Archivo de la categoría: polémica

Eh, Cultura, que viene el lobo

Hace unos días intervine en el X Foro de la asociación de gestores culturales de Andalucía, GECA, que se celebró en Málaga. El encuentro se titulaba “Administración pública y sector privado, ante un nuevo paradigma de la gestión cultural”, y la organización, con el afán de ofrecer dos visiones sobre el problema, nos invitó para abrir el debate a Javier Romero, gestor  público de Getafe, y a mí mismo, dos discursos bien diferentes.

En mi opinión es un falso conflicto el que se establece en torno a este complejo tema. Porque al englobarlo bajo el epígrafe genérico de “privatización”, se induce a pensar que se trata de poner la Cultura “en manos” de las empresas. Y no es así.

No se habla de privatizar las líneas maestras de la cultura, la estrategia, es decir, las políticas culturales, cosa que la Constitución adjudica a los poderes públicos; tampoco se habla de privatizar los espacios o vender su titularidad a empresas privadas. ¿Entonces de qué hablamos? Ni más ni menos de cómo organizar la gestión diaria de este servicio público que es la cultura. Y que, al igual que otros servicios públicos, puede ser gestionada tanto por la iniciativa privada como por la pública, indistintamente. La elección  de una u otra fórmula ha de apoyarse en criterios de calidad en la gestión, de control, de evaluación, de satisfacción de los usuarios…, y de desfuncionarizar y economizar, claro. Pero, el objetivo prioritario no debe ser en ningún caso la reducción de costes sino el mejor y más sostenible servicio al ciudadano.

Actividades culturales claves, como la edición de libros o música, o la producción y comercialización de cine, son gestionadas hoy por empresas privadas. Otros servicios públicos como el transporte, la limpieza, las comunicaciones, la sanidad, la educación…, son escenarios de convivencia de modelos de gestión públicos, privados y mixtos. Y no pasa nada. Ahora bien, en su implantación se han cometido graves errores, de descontrol, politización, falta de transparencia y ausencia de evaluación –entre otros-; Por eso en Cultura debemos empeñar todas nuestras fuerzas en evitar esos errores.

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Más madera 3: Gerardo Vera

El director del CDN, Gerardo Vera, se autoprograma,  y tendremos la fortuna, además, de que esté con su Woyzeck más tiempo que  ninguna otra obra esta temporada. Gerardo Vera ha decidido montar a Georg Büchner, un poco conocido autor español que se suma a la larga lista de autores ibéricos de esta temporada y que precisaban desesperadamente darse a conocer a través del Centro Dramático Nacional: Tennesse Williams, Heinner Müller, Harold Pinter, Eduardo de Fillippo, Anton Chejov, William Shakespeare

Hay que reconocer sin embargo a Vera, el esfuerzo de abrir las puertas de este teatro “nacional” a nuevos autores extranjeros como Alfredo Sanzol, El brujo, José Ramón Fernández, Rodrigo García, José Manuel Mora o Margarita Sánchez.

Ciertamente algún mal pensado dirá que eso de programarse a sí mismo se ha hecho siempre, en éste y en cualquier teatro público que se precie. Ahí está otro Tennessee Williams, el de Gas, en el Español por ejemplo. Lo dicho, mal pensados que creen que la gestión entregada a artistas tiende a confundir las cosas y poner la gestión al servicio de uno mismo.

Y al tercer día…, paró, que me estoy poniendo un poco pesadito con tanta madera

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Más madera 1: Ignacio Duato

 

Ignacio Duatoprohíbe” a la Compañía Nacional de Danza exhibir “sus” coreografías a partir de julio de este mismo año. De esta manera se suma a la oleada prohibicionista que asuela el país.

La cosa no pasaría de mostrar el talante egocéntrico y vengativo de un bailarín que vivió, trabajó y creó durante veinte años gracias a los presupuestos generales del estado. Porque lo que creó esos años está teñido del dinero de todos los españoles, y así como nadie debe poner en duda su autoría, nadie debe olvidar –él el primero- que lo hizo porque todos le pagamos y eso genera unas deudas, al menos, de honor. Que ahora ceda sus creaciones al Teatro Mijáilovski, de San Petersburgo, donde es director artístico de su ballet, solamente empeora las cosas. Nos insulta a todos los que un día admiramos sus trabajos.

Algún responsable, en todo caso, debería responder por este desaguisado. Alguien permitió contractualmente que las creaciones de Duato estuvieran adscritas a su nombre en exclusiva y no a la compañía que lo acogió durante dos décadas.

