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Cambio y Cultura: el bien común está en juego

Lego school

Una cosa es acceder al poder, al gobierno, y otra gobernar: distintos son los discursos, los caminos y hasta los equipos humanos. Ya sé que no expreso ningún pensamiento original. Un recio refrán lo dice a la castellana manera estableciendo lo diferente que es predicar y dar trigo. La historia del cambio social, a veces revolucionario, del que tenemos abundante constancia a lo largo del pasado siglo XX, muestra esta terrible verdad: tan incontables han sido las revoluciones como los fracasos posteriores al intentar construir sociedades mejores y diferentes una vez tomado el poder. Resumen: los cambios son posibles…, y difíciles.

Viene este ex cursus a cuento de que hace unos días asistí en el Matadero a una reunión de la asamblea de Cultura de Ahora Madrid, sobre el tema de los centros culturales. Amigos que simpatizan con ese movimiento me invitaron y no me reconocería a mí mismo si no acepto la invitación de un amigo. Aunque sea a título de oyente. No dije nada porque desde hace años no estoy en ningún equipo, pero observé. Vayan estas líneas como resultado breve de lo que esa reunión me sugirió. Muy poco, por cierto, relacionado con lo allí hablado.

Que el cambio en Madrid, y en otras partes de España, era tan necesario como urgente lo muestra tanto el deseo de esos miles y miles de personas que dieron en mayo su voto a nuevas opciones políticas, como la sordera de los partidos tradicionales a un runrún que desde hace mucho tiempo anunciaba por las calles que los ciudadanos estaban ahítos de no ser escuchados, de los viejos modos; incluso de corrupción.

Pero una vez producido el cambio los nuevos regidores han de dirigir la política y los presupuestos a satisfacer las necesidades ciudadanas. En el caso de Madrid, de una ciudad de varios millones de habitantes, compleja y llena de dificultades administrativas. Y hay que saber mucho, ser muy humilde y estar dispuesto a aprender a toda velocidad…, si es que no sabes lo suficiente o el tren de la responsabilidad te ha llegado mucho antes de lo esperado. Puede ocurrir, también, que en la más ingenua ignorancia algunos de los electos creyeran que para dirigir el destino de una ciudad como Madrid bastaba saber cuatro cosas. La realidad, terrible, de las democracias capitalistas saca del ensueño de inmediato y demanda economistas consagrados, políticos no becarios, abogados expertos, comunicadores no aficionados, sabios gestores de equipos… En fin, exige voces, susurros, experiencia, negociaciones, no gritos. El bien común está en juego.

La gestión del área de Cultura en Madrid tiene delante retos enormes. Y sus nuevos responsables van a tener que apoyarse de verdad en lo que afirman que es su base filosófica: la participación democrática. Ya están tardando en convocar un Consejo Ciudadano de Cultura en el que efectivamente esté el senado cultural de esta ciudad. Un Consejo que reúna a los mejores y a quienes más saben de la cosa pública cultural. Un consejo con capacidad de proponer medidas estratégicas, reflexiones, líneas de acción. Un consejo que supervise y dé voz.

Los dirigentes municipales de Cultura tienen la obligación, ahora que sus dedos saben qué es eso del poder, de redefinir sus objetivos y su programa, porque todos -tirios y troyanos- sabemos que el que emplearon para ganar sus votos, no podrán aplicarlo ni en toda su extensión ni en el ritmo soñado. Pero sería nefasto que algunas de las cosas prometidas no se cumplieran. Propongo, además de la creación del Consejo Ciudadano de Cultura, algunas otras medidas urgentes:

La primera, definir los objetivos, presupuestos y recursos, incluidos los de personal, para los grandes contenedores culturales de la ciudad dependientes del Ayuntamiento: Conde Duque, Matadero, Fernán Gómez, Español, festivales… Probablemente para ello habrán de separar responsabilidades de gestión y desconcentrando poder, lo que no quiere decir que no respondan a una sola política cultural. En este apartado es imprescindible sacarle el máximo partido a la empresa municipal Madrid Destino, una herramienta de gestión profesional que debe servir -probablemente después de revisar su actual estructura y misión- para facilitar la aplicación concreta de la política municipal.

