Las ventanas abiertas son para que entre el aire

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Escribo este post a riesgo de que a algunos amigos, y al mismo tiempo candidatos a directores del teatro Español, no les guste demasiado.

Creo que la convocatoria pública para cubrir el puesto, y el nombramiento de una comisión de “notables” (en algún caso, de sobresaliente) para acotar la decisión, son líneas orientadas a una mayor transparencia y democracia en la elección de los responsables de instituciones culturales públicas. Es como una pequeña ventana abierta. Una ventana abierta que debe aprovecharse para que entre el aire fresco y se renueve la atmósfera de la estancia.

A mi modo de ver, la ventana abierta debe servir, también y esencialmente, para renovar las formas y los modelos de gestión de los teatros públicos, e incluso los perfiles profesionales de quienes asumen esa gran tarea. Por eso es más probable que en esa lista de candidatos -27 nada menos- encontremos la idoneidad en nuevos nombres, en gentes tal vez con menos recorrido y experiencia, pero sin duda con entusiasmo, perfiles con más matices, nuevas ideas y futuro.

En mi anterior post hablaba de las condiciones que a mi modo de ver debe atesorar un gestor cultural público que aspire a dirigir el Español, entre las que su capacidad como directores de escena no es la más importante. Insisto en que se trata de buscar a quien mejor sea capaz de dirigir equipos, mover creatividades de otros, definir proyectos artísticos de largo recorrido, captar recursos económicos, poner el teatro en el mapa europeo, emplear el marketing y el desarrollo de audiencias como una herramienta esencial para conectar con los ciudadanos… Soy de la opinión de que lo más idóneo es nombrar un equipo de dirección en el que todas esas habilidades estén representadas, dos o tres personas bastarían. Se evitaría así la tendencia, al parecer acendrada en nuestros artistas, de convertirse en protagonistas.

Pero lo que tengo todavía más claro es que el mejor de los nombramientos es el que, además de servir a la política cultural marcada por las instituciones públicas, garantice aires nuevos en el Teatro Español, gente capaz de conectar con los nuevos talentos escénicos, responsables preocupados por atraer y dinamizar nuevos públicos, gentes que vivan y entiendan el teatro como una herramienta artística de transformación y enriquecimiento social.

No se trata de arriesgar; se trata de optar por modelos ya hechos con dudoso éxito o crear nuevos; se trata de elegir entre el futuro y el pasado, entre quienes prefieren compromisos con el poder y quienes los prefieren con el arte y con los ciudadanos.

Programar, llenar de contenidos las salas disponibles no es difícil. Lo verdaderamente relevante es construir un nuevo modelo de gestión del Teatro Español democrático, abierto, orientado a los públicos, que busque el mejor y más sostenible de los caminos para convertirlo en un centro de creación y de encuentro con la sociedad. Un modelo que huya del coto privado como de la peste.

Por eso, entre los muchos candidatos, grandes artistas, hay que privilegiar no tanto a quienes sabemos perfectamente de dónde vienen, sino a quienes tienen plano para ese nuevo viaje. ¡Ah, Ítaca!

 

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Nueva directora de los teatros municipales madrileños (o director). Me gustaría…

teatro

El proceso de selección del nuevo director del teatro Español -o directora- y los otros espacios escénicos municipales, está en plena efervescencia. Por supuesto espero, y espero que seamos muchos los que lo esperemos, que el proceso sea absolutamente transparente. La verdad es que me encantaría estar presente en la fase de selección: un ciudadano interesado en la cultura que acude a ver cómo se eligen a sus responsables. Me gustaría asistir a la presentación de los programas y propuestas de gestión de los candidatos y comprobar en ellas algunas de sus cualidades (de los candidatos). Me sorprendería gratamente poder acceder a los diversos proyectos presentados y pocas cosas me gustarían más que hacerles preguntas para aclarar las dudas que tuviera sobre sus propuestas.