Y mañana, más

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Arco: o el arte de capturar piezas con máquinas… de fotografía

No suelo perderme ARCO. Y no porque me considere un entendido en arte, cosa de la que estoy realmente lejos. En realidad acudo porque mis ojos se llenan de imágenes de todo tipo que en su conjunto me permiten seguir, aunque sea someramente la evolución del arte hoy. Hace unos años, por ejemplo, resultó para mí un regalo acceder a la creación china, de la que apenas nada conocía.

También me gusta acudir porque me permite observar a la gente, a esos miles de personas que van de uno a otro stand, ya deteniéndose ya avanzando contra el reloj. Me apasiona saber lo que a otros como yo les provoca interés. Este año me ha sorprendido el papel de la fotografía en ARCO. Me explico. Había muchas fotografías y la fotografía era empleada por muchos artistas como base alterada o como técnica expresiva en sí misma. Tanta fotografía que me hizo pensar en la progresiva pérdida de peso proporcional de la pintura o que la fotografía se ha incorporado como un elemento más a la pintura. Y de ahí derivé, en una reflexión que de verdad no quiere ser pedante, a la obra de uno de mis maestros de cabecera, Walter Benjamin, que en  la primera parte del pasado siglo escribió dos obras imprescindibles relacionadas con este tema: “La obra de arte en la época de su reproductibilidad” y Pequeña historia de la fotografía.

Pero lo que verdaderamente me impactó fue la desbordante cantidad de visitantes que capturaban fotografías de las obras expuestas casi sin detenerse a verlas en directo. Como si la retina fuera incapaz de ver al apacible ritmo necesario, y la única opción fuera robar imágenes para -¿quién sabe?- verlas después en tranquilidad. Pero, obviamente, sin su autenticidad primigenia, o como decía Benjamin, sin aura.

El arte como objeto de apropiación física y no emocional, cultural. Me preocupé, no sé porqué, la verdad.

 

PD.: Mi querida Ángeles G. Sinde, anunció,  casualmente poco antes de acudir a ARCO, un Plan para las Artes Plásticas. Cuando lo lea lo comentamos, ¿vale?

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Ángeles: dile algo a Leyre, porfa

Acordemos –con una enorme tristeza, eso sí- que en el actual gobierno la densidad de talento político no es especialmente deslumbrante. A la escasa competencia de la ministra del ramo cultural, ya mencionada en este blog en otras ocasiones (la última a propósito de la ley que lleva su apellido), se une cual elefante en cacharrería la de Sanidad. Leyre Pajín, a falta supongo de temas más relevantes a los que meter mano, dedicó una perla a la Cultura, cuando afirmó que la Ley “antitabaco” debía cumplirse también en los escenarios. La ministra daba por buena la denuncia de un espectador del musical Hair en el que se fuma (la obra va de la época hippie, como para no echar humo). La ministra sugirió que dadas las habilidades de interpretación de los actores y actrices, debían interpretar que fumaban.

Es la expresión de un radicalismo inculto y puritano, incapaz de convivir con la diferencia y los diferentes. Supongo que ni Arthur  Miller podría hacer una buena obra breve sobre este tema que de verdad no da como para la crítica  a la inquisición contenida sabiamente en Las brujas de Salem.

Ángeles, dile algo a Leyre, porfa.  Dile que el arte, y la creación, la Cultura como forma socializada de ambas, es un espacio de libertad indiscutible en democracia, y que lo más lejano de la libertad es ocultar la realidad, la diversidad.

Que sí, que Bogart fumaba en escena, pero que hacía obras de arte.

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¿Solo ante el peligro?

Segundo post consecutivo sobre el cine. Cosas que ocurren porque este sector cultural estratégico está sufriendo como pocos el cambio de paradigmas en su distribución. Así que resulta inevitable hablar de él; y más tras los Goya.

No es  lo mismo afirmar que la solución está en internet a que internet debe formar parte de la solución. Alex de la Iglesia, en su discurso en la ceremonia de los Goya, acertó de plano al colocar a los públicos como eje de la acción cultural y del arte. Porque sin tenerlos en cuenta el arte es onanismo. Y hoy, demasiados creadores, productores y exhibidores no cuentan lo suficiente con los destinatarios de sus creaciones y de su negocio.