La segunda, fijar los nuevos criterios de acceso a los cargos de responsabilidad de todos los centros culturales municipales –centrales y distritales- en base a normas basadas en el contrato programa, es decir, en que su elección sea por concurso, transparente, y previa presentación pública de un programa de acción –enmarcado en la política municipal- de cuyo compromiso se hace responsable formalmente y por contrato quien lo obtenga.

La tercera, fijar nuevas normas de licitación para los contratos de gestión de los servicios culturales municipales que atienda a criterios de política cultural y no de economía de costes, y fije su objetivo en la satisfacción ciudadana del servicio cultural. Unos pliegos de licitación que desglosen y diferencien las partidas técnicas, de gestión, de comunicación…, de las de programación y contratación, que garanticen que todos los participantes cobren con dignidad; que fijen límites concretos al beneficio económico de la empresa que gane la licitación; que la decisión se tome en acto público y previa presentación y defensa de las diversas propuestas; que la ejecución sea justificada posteriormente factura a factura ante el ayuntamiento; unos pliegos que prohíban taxativamente la subcontratación…

La cuarta, convertir los centros culturales de proximidad en centros de irradiación cultural y de participación artística de las fuerzas creativas de cada barrio y de los ciudadanos que lo deseen. Las residencias artísticas, la apertura de los centros a los vecinos para su utilización y para que participen en la programación, la creación de consejos de barrio que trasladen opiniones y propuestas… han de formar parte fundamental del nuevo modelo de gestión.

En fin, son muchas las iniciativas y medidas que es preciso poner en pie urgentemente en este periodo transitorio. Más allá de debates hoy es prioritario dar pasos en la dirección de acercar la cultura y el arte a los ciudadanos, y hacer más democrático y transformador ese contacto. El bien común cultural.

En mi opinión no es tan urgente hacer muchas cosas nuevas, como hacer bien las que están en marcha y ponerlas al servicio de los ciudadanos, introduciendo pequeñas cuñas que hagan de semilla de futuro.

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Menos de un año ya, para las elecciones, y en Cultura nada que esperar hasta entonces. (Un post gimnástico)

esperarMás de un mes sin escribir en el blog es mucho tiempo. En realidad el periodo más largo que lo abandono desde que lo inicié hace casi cinco años. Me pregunto la razón, y además de haber tenido en elmuro el trimestre más activo que recuerdo en toda su existencia, con numerosos eventos, producción artística y gestión de Madrid Activa entre otras cosas, me respondo que en realidad se debe a la atonía general de la Cultura en nuestro país. A que la realidad estimula bien poco, la verdad. Más allá de las rutinas, entre las que casi se encuentran los dignos repudios a algunos premios nacionales del ramo (Savall, el de Música, Colita, el de Fotografía), aquí no pasa nada. En realidad, a casi un año de las elecciones generales, podemos dar por finiquitada la legislatura sin que en el horizonte aparezca una novedad ilusionante desde la política. Ya ni siquiera el entierro del cadáver político que es Wert –es decir, su cese o dimisión- serviría para algo más que acortar la estancia en el poder del peor ministro de Cultura de la democracia.

Ni un paso atrás en la brutal medida impositiva del 21% a la Cultura que, efectivamente, ha supuesto un terrible golpe a un sector sensible y que debiera ser tratado con mimo por lo que supone de principal reservorio de alimento espiritual para la ciudadanía. Ni un paso adelante en la elaboración y aprobación de la ley de patrocinio. Y con dos ejemplos basta para ilustrar la nadería de este ministro y su equipo.

Tal vez el mayor aprendizaje de estos años pasados, y no solamente de los tres últimos, es que la solución de los problemas que afectan a los ciudadanos –pues la Cultura no es solo cosa de quienes la crean o la producen, sino de sus destinatarios-, es que son los ciudadanos y el propio sector cultural, quienes deben asumir la tarea de exigir, combatir, pelear frente a quienes consideran la cultura un lujo innecesario.

Bueno, que para retomar el blog después de unos días de parón, ya está bien, no sea que vaya a coger agujetas en los dedos del cerebro. Mañana más. O pasado.

 

Post Scriptum

Acaba el año, y para todos es tiempo de balances y de pensamientos futuros; para quienes trabajamos en elmuro, además, es tiempo de manualidades y de preparación del Kit de Supervivencia, que es nuestra manera de dar al mundo nuestro grito bueno. Pronto lo pondremos a disposición de nuestros amigos.

