Es difícil saber si los cortos titulares de la prensa se deben al afán de concentrar en pocos caracteres las noticias –signo de los tiempos- o provienen más bien de su escaso interés, que hace imposible alargarlos. Eso ha pasado en el III Foro de Industrias Culturales, un invento del que ha estado prácticamente excluido el tejido empresarial y en el que estaban sobre-representados políticos y designados. Un modo como otro cualquiera de hacerlo inútil.
Bueno, que el Foro ha dado pocos titulares, cansinos y sin chicha, sí. Me quedo con uno de ellos que intenta concentrar la atención sobre algo irrelevante mientras por el cielo vuelan multitud de pájaros a los que no prestamos atención. El portavoz del PP, Ballarín que sustituía a José María Lasalle, afirmó que es partidario de que su partido mantenga el área de Cultura del gobierno con el rango administrativo de ministerio. El típico macguffin.
La existencia o no de ministerio de Cultura ha de responder a la relevancia estratégica de las tareas que tiene encomendadas. Casi treinta años vaciándolo de contenidos hace menos relevante su rango formal. Como escribo en mi último artículo del espectáculo teatral (en la última página), lo verdaderamente importante, fundamental para el futuro de la cultura española –aquí y en el mundo- es si la Cultura en España va a disponer de una buena ley de financiación y patrocinio, si se va a impulsar la transparencia y la democratización de la gestión pública cultural, si van a desaparecer o no las fronteras culturales entre comunidades, cómo se van a producir los procesos de privatización en la gestión cultural, o cómo el Estado a los diferentes niveles va a salvaguardar la creatividad y la innovación.
Sin embargo como todo macguffin, algo significa su existencia o su ausencia. La cultura no es relevante para nuestros políticos. (vean en nuestro Facebook sus programas), pero la desaparición del ministerio tras las elecciones, o su unificación con otro, sería un mensaje de una meridiana claridad sobre el papel residual que se otorga a la cultura. Una pena que los políticos no sean conscientes de que España es una potencia mundial en Cultura (Sí lo son, algunos líderes del marketing sensibles, como mi buen amigo Pedro Antonio García, que publica un artículo en Anuncios sobre el tema). Probablemente esa falta de consciencia muestra los diminutos límites en que se mueve la suya. ¡Qué peligro!