Pero da la impresión de que el todavía presidente de la Academia no ha sacado la conclusión completa y tiende a surfear exclusivamente por la ola internetera. Claro que los modos de consumo y de relación con el arte son diferentes desde el nacimiento de internet; claro que eso afecta esencialmente al arte reproducible, entre los que la música y el cine son los más afectados. Pero el cine no solamente se consume/disfruta a través del ordenador o la televisión. O por decirlo de otro modo: los espectadores no han dado la espalda al cine porque -Alex dixit– “están mirando la pantalla del ordenador”. A pesar de la pérdida de espectadores, las salas siguen siendo un lugar de referencia en el consumo social del cine. Son la expresión de que el cine ha sido, es y puede seguir siendo un hermoso rito social. Por eso las gentes del cine, si quieren pensar en los espectadores, han de pensar en las salas. Hoy, en España, los cines son en general la ejemplificación del maltrato y de la consideración del espectador como un sujeto al que sacarle dinero. Muy mal.

Sí, Alex, pensemos en internet, no como la salvación sino como un nuevo e importante escenario para el arte y la cultura. Pero sobre todo pensemos en los públicos, porque también internet los puede maltratar, y mucho.

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Teddy Bautista y SGAE: ¿cambios de fondo?

Hace unos días Teddy Bautista, a quien aprecio como intelectual siempre abierto a novedades, presentó algunos cambios notables en SGAE, expresados como compromisos públicos. Y ya se sabe que sobre compromisos públicos es mucho más fácil reclamar y establecer seguimientos. Menciono aquí los que en mi opinión son más relevantes por tener valor estratégico. Entre estos cambios, SGAE se compromete a nombrar a un Defensor del cliente para agilizar quejas, reclamaciones o propuestas; a informar con transparencia de los sistemas de reparto de derechos; a la aprobación de un Código de Buenas Practicas en la relación con los usuarios del repertorio, y una mayor apertura de su red ARTERIA a los socios.

En el punto octavo se compromete a reducir su presión sobre los consumidores a través de internet, y a centrar sus esfuerzos en la formación y la educación acerca de los derechos de autor. Era éste el punto más urgente, actual y necesario y el que resulta más débil del Decálogo, porque sigue sin expresar que se ha entendido a fondo que el actual modelo de relación entre el autor/creador de contenidos y el consumidor de cultura a través de la red ha dinamitado el modelo anterior. Y con ello, probablemente las formas de pago por el consumo cultural, imprescindibles para el creador, pero que hoy ya deben ser diferentes. Todo debe ser replanteado sin que nada sea sagrado, salvo el principio de que todo creador ha de ser remunerado por su trabajo, si esa es su elección. SGAE, está obligada a liderar una reflexión innovadora sobre ello, porque si no los vientos de hoy serán vendaval dentro de muy poco tiempo.

Por cierto, que en este sentido se me antoja que, una vez más, la solución encontrada in extremis por los partidos políticos para salvar la llamada Ley Sinde, es un remedio temporal, tirando a chapucero, que no va a dar respuesta a los problemas planteados por esta cuestión en España. Porque no va al fondo: Internet no debe ser abordado con miedos y políticas de represión en su papel de distribuidor de cultura, sino como un nuevo socio/herramienta que abre la cultura a la sociedad y que debe generar mecanismos específicos y diferentes de pago para los creadores. Así que volveremos con más sosiego sobre ello en los próximos días.

 

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Políticos pavos (“reales”) y Ciudad de la Cultura

Mi querido Antonio Gala dedicaba su “Tronera” del pasado viernes en El Mundo a la Ciudad de la Cultura de Santiago, tema que ha surgido también a debate en este blog. Demasiada cultura, lo titulaba con cierta sorna. Y, sin hacer sangre, comenta con humor la desmesura de las cifras, la megalomanía, el faraonismo que caracteriza este proyecto y tantos otros en nuestro país. Es muy frecuente el descontrol de la obra pública en España, sometida siempre a presiones políticas y empresariales; y más frecuente aún el descontrol en cultura, porque el concepto de cultura que han manejado y manejan nuestros responsables políticos no admite rendición de cuentas, análisis de viabilidad o estudios de rentabilidad. Para los políticos, la cultura, y más la “constructiva”, sirve para dejar su huella, para, al modo de pavos reales, mostrar “plumas”: es como la escenografía de su poder.

La Ciudad de la Cultura forma parte de otros muchos impulsos arquitectónicos en los que estás últimas décadas se ha ido redecorando el parque español de recintos culturales. No hay prácticamente ninguna ciudad mediana o grande que no haya construido teatro, auditorio, museo o complejo cultural…, sin haber elaborado estudios previos sobre su necesidad, su utilidad y, sobre todo, los costes de su mantenimiento y programación. Porque el problema principal no es la construcción –con ser importante-, el problema de fondo es definir la dedicación, el uso, los contenidos de esos nuevos espacios, el modelo de gestión, la programación y el servicio que va a ofrecer a los ciudadanos… Y con ello los presupuestos para que sean construcciones culturales vivas y no catafalcos. La propia Xunta de Galicia estima en 2,5 millones de euros anuales el coste de mantenimiento, que no incluye los costes laborales ni la programación.