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Conferencia de Marketing de las Artes 2015: grandes ideas como palanca

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La IV Conferencia de Marketing de las Artes, organizada por ASIMETRICA, ha terminado envuelta en la satisfacción de los muchos asistentes.

Récord de participación, con cerca de 240 personas inscritas, y de orígenes, con una amplia presencia del contingente latinoamericano, los resultados en cuanto a contenidos son para que organizadores y asistentes estén enormemente contentos.

No me detendré en citar todos los nombres de ponentes, porque la información está en la web de la Conferencia y porque sus intervencones estarán colgadas en apenas unos días, pero sí me interesa resaltar algunas de las cuestiones de fondo que se plantearon. Porque un foro de este tipo, que congrega a cuantos mediamos en cultura desde la perspectiva del marketing, y en particular del desarrollo de audiencias, lo primero que debe tener en sus resultados es relevancia neta de contenidos: luz para el camino. Aquí van algunas de sus ideas fuerza.

En este inevitable balance parcial y subjetivo, la primera idea presente que yo resaltaría es la de que la programación, los contenidos en sí mismos, son ejes neurálgicos para la generación de demanda y el crecimiento de las audiencias. Y que los contenidos artísticos piden cada vez más originalidad, misturas y mestizajes en formas, formatos contenidos y espacios. Es una idea que defendió con entusiasmo Alan Brown, junto a otra de no menor calado: la de que frente a la segmentación clásica –edades, orígenes, distintas artes…- hay que desarrollar y atender las comunidades de gustos, taste comunities, mucho más útiles, ricas y entroncables con la programación.

Lorena Álvarez, una chilena que lidera el Festival Cielos del infinito en la Patagonia, trasladó a los asistentes, más que una idea, un principio, un valor: Allí, a lo lejos, al igual que están lejos de los centros de poder la inmensa mayoría de los proyectos culturales, es posible hacer casi cualquier cosa, casi en cualquier lugar. Y lo demás son excusas. Este pensamiento constatado en su práctica, es de una enorme fuerza originaria, frente a aquel otro que hace depender los resultados siempre de circunstancias favorables.

Constaté, también, que seguimos con fuertes problemas terminológicos y que nos cuesta encontrar un lenguaje común, probablemente porque los significados diferentes reflejan diversas formas de pensar y de sentir. Un ejemplo lo constituyen la palabra vender, o la expresión construir audiencias. Ambas expresan una posición de privilegio de quien las enuncia y un concepto de marketing unidireccional en el que el otro siempre es destinatario y pocas veces emisor. Hasta sus datos se buscan para mejorar la propia posición. El concepto de marketing que ha de prevalecer, y que es el que ha de diferenciar el marketing cultural frente al tradicional, ha de basarse en el concepto de socio, y en la construcción de puentes y de espacios compartidos en los que públicos, medios, financiadores…, sientan como suyos los proyectos.

Otro concepto novedoso nos vino dado por Raúl Ramos, que en representación de ASIMETRICA, explicó los entresijos de un nuevo modo de entender el efecto individual que tiene el arte en las personas. Al presentar Intrinsic Impact, un programa generado por la empresa norteamericana Wolfbrown, y que Asimétrica lidera en su extensión a España, los presentes tuvimos plena conciencia de que junto a la medición colectiva y en estrictos términos numéricos y económicos, es ya imprescindible poseer una herramienta que nos permita saber también el efecto concreto que el arte tiene en las personas, individualmente. Somos muchos los que defendemos y creemos que el arte y la cultura mejoran la vida de las personas, pero si ese discurso no se apoya en constataciones prácticas, no dejará de ser un mensaje bienintencionado, de escasa utilidad para la gestión.

La Conferencia ha sido muy beneficiosa al aportar herramientas y prácticas que los asistentes pueden aplicar de vuelta a sus tareas cotidianas. Pero también ha sido extraordinariamente importante al remover los pensamientos de los que mediamos entre los creadores y los ciudadanos, que eso es a fin de cuentas lo que somos quienes trabajamos en la gestión cultural desde el marketing.