Creo que es de tal calibre el déficit de transparencia en la selección y nombramiento de los cargos de designación, que cualquier avance en la dirección esbozada es de agradecer. Y avance es que la comisión que evalúa los proyectos y los candidatos sea conocida y prestigiosa. Sin duda tras ello se encuentra la decisión de Pedro Corral.

También me hubiera gustado que el perfil solicitado por el ayuntamiento como nuevo regidor de los espacios teatrales municipales fuera menos artístico y más de gestión. Creo que el modelo de designar artistas como responsables de teatros públicos está agotado y que necesitamos gestores que manejen con soltura las claves de la estrategia, de la dirección de equipos, del marketing y de la captación de fondos. Un “triunvirato” o, al menos, una dirección compartida con diferentes perfiles, pienso que garantiza mucho mejor la mejor dirección, y debilita la tendencia al personalismo.

Pero, además, hay otras claves decisivas para que la elección no solo sea adecuada en lo personal, sino efectiva en relación a la política cultural.

Lo primero es señalar con la máxima precisión los objetivos que el Ayuntamiento quiere cubrir con sus teatros. La acción del futuro o futura directora del teatro Español y demás espacios no debe ser cual la del propietario de una finca en la que puede tomar decisiones a su gusto; simplemente porque no es el propietario. Tampoco lo es el ayuntamiento. Son los ciudadanos los dueños y señores de los espacios municipales y cualquier gestor debe servir a unos principios de acción de política cultural conocidos y democráticos.

Lo segundo es que el programa de compromisos y de gestión seleccionado, enmarcado en las políticas y objetivos culturales conocidos, junto a los presupuestos que le son destinados, han de conformar un contrato público que el responsable y el ayuntamiento se comprometen a cumplir. Ese contrato deberá incorporar una cláusula de rescisión para el caso de que los objetivos no se cumplan o la gestión no se ajuste a lo comprometido.

En cualquier caso, le deseo un enorme éxito a quien resulte designado. ¡Son tan enormes las tareas y tan grandes las necesidades!

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Darío Barrio. Lo siento. Tanto.

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Cuesta creer que Darío Barrio haya muerto. No por no merodear los más altos riesgos, cosa que hacía constantemente, como una necesidad que brotaba de los más profundos adentros. Cuesta creerlo porque Darío estaba tan vivo que parecía inmune a los ataques, casi superman.

Conocido a través de compañeros de viaje comunes, desde el primer momento conectamos y nos guiñamos el ojo. Me gustaba frecuentar Dassa Bassa, esa gruta gastronómica de la calle Villalar vecina a la embajada francesa, amable y acogedora, a la que a tantos amigos he llevado a comer, y siempre con Darío amenizando las sobremesas con su último viaje, su último salto, su última aventura.

Juntos hicimos una locura haciendo monte, para él menor: bajar la Pedriza corriendo en grupo, por nada, por hacerlo distinto, por ver si ganábamos a la adrenalina. Si alguno de nosotros se hubiera caído el golpe hubiera tenido muy mala gestión, pero él tenía la enorme capacidad de hacer olvidar las preguntas que en otros se transforman en frenos. Y, hala, a tumba abierta, con algo más para contar a los nietos.

Él, hombre alegre por naturaleza, negociaba el bien con su conciencia sin prejuicio alguno, y así, le pedimos unas notas sobre Caídos del Cielo, la obra de Paloma Pedrero sobre los “sin hogar”, cuando se editó en la colección El Teatro Puede de la Fundación Coca-Cola. Sus palabras acompañaban y acompañan la contraportada de aquel grito teatral que buscaba dar algo de cobijo a quienes lo necesitan.

Fui a verle hace un mes al restaurante donde iba a tener lugar la reunión del jurado madrileño de los Premios Buero de Teatro Joven, por verle, por darle un abrazo, que hacía unos meses que no nos veíamos. No vino ese día porque andaba, volaba, por alguna cumbre.

Lo siento. Tanto.

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¿Hacen dumping los teatros públicos? Es otro el problema.

