las acompañe. La innovación es una herramienta de puesta al día y de desarrollo que precisan urgentemente algunas expresiones artísticas y culturales. Ésta es una muestra interesante de deseo de innovación, pero que dada la esencia intrínseca del cine –grabado y proyectado- amenaza ser cosmética. En fin.

Coppola dice, “La mayoría del arte hoy en día es grabado, lo único que es en vivo son los conciertos y el deporte”. Está equivocado: conciertos y deportes tienen su principal expresión económica y sociológica en su transmisión televisiva o su grabación y reproducción: muchos podrían hacerse sin espectadores y su esencia no cambiaría porque hoy la retransmisión de la música y el deporte lo garantiza. Sin embargo no menciona el teatro y otras artes escénicas, que por su esencia necesitan público en vivo para que tengan lugar.

Pero el maestro acierta al enfatizar una de las necesidades contrastadas de las artes: buscar el contacto directo con los espectadores que, cada día más, buscan el encuentro vivo que permite la emoción colectiva. Y en eso las artes escénicas tienen una enorme ventaja sobre otras expresiones grabadas o/y reproducibles. Hoy las artes escénicas son la principal actividad cultural en la que los espectadores gozan colectivamente y en directo, y solamente en directo. Los espectadores son conscientes de que lo que están viendo solo lo ven ellos; y que mañana será otro día.

Esa fuerza inmensa proyectada a futuro es la que ha atraído a Coppola. Chico listo.

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