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Centro Dramático Nacional. Bueno, nacional pero no mucho

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Algo tiene el poder cuando logra cambiar el discurso y la práctica de quienes acceden a él. Leo el catálogo con la programación del Centro Dramático Nacional y además de frotarme los ojos ante el sorprendente significado que encierra, pienso en que la cultura no es un territorio diferenciado y que quienes acceden al poder cultural se comportan igual que quienes acceden a cualquier poder. Sobre todo si no responden ante los ciudadanos, sino ante quienes les han nombrado.

Al bollo. El CDN, según reza su web, tiene la tarea de difundir y consolidar las distintas tendencias de la dramaturgia contemporánea, con especial atención a la española. Siento que lo que voy a decir ya lo he dicho antes y recordarlo me produce una cierta melancolía. Y siento que con este post no voy a ganar precisamente amigos en el poder, qué más da. “Pues amarga la verdad quiero echarla de la boca, y si al alma su hiel toca esconderla es necedad.” Sabio Quevedo.

Esta temporada (a la espera de lo que ocurra con el programa “Escritos en la escena”), hay 21 obras programadas, 7 en el María Guerrero y 3 en la Sala de la Princesa; y 6 en la sala grande del Valle Inclán y 5 en la Sala Francisco Nieva. De esas obras, 10 pertenecen a autores españoles, dos de ellos fallecidos. Y salvo Ramón Fontseré, Francisco Nieva y la pareja Marc Motserrat e Ignacio García May, el resto verán sus obras en las salas menores, de la Princesa y Francisco Nieva.

Las salas grandes, María Guerrero y Valle Inclán, quedan reservadas para quienes lo necesitan realmente: Homero, Shakespeare, Goethe, Potocki, Ionesco, Ibsen, Marivaux, Pollesch… Como puede verse una programación nítidamente al servicio de consolidar la dramaturgia española contemporánea.

Entre los autores teatrales, la mitad fallecidos mucho tiempo ha, tan solo hay tres mujeres, tres, una de ellas Petra Martínez, en compañía de su buen Juan Margallo, y solamente una joven autora española, Carolina Román. La canadiense Vickie Gendreau, la tercera mujer, es la única que pisará la sala grande… durante cuatro días, no sea que los espectadores vayan a pensar que sí, que hay mujeres que escriben bien. Y no es una cuestión de género y corrección política, que me repatea, es una cuestión de mirada, de enfoque, que gracias a los cielos es diferente en ellos y ellas. Y la mirada al mundo de las dramaturgas, queda circunscrita a un ínfimo 10% de días programados. No voy a emplear ninguna frase de humor cínico con este tema.

De los 128 días programados en la sala grande del María Guerrero, 84 lo ocuparán autores no españoles, el doble que nuestros dramaturgos. De los 100 que está programada la sala Valle Inclán, 50 son extranjeros. ¿Cómo va a desarrollarse la dramaturgia española contemporánea con menos de la mitad de los esfuerzos que el CDN dedica a autores consagrados y traducidos? ¿Qué concepto de sembrar futuro es ese que reduce a los nuevos autores a las salas pequeñas?

En fin, sobran los comentarios, sobran las rutinas y los caminos trillados, falta valor para programar a nuevos autores, a nuevos directores, y falta conquistar a nuevos públicos con ello. Un cierto aroma a catafalco dramático nacional (e internacional): Así es (si así os parece), Pirandello dixit.

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Conferencia de Marketing de Las Artes: buen menú señooooor!!!

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Como cada otoño, desde hace cuatro años, la Conferencia de Marketing de Las Artes se acerca con un excelente menú. El título de este año es toda una sugeridora declaración de intenciones: “¿No nos hemos visto antes?”. La Conferencia ofrece reflexiones, respuestas y buenas prácticas a la pregunta: ¿qué hacemos antes, durante y después de la experiencia artística por implicar al público?

Asimétrica, esa empresa promovida por Raúl Ramos y por mí mismo, busca cada año los invitados más potentes, las experiencias más iluminadoras, los temas que más preocupan a cuantos nos dedicamos a la tarea de hacer del arte y la cultura algo cotidiano y útil en la vida de las personas.