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Las entradas de los teatros públicos –y por extensión las de casi todos los servicios culturales públicos- están muy por debajo del coste de producción de lo que se exhibe en ellos. Ayer mismo, en la remozada y amable cafetería de la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, hablaba de este tema con Luis Lamadrid, amigo de alma audiovisual. Él piensa que el precio de un bien debe, en general, estar en relación con lo que cuesta producirlo. Otros profesionales admiten que todos los teatros –públicos y privados- forman parte de lo que podríamos llamar servicio cultural (un derecho ciudadadano), pero se quejan de que los precios de los espacios institucionales hacen competencia a los espectáculos privados, que tienen precios más elevados porque han de ser sostenidos por el dinero de los espectadores.

Yo le decía que los precios de los servicios públicos forman parte de la política cultural. Favorecer el acceso del máximo número de ciudadanos a la cultura impone que el precio no sea un obstáculo disuasorio; no ocurre lo mismo con las entradas de los espectáculos privados, sometidos en su supervivencia al escrutinio de los espectadores.

De ahí pasamos a hablar de otras cosas, en mi opinión más operativas y en las que hay que introducir cambios de urgencia. Le decía que con los precios de las entradas sí que se pueden hacer cosas interesantes. ¿Por qué las entradas de un teatro valen lo mismo sea cual sea el espectáculo para las que se venden? ¿Por qué un monólogo cuesta lo mismo que una gran producción? Y más allá, ¿por qué la butaca de la fila 23, mala a rabiar, vale lo mismo que la de la fila 6, esa que se reserva a los críticos en el estreno? Y referido a los teatros públicos, ¿por qué es tan extraordinariamente elevado el numero de personas que no pagan ni siquiera los precios políticos de las entradas y entran convidados?

En estas preguntas se mezclan varias cuestiones, claro. Algunas tienen que ver con la herrumbre conceptual que defiende que todo lo público ha de ser gratis porque es de todos (que en España significa que no es de nadie), muy presente todavía en nuestros gestores, sean de la orientación política que sean. Otras, tiene que ver con la simple molicie: sabemos que plantearse los problemas es la única manera de solucionarlos, pero es más cómodo seguir montados en el burro aunque no sepamos hacia donde se dirige.

Hacer desaparecer las invitaciones, transformando la política de regalar con pólvora del Rey por entradas de bajo coste, o por la creación de un carnet con descuentos para profesionales de gran consumo cultural; introducir criterios más racionales y proporcionales en los precios de las butacas relacionados con los costes de producción, la visibilidad o la comodidad; diferenciar –y visualizarlo para los compradores- el precio en dos tramos, uno correspondiente a los costes fijos de explotación y otro correspondiente al coste del espectáculo y al beneficio…, son algunas de las iniciativas que creo que irían en la buena dirección. Más transparencia, también, en el precio.

Son medidas que apuntan en definitiva a la imprescindible labor pedagógica que hay que realizar con los espectadores y el público escénico, al que hay que hacer cada vez más participe, más conocedor, de los entresijos de la creación artística, de la que cuanto hablamos forma parte. Sin duda, serán mejores espectadores, mejores ciudadanos.

 

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Si quieres ser famoso tírale una tarta a Barak Obama

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Como es sabido sigo de cerca todo lo que sucede en torno a Coca-Cola. En parte porque siempre se aprende de su marketing y su comunicación; en parte porque elmuro es la Oficina Técnica de uno de sus proyectos culturales estrella, los Premios Buero de Teatro Joven. Y estos días sigo el ruido mediático que rodea al famoso anuncio del Atleti.

Daniel Portero, presidente de la asociación Dignidad y Justicia, manda una carta a Coca-Cola en la que pide que se retire un anuncio en el que trabaja un actor, Gotzon Sánchez, del que dice que participó en un acto contra la “doctrina Parot” organizado por Herrira, una asociación sucesora de las antiguas Gestoras Pro amnistía, suspendida en octubre de 2013. Por supuesto, en la carta no hay ninguna acusación concreta contra el actor, salvo que consideremos delitos los de opinión. En un estado de derecho normalito, esa ausencia absoluta de acusaciones debería haber bastado para que ni siquiera El Mundo se hubiera hecho eco del tema. Ellos sabrán porqué han dado pábulo a una noticia con tan escaso andamiaje.