Es preciso poner coto a la megalomanía en cultura –y la política de construcciones forma parte de la política cultural-, y exigir que las grandes decisiones sean tomadas con estudios de viabilidad previos y con transparencia. Así es en democracia.

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De nuevo defensa de autor. La ley Sinde

El proyecto que incluía la llamada Ley Sinde contra la piratería, no fue aprobado en su inicial tramitación parlamentaria. Bueno, en realidad no obtuvo apoyo alguno de ninguno de los grupos políticos a excepción del PSOE.

Es de sobra conocida mi opinión sobre la capacidad de la ministra para hacer frente a las enormes tareas del ministerio de Cultura, pero no es éste el lugar para volver sobre ello. Lo que me parece extraordinariamente grave es que ni siquiera tuviera negociados previamente los acuerdos parlamentarios suficientes como para sacarla adelante. Al no tenerlos era mejor, sin duda, no pasar al trámite y retrasarlo hasta que contara con los apoyos necesarios. ¿O es que lo que quería es que no fuese aprobada para echar las culpas a los que no votaron a favor ?

Los artistas y creadores ponen ahora el grito en el cielo. Sumo el mío al suyo, porque opino que quienes crean cultura y arte deben ver protegida su obra y defendido su derecho a vivir con dignidad de ella. Pero algo malo han –hemos- hecho quienes defendemos la propiedad intelectual y los derechos del autor (incluidas las sociedades de gestión), cuando la sociedad no los siente como suyos, cuando las descargas no generan mala conciencia, cuando la piratería no es tan mal vista.

Echar las culpas siempre al otro, a quien no piensa como yo, es barato e inútil. La ministra tiene mucha responsabilidad en no haber logrado en más de un año que la correlación de fuerzas se inclinara a la aprobación de la ley. Tiene una enorme responsabilidad en no haber logrado que en la sociedad calara el discurso de defensa del autor. Ahora nos toca seguir trabajando para que en nuestro país se reconozca y legisle algo tan elemental como el valor económico de la cultura y el derecho de que quienes la crean vivan y obtengan beneficios por ello. Sin criminalizar; desde la convicción.

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A propósito del Pacto por la Cultura. Es momento de programas y… de acción

El viernes, 17 de diciembre, se celebró en CaixaForum de Madrid, la conferencia estatal de los sectores profesionales y empresariales de la  cultura, , iniciativa impulsada por la Federación Estatal de Asociaciones de Gestores Culturales en la que participaron cerca de cincuenta asociaciones del sector cultural español. El objetivo central era la firma, por todas ellas, de un Pacto por la Cultura como expresión de unidad del sector ante la situación de crisis. Cuando llegué a primera hora de la tarde, los organizadores me propusieron sorpresivamente que diera públicamente mi opinión sobre el documento que servía de base para la redacción de ese Pacto, sustancialmente el mismo que resultó aprobado. Aquí va, de nuevo, resumida mi evaluación.

El documento, extraordinariamente académico, es decir, con una redacción marcadamente “política”, expresa acuerdos genéricos, de los que está expresamente ausente cualquier concreción de carácter programático. Por decirlo de otro modo, es un listado de deseos que apenas “muerden carne” en los gravísimos problemas de la Cultura en España. Un documento que muestra, sí,  la madurez de amplios sectores de la cultura en diagnosticar la situación de abandono de la Cultura por los poderes públicos.  Pero que, al mismo tiempo, señala dos carencias, dos oportunidades de relevancia estratégica y práctica que le quedan por delante al sector.

La primera: las gentes de la cultura deben  pasar de la simple enumeración de sus deseos, a la configuración de un programa de intervención, práctico en definitiva. Pasar, por ejemplo, de hablar de la necesidad de transparencia y democratización a la exigencia de implantación de contratos programa para el acceso a los cargos públicos de gestión.  Pasar de hablar de la necesidad de una nueva ley de financiación a proponer una en concreto, la que desde la cultura exigimos.

La segunda, pasar decididamente del discurso crítico políticamente correcto a la expresión física de la fuerza contenida, del desasosiego, e incluso del justo cabreo que quienes trabajamos en cultura sentimos por la actual situación de abandono e inoperancia de instituciones y partidos. Y planificar y organizar la expresión colectiva de esa fuerza, en forma de movilización si es necesario. Que lo es.

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