El conjunto de ponencias configura un programa internacional y nacional de referencia indispensable: el fomento de la demanda de las artes en entornos difíciles, la atención a los públicos jóvenes, el CRM, el papel de los museos en la felicidad de las personas, la lealtad a través de programas de socios efectivos…, son algunos de los temas que abordarán expertos y expertas de Estados Unidos, Chile, Reino Unido y España. Y por ámbitos de acción: museos, festivales, teatros, orquestas, y empresas culturales de avanzadilla que aportan futuro y luz al sector. Por destacar algo entre la docena larga de expertos, yo sugeriría no perderse al californiano Alan Brown, de Wolfbrown, con cuya empresa, por otro lado, ASIMETRICA ha alcanzado un acuerdo estratégico para difundir en España un sistema de conocimiento y evaluación de cómo y cuánto influyen las artes en la vida concreta de los ciudadanos; ni a Erika Nielson, de la compañía teatral Steppenwolf, de Chicago, que lanzó un exitoso programa de socios para gentes de entre 21 y 30 años; ni a Lorena Álvarez que contará de su Festival de Artes Cielos del Infinito en la Patagonia chilena.

Formando ya parte del ADN de la Conferencia se mantienen las secciones de “Experiencias destacadas”, con la presencia entre otros de Carlota Álvarez Basso, de Matadero de Madrid, y Pepe Zapata, del Mercat de las Flors; y la sección de “El marketing de las Artes desde otros marketing”, con Asier Pérez, de Funky Projects y Víctor Flores, de Red Bull. Una nueva sección, “Proyecta y suma” dará espacio y voz en la Conferencia a proyectos innovadores sobre desarrollo de audiencias.

Y agitando incansable la Conferencia, Raúl Ramos, que busca por los rincones del mundo y los acerca aquí, modos y modelos de cómo hacer las cosas mejor para acercar más y más ciudadanos al arte.

Quienes hacemos de las artes y la cultura nuestra tarea y ocupación cotidiana tenemos una cita los próximos 20 y 21 de octubre en Madrid, en el coqueto Museo Lázaro Galdiano. Ese anual encuentro que sirve para refrescar objetivos, ayudar a la sostenibilidad de las organizaciones, compartir experiencias, ilusionar en nuevos retos… ¿Nos vemos allí?

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Javier Ortiz de York

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Hace unos días se cerró El Sol de York, ese coqueto teatro que impulsado por altas pasiones artísticas, se había hecho un hueco de lujo en el panorama teatral de Madrid. El alma mater había sido durante largos meses Javier Ortiz, navarro profesional que encabezó el proyecto de abrir, llenar de contenidos buenos y defender ese nuevo espacio escénico en el corazón de Chamberí. Todos cuantos amamos el arte y lo entendemos como herramienta de cambio –propio y ajeno-, tenemos una deuda con él y con cuantos apoyaron ese proyecto y lo hicieron vivir.

Ahora siento emociones y pensamientos contradictorios: emociones del que siente e incluso admira; pensamientos de quien analiza. Porque no quisiera decir solamente aquello que salta a la vista, lo positivo, sino que quisiera aprender, extraer enseñanzas también de esta aventura, tan bellamente insolente hacia los malos tiempos en que le ha tocado desempeñarse.

La gestión de El Sol de York ha sido en muchos aspectos ejemplar. Por su responsabilidad y compromiso con las compañías y artistas que representaron sus obras en ese teatro a las que siempre abonaba sus ingresos con la máxima justicia; por el modelo de programación artística, siempre a la búsqueda de la máxima calidad y del máximo aprovechamiento; por la relevante atención a los públicos, eje de su gestión; por el hecho mismo de haber logrado abrir una nueva ventana en Madrid al buen teatro y a muchos creadores que lo necesitaban; por su capacidad de acoger a cuantos necesitaban calor. Una gestión que caminaba en los hombros de la pasión.

El análisis, en todo caso, no debe eludir entrar en las debilidades del proyecto, esas que en parte explican el cierre. Si El Sol de York ha sido un ejemplo de gestión, entonces probablemente habremos de convenir que ha fallado el modelo empresarial que la soportaba. Un modelo en el que se apostaba por una fuerte implicación de la propiedad del inmueble y que sin embargo, durante todo el tiempo en que la sala estuvo abierta, no dio pasos en su compromiso concreto. La pasión, e incluso el éxito, tan cercano en muchos momentos, no podía obviar que todo proyecto artístico, hoy, es un proyecto empresarial y que tener cerrado el alquiler en contrato adecuado es absolutamente esencial para planificar a medio y largo plazo. Como lo es, también, disponer de socios o/y patrocinadores que cubran los flancos débiles. Sé que ambas cuestiones formaban parte de las preocupaciones clave de El Sol de York.