De la carta de Portero el último párrafo es la verdadera esencia. Léanlo y preguntémonos porque ahora y no cuando ese actor trabajo para Mercedes o Mahou. Léanlo por el viejo sabor que destila. El resumen es: 1) A mí, a mi familia y a las víctimas nos afecta personalmente el anuncio; 2) retírenlo de inmediato para preservar la imagen de Coca-Cola; 3) si no es así, informaremos a Coca-Cola Global en Estados Unidos.

El escándalo está asegurado cuando el atacado aporta cámara y focos; haya o no razones, tenga o no sentido el ataque: igualito que si se tira una tarta a Obama, claro. Y el escándalo oculta el bosque.

El bosque es que si Dignidad y Justicia observa un delito debe denunciarlo, y no lo ha hecho. El bosque es que debemos congratularnos de vivir en democracia y tener garantizado el derecho de opinión y expresión, que no es un delito, aunque moleste o duela su ejercicio. El bosque es que ese actor no ha hecho en su trabajo profesional alarde ideológico, pudiendo hacerlo en su vida personal. El bosque es que necesitamos unos medios de comunicación que salgan de la franja del rosa al amarillo, en bien de la Democracia.

En fin, gana Gotzon Sánchez, que seguramente se va a hacer famoso (no sé si para bien), ganan los intransigentes, gana el amarillismo, gana, parece, Dignidad y justicia, y, curiosamente, en mi opinión pierden la dignidad y la justicia.

Aunque tampoco están tan alejados de mi territorio natural, procuraré no meterme mucho en estos charcos, pero es que…

 

NOTA: Busquen y lean también a Martin Niemöller, que no a Bertold Brecht. Y si me apuran, in extenso a Dionisio Ridruejo.

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Teatro joven, poesía frente a la crisis

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La 11ª edición de los Premios «Buero» de Teatro Joven acaba de cerrar su periodo de inscripción con la segunda cifra de participación más alta de su historia. 284 grupos de toda España (apenas nueve menos que el año pasado) presentan sus trabajos para competir saludablemente en esta especie de liga artística en la que ser de una u otra comunidad autónoma cuenta mucho menos que compartir la pasión de la interpretación.

La elevadísima participación de este año es especialmente gratificante porque los recortes han acabado llegando a la formación teatral y otras actividades formativas. No olvidemos que en los centros de enseñanza ha de hacerse fuera del horario lectivo y pagando a los profesores su dedicación y su trabajo durante los largos meses de montaje de las obras. En esas condiciones, el trabajo de equipo, el esfuerzo colectivo y de implicación de amigos y familiares en las tareas escenográficas, y la dedicación intensiva de tantos y tantos jóvenes, sería heroico si no fuera porque, encima, los chicos y chicas disfrutan y cerca de cien mil asistentes cada año les aplauden a rabiar cuando ven sus obras.

Y también es gratificante porque, de un modo, humilde, discreto, silencioso como debe ser el arte, la alta participación es una forma de reconocimiento a este concurso impulsado por Coca-Cola desde hace once años con la colaboración del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes.

Los Premios «Buero» de Teatro Joven, son una expresión sólida, no impostada, duradera y por ello estratégica, de las posibilidades positivas y multiplicadoras que generan la sinergia entre la empresa privada y las instituciones públicas, para impulsar el talento de tantos grupos juveniles que en los centros de enseñanza, escuelas y centros culturales hacen teatro.

 

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Ha nacido la Academia de las Artes Escénicas: un futuro nuevecito

Acádemia Artes Escénicas Española

El pasado lunes, 28 de abril, se celebró la Asamblea constituyente de la Academia de las Artes Escénicas de España. Un hecho importante en las vidas del centenar y medio de personas que nos juntamos en la Sala Berlanga de Madrid para fundarla. Importante, también, en el devenir de las artes escénicas de nuestro país.

Lo primero que nace en mí son palabras de gratitud para quienes han impulsado el proceso, y en su inicio SGAE; para quienes han formado parte del equipo redactor, que a lo largo de muchos meses han trabajado duro buscando cohesión y futuro; para quienes pudiendo no han puesto palo alguno en las ruedas de esta bella idea: ante la unidad de un sector clave en la cultura, el de las artes escénicas, cualquier palo se muestra nimio.

Y lo segundo mostrar la alegría por disponer finalmente de un lugar compartido por todos cuantos entendemos la vida desde el arte, el teatro, la danza. La Academia de las Artes Escénicas no representa organizaciones: es un lugar para personas, creadores, intérpretes, coreógrafos, iluminadores, vestuaristas, directores, autores, productores…, y tantas otras profesiones que en su conjunto crean el arte más colectivo, el que tiene lugar sobre un escenario, en directo. Y podemos estar por primera vez juntos, ocupándonos de nuestros asuntos colectivos.

Laudes, pues, para todos, promotores, fundadores, y futuros miembros.

Y ahora a trabajar. Duro, sin descanso, sin rencillas, sin más ambiciones que las colectivas. En junio los 162 fundadores elegirán la nueva Junta Directiva que tomará el timón de la nave durante los próximos cinco años.

¿Que si no hay problemas? Sí, claro, también hubo algunas motas de polvo, las pequeñas manchas en el proceso que nos recuerdan que la belleza hay que cuidarla insistentemente y sin desmayo para que perdure. Que es frágil. Las motas están para ayudarnos a mejorar: retos en el camino. Ahí van algunos en la nueva Academia: Urge más presencia de mujeres. Que no hubiera ninguna en la junta promotora es una llamada urgente a que su presencia y juicio no falte en ninguna de las candidaturas. Otra: el sistema de elección por listas cerradas puede servir para echar a andar, pero el futuro lo veo con la posibilidad de que puedan también presentarse candidatos independientes y en solitario: más sal para la Academia. Otra, (y no más), hay que soltar la mano de SGAE cuanto antes. La sociedad de los autores –sin duda la más fuerte de todos los gremios escénicos- está cumpliendo un papel admirable en este proceso trasladando su fuerza a un colectivo mucho más amplio, el de todos los profesionales de las artes escénicas. Ahora toca a todos ocuparnos de los asuntos de todos.

El futuro nos espera nuevecito, sin estrenar, con sus riesgos y sus sorpresas escondidas, con sus tareas, sus retos, sus maravillas.

Cuando el veintitrés de junio se conozca la nueva Junta Directiva, será el momento de buscar sede, de abrir web, de que se inscriban miles y miles de nuevos miembros y estrenar carnet, de pensar en los premios del año que viene, de disfrutar de la capacidad de acción e intervención de un colectivo tan grande y dinámico. Y decidir cómo emplearla.

Será la hora de construir. De acercar el mañana.

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El democraticismo oculta el bosque

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Me llega por mail una propuesta de Comisión para elegir al nuevo director de los teatros de Madrid, en sustitución de Natalio Grueso, que se va en junio. La elabora el Grupo Municipal Socialista del Ayuntamiento.

Loada sea toda iniciativa que se oriente a democratizar la elección de responsables políticos culturales; más loada aún si se propone que estos procesos salgan de la oscuridad y la catacumba. Lo malo es que centrar el problema, como hace el documento, en la creación de una comisión electora, es desviar el tiro del centro de la diana. Lo que necesitan los procesos de selección de responsables culturales de las instituciones –ayuntamiento, comunidad, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte- es ser organizados GLOBALMENTE, siguiendo pasos lógicos, conocidos, eficaces y transparentes:

Primero, que las instituciones expliciten sus objetivos de política cultural, sus bases políticas de gestión para el periodo de que se trate, que han de ser conocidas públicamente.

Segundo, que la convocatoria misma sea pública, abierta y conocida y garantice en su desarrollo la libre competencia entre candidatos.