La legislación debería favorecer que los propietarios de locales dedicados al arte no sufrieran castigo por ello. Incentivos fiscales, ayudas a la rehabilitación, créditos especiales…, son algunas de las medidas que los propietarios necesitan para no sentirse tentados por dedicaciones más rentables. Como debiera recoger privilegiadamente la futura ley de financiación de la Cultura, el apoyo financiero a este tipo de expresiones y proyectos. Entre tanto, solamente queda acomodar los proyectos a la realidad en que han de sobrevivir y crecer.

En cuanto a Javier Ortiz de York, estoy seguro de que está preparando un nuevo lío guapo al que servir fielmente. Con la intensidad, la dedicación y el buen hacer con que sabe hacerlo. Muchos estamos dispuestos a estar a su lado en lo que necesite.

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El 21% de nada

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La decisión del Gobierno de aplicar un impuesto del 21 % a la producción y consumo de arte y cultura supuso y supone gravísimos problemas, cierto.

En el cine y en las artes escénicas en concreto, el incremento -brutal: del 8 al 21%- no ha repercutido apenas en los ciudadanos afectos al arte porque las empresas y compañías y los artistas han reducido sus márgenes para que los precios al público no subieran. Pero aún así, ha tenido tres consecuencias, entre otras, extraordinariamente graves.

La primera, la precarización del empleo cultural, que en estos momentos en no pocas producciones artísticas colectivas roza los límites de la dignidad, e incumple la legalidad. La segunda, la caída de muchos parámetros de calidad global de las producciones artísticas, que con la bajada de ingresos y de ayudas públicas reducen sus perfiles artísticos y de puesta en escena, el número de participantes en cada producción e incluso, urgidos por el éxito, buscan el camino fácil a través de producciones sin el menor riesgo en contenidos. En este segundo ámbito de consecuencias habremos de incluir, también (aunque este tema se merece un post específico) el caso del microteatro, que alabado por muchos de los laminadores de la cultura, precariza de oficio a los profesionales y muestra a muchos espectadores una faz tremendamente limitada del teatro. Y, en tercer lugar, la consecuencia más negativa ha sido la de desanimar a los públicos a acudir a los espectáculos en vivo, machacados comunicativamente por un análisis unilateral y chato de la subida de impuestos. En esta última consecuencia, el propio universo cultural tiene parte de la culpa al hablar constantemente, incluso cuando y donde no debe, de lo pernicioso del nuevo impuesto del 21%. El mensaje –falso por otro lado- de que la cultura se encarece, contribuye notablemente a que los públicos perciban esta expresión cultural como inasequible.

El 21% ha sido un trapero navajazo para la cultura y para los ciudadanos, a quienes desde el gobierno se transmite que la cultura es un bien casi de lujo. Pero desde el mundo del arte y de la producción cultural debemos buscar caminos propios que garanticen nuestra supervivencia y la del arte como expresión transformadora del ser humano, al margen y/o por encima de cualquier táctica del poder por destruirla. Incluso por encima del 21%.

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Las ventanas abiertas son para que entre el aire

ventanaabierta

Escribo este post a riesgo de que a algunos amigos, y al mismo tiempo candidatos a directores del teatro Español, no les guste demasiado.

Creo que la convocatoria pública para cubrir el puesto, y el nombramiento de una comisión de “notables” (en algún caso, de sobresaliente) para acotar la decisión, son líneas orientadas a una mayor transparencia y democracia en la elección de los responsables de instituciones culturales públicas. Es como una pequeña ventana abierta. Una ventana abierta que debe aprovecharse para que entre el aire fresco y se renueve la atmósfera de la estancia.

A mi modo de ver, la ventana abierta debe servir, también y esencialmente, para renovar las formas y los modelos de gestión de los teatros públicos, e incluso los perfiles profesionales de quienes asumen esa gran tarea. Por eso es más probable que en esa lista de candidatos -27 nada menos- encontremos la idoneidad en nuevos nombres, en gentes tal vez con menos recorrido y experiencia, pero sin duda con entusiasmo, perfiles con más matices, nuevas ideas y futuro.