Tercero, que los candidatos presenten su candidatura con un proyecto de gestión integral, que incluya objetivos, medios, propuestas de programación, e incluso financiación. En fin, que la gestión de los teatros quede en manos de profesionales de la gestión. Y como los gestores de hoy ya no son programadores con dinero público que van a comprar al mercado lo que les gusta para programarlo, su nuevo perfil habrá de ser el de un gestor profesional, que junto al rasgo cultural, sea conocedor de las técnicas de trabajo en equipo, de marketing, de comunicación, de desarrollo de públicos, de captación de recursos…

Cuarto, que el proceso de selección sea democrático y transparente, y que pueda ser seguido y evaluado por personas capaces, competentes e independientes. El proceso habrá de acabar con la firma de un Contrato-Programa que fije las condiciones y comprometa a las dos partes.

Quinto, que los responsables finalmente elegidos por las instituciones –pues son ellas quienes tienen la delegación popular para hacerlo- presenten anualmente un balance público de su gestión, que al final de su mandato habrá de ser auditada por profesionales independientes.

Así que, detenerse en que la elección debe ser hecha por asociaciones del sector, parece quedarse en la epidermis de la epidermis.¿De verdad garantiza ese modelo la elección del responsable de los teatros municipales más adecuado? El democraticismo, a veces, oculta el bosque.

 

NOTA: Y encima, ¿por qué la Asociación de Malabaristas y no ARTEMAD, por poner un ejemplo, que es una relevante asociación de empresas y compañías del sector que ha sido excluida del elenco?

 

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Dadle poder a los soviets… artísticos

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En tiempos difíciles, la existencia de organizaciones que atesoran la capacidad de innovar y hacen de ella y de la creatividad a contracorriente su seña de identidad, es un lujo del que el sector cultural no debe ni puede prescindir. Creatividad artística, creatividad organizacional, creatividad en las relaciones con el público. Investigación y Desarrollo.

Pequeños museos que investigan y aplican fórmulas de relación novedosas con sus usuarios, y cómo presentar sus contenidos con fórmulas renovadas, diversas, enriquecedoras para su público; pequeñas organizaciones artísticas que buscan y rebuscan en sus propias habilidades y en las necesidades sociales para encontrar ese nicho que genere valor y satisfaga a sus clientes; salas de teatro “alternativas” que producen contra viento y marea nuevas puestas en escena y, además de levantar la mirada de sus públicos hacia el horizonte, establecen con ellos una relación más democrática, proponiéndoles un papel co-protagonista. Son algunos ejemplos. Me detengo en el último, que conozco mejor.

¿Qué aportan a la renovación escénica y a la de las organizaciones y sus métodos la Cuarta Pared, El Sol de York, Guindalera, Tribueñe, Kubik, Teatro del Barrio, La Casa de la Portera…, y tantas otras? Veamos algunas contribuciones:

Primera, la incorporación misma a su estrategia de esa tarea de I+D, que consiste en buscar en los límites lejanos el propio perfil, el modelo más sostenible de relación con su público y con sus financiadores, la fórmula más eficiente de gestionar la creación en tiempos duros. La estrategia no puede ser ya simplemente mostrar y exhibir resultados artísticos. La estrategia es ser diferente en los procesos y original, genuino, en los resultados. Y ellas lo persiguen.

En segundo lugar, aportan un nuevo modelo de relaciones con su público y con el entorno. Las organizaciones pequeñas están descubriendo nuevos caminos, elegidos, definidos y construidos por ellas mismas, y alejados de la sombra de los poderes públicos que hasta ahora los sostenían y tutorizaban. Los ejemplos de Kubik, de Guindalera, de Cuarta Pared, tanto por las políticas de lealtad que refuerzan su supervivencia a través de sus socios y amigos, como por su anclaje en un territorio –el barrio- que actúa de ecosistema bueno y favorecedor de viabilidades.

Y en tercer lugar, son auténticos laboratorios de creación que permiten a otras compañías y asumen las mismas titulares de la sala, riesgos impensables en otros espacios más volcados a la seguridad de lo conocido y cien veces recorrido. ¿Cómo crecer y explorar en textos, propuestas dramatúrgicas, lenguajes escénicos, si no es en esas salas?

Los actuales centros dramáticos públicos han traicionado conscientemente su tarea de ser guardianes de la innovación, porque sus exigentes directores políticos les conminan a que sus propuestas, su programación, sean rentables económicamente.

Asumido por ello que los poderes políticos abandonan la preocupación por ser rentables social y culturalmente, queda a los pequeños espacios acoger los procesos creativos que iluminen futuros otros.

Tan solo queda, además, reclamar un estatuto legal, económico, laboral e impositivo diferente, flexible y beneficioso para estas salas –y para quienes trabajan y/o exhiben en ellas- que les permitan seguir constituidos en referente de la renovación y la innovación. En referente de mañana.

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De cine, cultura, bebés y madres (y padres)¿Aparcamos juntos el cochecito?

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He escrito varias veces que el cine –productores y exhibidores- descuida su relación con el público en las salas, cuando no, directamente, lo maltrata. Y proponía, para describir ese mal trato, la imagen metafórica de las alcantarillas: espectadores que entran por la puerta grande y salen a escondidas por la puerta de atrás, a una oscura calle a espaldas del edificio. También se percibe el maltrato en los precios de palomitas y refrescos, claramente abusivos; y en el nulo valor añadido que proporcionan a sus clientes. Podría seguir. Que como actividad anti-crisis, a nuestros empresarios tan solo se les haya ocurrido la idea de abaratar el precio de la entrada un día, muestra el nivel de I+D en el que se desenvuelve la gestión de esta parte importante de la industria cultural.

La orientación al cliente, de servicio al usuario; la estrategia derivada de poner al cliente en el centro de la acción, es la que puede evitar este tipo de enfoques y prácticas, centradas por otra parte en concebir la relación con los usuarios como una fuente de ingresos, más que en un viaje conjunto y satisfactorio, lleno de experiencias y enriquecedor. Y ahí está nuestro sector cultural, aprendiendo que este concepto neurálgico tiene enormes ventajas también para la sostenibilidad de las organizaciones.

Abigail Tomey, que sabe mi pasión por que los ciudadanos y públicos iluminen todos mis proyectos, me envía el link a un artículo de El País que tiene una sugerente pregunta como título: “¿Es posible ir al cine con bebés?”. La cosa va de que en Londres –y otras partes de la bola- es habitual la programación de películas para madres (y padres) con sus bebés. Locales que eligen sus horarios en función de las necesidades de su asistencia (las mañanas), y que definen la iluminación durante la proyección para favorecer que las madres (o padres) puedan vigilar a sus bebes, cambiarles de ropa o alimentarlos mientras disfrutan de la peli. ¡Por dios, qué alegría imaginar un hall de un cine con aire de aparcamiento de cochecitos! Seguro que a alguien se le ocurre, incluso, que si repartes conexiones de sonido individuales, los nenes podrán hasta desgañitarse sin molestar la marcha general.

La ventaja de pensar las ofertas, la comunicación, el viaje del usuario, pensando en su máxima satisfacción, es que desarrolla en las organizaciones y los gestores una serie de mecanismos basados en “dar”, generosos per se. Probablemente les fuercen a salir de su zona de confort, ésa que hace que nada cambie para que todo siga igual. Pero ese es, precisamente, el reto y al tiempo el mecanismo de mejora de las organizaciones y de los gestores: cambiar, explorar, proponer, aprender.

Seguir el camino cuyo recorrido sabemos dónde lleva nos da seguridad de destino. El problema es que ese destino puede estar cada vez más alejado del interés y las prácticas de nuestros públicos. Más alejado, por lo tanto, del sentido último de su función social.

Hay tantas, pero tantas posibilidades de mejorar la experiencia de nuestros clientes en su contacto con nuestros productos o con los servicios que les damos, que solamente saliendo del camino trillado está garantizado que encontremos formas de relacionarnos con ellos más provechosas y gozosas para las partes.

Y de eso se trata, ¿no?

 

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