En mi anterior post hablaba de las condiciones que a mi modo de ver debe atesorar un gestor cultural público que aspire a dirigir el Español, entre las que su capacidad como directores de escena no es la más importante. Insisto en que se trata de buscar a quien mejor sea capaz de dirigir equipos, mover creatividades de otros, definir proyectos artísticos de largo recorrido, captar recursos económicos, poner el teatro en el mapa europeo, emplear el marketing y el desarrollo de audiencias como una herramienta esencial para conectar con los ciudadanos… Soy de la opinión de que lo más idóneo es nombrar un equipo de dirección en el que todas esas habilidades estén representadas, dos o tres personas bastarían. Se evitaría así la tendencia, al parecer acendrada en nuestros artistas, de convertirse en protagonistas.

Pero lo que tengo todavía más claro es que el mejor de los nombramientos es el que, además de servir a la política cultural marcada por las instituciones públicas, garantice aires nuevos en el Teatro Español, gente capaz de conectar con los nuevos talentos escénicos, responsables preocupados por atraer y dinamizar nuevos públicos, gentes que vivan y entiendan el teatro como una herramienta artística de transformación y enriquecimiento social.

No se trata de arriesgar; se trata de optar por modelos ya hechos con dudoso éxito o crear nuevos; se trata de elegir entre el futuro y el pasado, entre quienes prefieren compromisos con el poder y quienes los prefieren con el arte y con los ciudadanos.

Programar, llenar de contenidos las salas disponibles no es difícil. Lo verdaderamente relevante es construir un nuevo modelo de gestión del Teatro Español democrático, abierto, orientado a los públicos, que busque el mejor y más sostenible de los caminos para convertirlo en un centro de creación y de encuentro con la sociedad. Un modelo que huya del coto privado como de la peste.

Por eso, entre los muchos candidatos, grandes artistas, hay que privilegiar no tanto a quienes sabemos perfectamente de dónde vienen, sino a quienes tienen plano para ese nuevo viaje. ¡Ah, Ítaca!

 

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¿Hacen dumping los teatros públicos? Es otro el problema.

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Las entradas de los teatros públicos –y por extensión las de casi todos los servicios culturales públicos- están muy por debajo del coste de producción de lo que se exhibe en ellos. Ayer mismo, en la remozada y amable cafetería de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, hablaba de este tema con Luis Lamadrid, amigo de alma audiovisual. Él piensa que el precio de un bien debe, en general, estar en relación con lo que cuesta producirlo. Otros profesionales admiten que todos los teatros –públicos y privados- forman parte de lo que podríamos llamar servicio cultural (un derecho ciudadadano), pero se quejan de que los precios de los espacios institucionales hacen competencia a los espectáculos privados, que tienen precios más elevados porque han de ser sostenidos por el dinero de los espectadores.

Yo le decía que los precios de los servicios públicos forman parte de la política cultural. Favorecer el acceso del máximo número de ciudadanos a la cultura impone que el precio no sea un obstáculo disuasorio; no ocurre lo mismo con las entradas de los espectáculos privados, sometidos en su supervivencia al escrutinio de los espectadores.

De ahí pasamos a hablar de otras cosas, en mi opinión más operativas y en las que hay que introducir cambios de urgencia. Le decía que con los precios de las entradas sí que se pueden hacer cosas interesantes. ¿Por qué las entradas de un teatro valen lo mismo sea cual sea el espectáculo para las que se venden? ¿Por qué un monólogo cuesta lo mismo que una gran producción? Y más allá, ¿por qué la butaca de la fila 23, mala a rabiar, vale lo mismo que la de la fila 6, esa que se reserva a los críticos en el estreno? Y referido a los teatros públicos, ¿por qué es tan extraordinariamente elevado el numero de personas que no pagan ni siquiera los precios políticos de las entradas y entran convidados?

En estas preguntas se mezclan varias cuestiones, claro. Algunas tienen que ver con la herrumbre conceptual que defiende que todo lo público ha de ser gratis porque es de todos (que en España significa que no es de nadie), muy presente todavía en nuestros gestores, sean de la orientación política que sean. Otras, tiene que ver con la simple molicie: sabemos que plantearse los problemas es la única manera de solucionarlos, pero es más cómodo seguir montados en el burro aunque no sepamos hacia donde se dirige.

Hacer desaparecer las invitaciones, transformando la política de regalar con pólvora del Rey por entradas de bajo coste, o por la creación de un carnet con descuentos para profesionales de gran consumo cultural; introducir criterios más racionales y proporcionales en los precios de las butacas relacionados con los costes de producción, la visibilidad o la comodidad; diferenciar –y visualizarlo para los compradores- el precio en dos tramos, uno correspondiente a los costes fijos de explotación y otro correspondiente al coste del espectáculo y al beneficio…, son algunas de las iniciativas que creo que irían en la buena dirección. Más transparencia, también, en el precio.

Son medidas que apuntan en definitiva a la imprescindible labor pedagógica que hay que realizar con los espectadores y el público escénico, al que hay que hacer cada vez más participe, más conocedor, de los entresijos de la creación artística, de la que cuanto hablamos forma parte. Sin duda, serán mejores espectadores, mejores ciudadanos.

 

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Dadle poder a los soviets… artísticos

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En tiempos difíciles, la existencia de organizaciones que atesoran la capacidad de innovar y hacen de ella y de la creatividad a contracorriente su seña de identidad, es un lujo del que el sector cultural no debe ni puede prescindir. Creatividad artística, creatividad organizacional, creatividad en las relaciones con el público. Investigación y Desarrollo.

Pequeños museos que investigan y aplican fórmulas de relación novedosas con sus usuarios, y cómo presentar sus contenidos con fórmulas renovadas, diversas, enriquecedoras para su público; pequeñas organizaciones artísticas que buscan y rebuscan en sus propias habilidades y en las necesidades sociales para encontrar ese nicho que genere valor y satisfaga a sus clientes; salas de teatro “alternativas” que producen contra viento y marea nuevas puestas en escena y, además de levantar la mirada de sus públicos hacia el horizonte, establecen con ellos una relación más democrática, proponiéndoles un papel co-protagonista. Son algunos ejemplos. Me detengo en el último, que conozco mejor.

¿Qué aportan a la renovación escénica y a la de las organizaciones y sus métodos la Cuarta Pared, El Sol de York, Guindalera, Tribueñe, Kubik, Teatro del Barrio, La Casa de la Portera…, y tantas otras? Veamos algunas contribuciones:

Primera, la incorporación misma a su estrategia de esa tarea de I+D, que consiste en buscar en los límites lejanos el propio perfil, el modelo más sostenible de relación con su público y con sus financiadores, la fórmula más eficiente de gestionar la creación en tiempos duros. La estrategia no puede ser ya simplemente mostrar y exhibir resultados artísticos. La estrategia es ser diferente en los procesos y original, genuino, en los resultados. Y ellas lo persiguen.

En segundo lugar, aportan un nuevo modelo de relaciones con su público y con el entorno. Las organizaciones pequeñas están descubriendo nuevos caminos, elegidos, definidos y construidos por ellas mismas, y alejados de la sombra de los poderes públicos que hasta ahora los sostenían y tutorizaban. Los ejemplos de Kubik, de Guindalera, de Cuarta Pared, tanto por las políticas de lealtad que refuerzan su supervivencia a través de sus socios y amigos, como por su anclaje en un territorio –el barrio- que actúa de ecosistema bueno y favorecedor de viabilidades.

Y en tercer lugar, son auténticos laboratorios de creación que permiten a otras compañías y asumen las mismas titulares de la sala, riesgos impensables en otros espacios más volcados a la seguridad de lo conocido y cien veces recorrido. ¿Cómo crecer y explorar en textos, propuestas dramatúrgicas, lenguajes escénicos, si no es en esas salas?

Los actuales centros dramáticos públicos han traicionado conscientemente su tarea de ser guardianes de la innovación, porque sus exigentes directores políticos les conminan a que sus propuestas, su programación, sean rentables económicamente.

Asumido por ello que los poderes políticos abandonan la preocupación por ser rentables social y culturalmente, queda a los pequeños espacios acoger los procesos creativos que iluminen futuros otros.

Tan solo queda, además, reclamar un estatuto legal, económico, laboral e impositivo diferente, flexible y beneficioso para estas salas –y para quienes trabajan y/o exhiben en ellas- que les permitan seguir constituidos en referente de la renovación y la innovación. En referente de mañana.

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